“La Aurora de la Redención del Mundo” es el primero de dos volúmenes, escritos originalmente en idioma alemán, obra de la pluma del creyente Erich Sauer, teólogo y escritor evangélico de gran renombre en el Siglo XX, quien con este texto inició en 1937 un amplio repaso histórico de las revelaciones divinas. Su valor reside en que se trata de un manual de teología esencial que no se presenta dogmáticamente, sino según el orden histórico de una parte esencial de la Biblia: el Antiguo Testamento.
La Biblia, considerada como la historia de la Redención, es un “todo” que palpita de una vida orgánica, dentro del marco de un sistema profético que se plasma progresivamente en las distintas etapas de la historia según el plan determinado. Es “un maravilloso edificio que se va elevando según un plan básico preparado de antemano”, armonioso en su conjunto, graduado en su construcción, enlazándose todas sus partes en la debida proporción, y que halla su consumación en Cristo.
El libro de Sauer, quien nació en Berlín el 31 de diciembre de 1898, se inicia con lo que el Señor revela en su Palabra sobre lo que existió antes de la Creación del Universo, para luego pasar a la Creación misma, la Caída y los comienzos y el desarrollo del plan de la Redención hasta llegar a la manifestación del Mesías en esta Tierra. En su sección de apertura, dedicada a los fundamentos de la revelación bíblica e histórica, el autor apunta que el concepto de Dios “trasciende todo el proceso del pensamiento humano”.
Dios es Espíritu: el único en sentido eterno y absoluto, siendo la espiritualidad, la unidad y la eternidad la misma esencia de su Ser (Juan 4:24). Él mismo es la suma de la vida en su expresión más elevada y perfecta. Con todo, esta vida no es mera abstracción, sino que él es, al mismo tiempo, la más real de todas las realidades, el EGO que determina a sí mismo, una personalidad consciente, y lo que es más, la Superpersonalidad eterna, Fuente de toda idea de personalidad. Por ende, todo esfuerzo realizado por la inteligencia finita del hombre para “explicar” su Ser infinito ha de fallar siempre.
EL BIEN Y EL MAL
En “La Aurora de la Redención del Mundo”, como en su complemento “El triunfo del Crucificado”, Sauer no pretende hacer un tratamiento minucioso de las Escrituras, ni tampoco intenta ofrecer una comparación entre el concepto bíblico del mundo y el de las filosofías modernas, o entre una actitud positiva frente a la Biblia y la de los “críticos” y “liberales”, pues según su propia confesión su tratado “no ha de ser un tomo de apologética”.
Sin embargo, en esta maravillosa Creación, preparada para los fines más elevados, y preordinada por el Creador para ser el “vaso” que había de revelar su gloria, se ha abierto una brecha por donde ha entrado el mal. En lo que era la perfecta armonía de las esferas, se ha introducido una discordia; el pecado ha entrado en escena, irguiéndose en actitud de criminal oposición contra los planes santos y amorosos por los cuales Dios había de revelarse. A causa del pecado de la humanidad este suelo terrenal se halla devastado, deduciéndose de la historia de la Caída que, además, se había producido una caída anterior a la de Adán y Eva, entre los ángeles que habitaban los lugares celestiales.
Hay rasgos extraordinarios en el compendio de Sauer y poco frecuentes en la literatura religiosa: una fina percepción teológica, el don del pensamiento original y una vigorosa expresión artística. Todo ello ayuda a poner al alcance de cualquier ser humano consideraciones de orden científico y filosófico no fáciles en sí, pero de gran provecho para el “valiente” que quiere ver claro asuntos que tanto se discuten y que son de importancia fundamental.
La serpiente había prometido al hombre el conocimiento del bien y del mal, y, de una forma torcida y trágica, cumplió su palabra. Pero, por haber prestado oído al diablo, el hombre, en lugar de percibir el mal desde las libres alturas del bien vislumbró el bien desde los profundos abismos del mal. Según el plan de Dios el hombre debía haber percibido el bien y el mal por medio de las victorias ganadas en la tentación, pero, por haber caído en el pecado, llegó a saber demasiado bien lo que era el mal, pero sólo pudo vislumbrar lo que podría haber sido el bien.
Llamado en su momento el “más hábil teólogo” por la crítica especializada, Erich alcanzó celebridad mundial con su maestría literaria para mostrar los pilares de la concepción cristocéntrica. Traducida a más de veinte idiomas, su obra teológica ha vendido a la fecha alrededor de un millón de ejemplares y se mantiene vigente como uno de los mejores catálogos de los hechos objetivos del Todopoderoso en la historia de la humanidad.
El Arca de Noé se destaca como el testimonio más significativo a la capacidad de la civilización prediluviana si tomamos en cuenta sus gigantescas dimensiones y la manera en que sus dimensiones se ajustaban a la finalidad específica de tan extraña embarcación. Medía 150 m. por 50 m. por 15 m. (aproximadamente) lo que da una capacidad cúbica de 112.500 metros cúbicos, comparable con la de nuestros transