El mundo necesita más héroes.
Héroes verdaderos, no como los de Hollywood. Necesitamos hombres y mujeres no motivados por lo que puedan obtener en cierta situación, sino impulsados por su preocupación por los demás. Necesitamos héroes que realmente crean que el mundo puede cambiar y que no se rindan ante el cinismo y la incredulidad predominantes.
Necesitamos héroes que crean que pueden cambiar el mundo y actúen en consecuencia. Estos héroes se centran en lo que les motiva a actuar. Tienen lo que la Escritura llama “pureza de corazón” y “fe que produce obediencia”.
Necesitamos también héroes genuinos, no como los de las películas que dicen una cosa y hacen otra. El heroísmo no consiste en ser perfecto sino en estar listo. Listo para dar la cara cuando llegue el momento, listo para morir por otra persona en tiempos de peligro, listo para ponerse de parte de un amigo en el momento oportuno. Y listo para reconocer las propias debilidades.
Dan Baumann, tal como lo reseñó el pastor Floyd McClung en el prólogo de “Preso en Irán”, es esa clase de hombre que el mundo reclama: un soñador capaz de cosas importantes. Un ser humano genuino, transparente, que fue encerrado en enero de 1997 mientras predicaba la Palabra de Dios durante un viaje de dos semanas en suelo iraní. Sufrimiento que, más allá de lo absurdo e ilógico que fue, derivó en un testimonio de vida y principalmente de fe recopilado en una obra aparecida por primera vez en el año 2000 bajo el sello de la editorial “YWAM Publishing”.
A la mañana siguiente, víspera de Año Nuevo, me desperté antes que Glenn y me senté fuera, al temprano sol matutino, para leer la Biblia y orar por la siguiente fase de nuestro viaje. Mientras oraba, experimenté algo extraño. Las palabras “vas a tener que descender hasta el fondo antes de salir de aquí” me vinieron a la cabeza y me rondaron en ella. Abrí los ojos y medité en la frase. ¿Qué significaba? ¿Y en qué consistía el fondo? Quise desechar aquellas palabras por considerarlas producto de una imaginación descontrolada, pero no hubo manera de hacerlo, como tampoco librarme del pensamiento de que Dios podía querer decirme algo a través de ellas. No obstante, si éste era un mensaje para mí, no estaba seguro de lo que significaba. Intenté reflexionar en lo que “el fondo” podría significar, pero no tenía idea. No se me ocurrió pensar que Dios me estaba amablemente preparando para afrontar la peor experiencia de mi vida.
EN EL CORAZÓN DEL ISLAM
Junto a Glenn Murray, misionero evangélico de origen sudafricano, Baumann se había trasladado desde Turkmenistán hasta Irán en los últimos días de 1996 con la idea exclusiva de llevar las Buenas Nuevas al pueblo musulmán. Ambos, de profundas convicciones cristianas, diseñaron un viaje en el que el Señor fue, desde el principio, el capitán del barco de ilusiones que los trasladó al interior de una de las naciones islámicas más criticadas, por diversas organizaciones internacionales, debido a su extrema intolerancia religiosa.
Me hallaba encerrado, solo, en el sótano de una cárcel de un país no precisamente amable para con los extranjeros, y menos aún para con los estadounidenses. Pero lo más inquietante es que no tenía la más mínima idea de la causa de mi encarcelamiento. ¿Qué sucedería si la embajada no podía hacer nada para sacarme de este embrollo? ¿Qué ocurriría entonces? Mientras la espera se dilataba, comencé a temer que bien podía consumirme en una prisión iraní sin que nadie, ni siquiera yo, supiera por qué estaba allí. Todo había resultado tan sencillo cuando Glenn y yo planeamos el viaje a Irán unas semanas antes. Creíamos haber pensando en todos los detalles. Teníamos grandes esperanzas de que todo transcurriera sin contingencias. Pero estábamos equivocados. No habíamos tenido en cuenta la posibilidad de acabar en la cárcel.
Nacido en Estados Unidos, pero con ciudadanía suiza, Dan, en compañía de Murray, desafortunadamente tuvo problemas migratorios luego de recorrer con éxito el territorio que alguna vez fue conocido en Occidente como Persia. El asunto fue de tal magnitud que, pese a no haber cometido delito alguno, fue encarcelado y sometido a un sinfín de maltratos y vejaciones. Así lo detalla este seguidor de Jesucristo, con una prosa sentida, en su libro confesional.
La sangre se me congeló. ¡Era prisionero de la cárcel Evin! Ésta era la cárcel más odiosa de Irán. Estaba reservada para los prisioneros políticos más peligrosos. Cerré los ojos e intenté aclara mis pensamientos. ¿Suponía esto que yo era considerado peligroso? ¿Significaba que permanecería encarcelado allí largo tiempo? ¿Había sido condenado por algún crimen político? Estas preguntas me encerraron con círculos de ansiedad y me arrastraron a la desesperanza. No tenía respuestas.
Como en una pesadilla, a Baumann le fue de mal en peor en su paso por el país que alguna vez fue incluido en el “eje del mal” por el ex presidente norteamericano George W. Bush. Así Dan luego de ser aprehendido por las autoridades iraníes fue, siempre acompañado por Glenn Murray, destinado a la peor prisión de la ciudad de Teherán y de todo Irán. Un lugar, célebre en el mundo, donde los abusos, las torturas y las humillaciones son el aditivo especial que hace funcionar la maquinaria represiva montada por el gobierno iraní en contra de sus enemigos nacionales o internacionales.
Se me secó la boca. No se trataba de una reunión informal. De súbito, me di cuenta que estaba siendo sometido a juicio. Ignoraba de qué había sido formalmente acusado, no había recibido consejo legal y ¡me tocaba intervenir! Supuse que no debía declararme culpable, pero; ¿de qué serviría? Me pareció estar soñando una pesadilla. “Jesús -oré-, dijiste a tus discípulos que no temieran cuando fueran arrastrados delante de jueces y gobernantes. Tú dijiste que el Espíritu Santo nos daría las palabras que debíamos hablar. Ayúdame ahora a saber qué decir”.
LA LIBERACIÓN
Acusado de espionaje, el personaje principal de esta obra, en todos los días aciagos que le tocó vivir al interior del presidio conocido como la “Universidad de Evin”, nunca estuvo desamparado por el Creador. En cada desventura, en cada desdicha y hasta en el foso de una autoeliminación fallida, el Todopoderoso invariablemente apareció presto para devolverle la fe perdida. Por ello, Baumann nunca se cansa de recomendar creer en Jesús y de afirmar que Él es el único que brinda “paz, esperanza y sentido a la existencia”.
Sabía que el embajador asumiría que me sentía conmovido por haber sido finalmente liberado, pero eso no era todo. Estaba abrumado por la fidelidad de Dios. Él dijo que me ayudaría a salir de ésta y lo hizo. Durante los momentos más oscuros de mi vida Él había estado siempre conmigo. Aún durante mi intento de suicidio y aquellas aterradoras noches en las que el jefe de los guardias casi me mató, Dios me había protegido. Yo sabía que muchas personas se habían esforzado para conseguir mi liberación, incluido el hombre sentado a mi lado, pero no podía obviar el tiempo perfecto de todo. Dios había hecho exactamente lo prometido, aun cuando dudara de Él muchas veces.
El desenlace de la amarga experiencia de Dan Baumann llegó el 16 de marzo de 1997, día de su liberación, y marcó la victoria del amor sobre el temor. Un epilogo que sólo fue posible por la gracia divina del Altísimo que obró a través de la intervención oportuna y decisiva de los representantes diplomáticos del gobierno suizo. Después, con el paso del tiempo y bajo la dirección de Dios, se materializó el libro que nos revela las memorias de un hombre movido por el amor a sus prójimos como lo dicta el hacedor supremo.
Al escribir este libro me propuse en mi corazón animar a muchos a salir de sus zonas de comodidad y caminar hacia Jesús; a ir y hacer cualquier cosa que Él les pida, sin tener en cuenta la fisonomía de las circunstancias. Si Jesús pudo sacarme de una cárcel de máxima seguridad en Irán, Él puede librarle de cualquier situación que usted esté atravesando. Aunque nunca hubiera sido puesto en libertad, Él sigue siendo Señor y es digno de nuestra vida. Todavía hoy hay millones que necesitan oír y conocer a Jesús. Decenas de millares de aldeas de todo el mundo nunca han oído ni conocido a Áquel que cambió mi vida para siempre. Si usted nunca ha tenido un encuentro con Él, quisiera invitarle a que le conozca hoy .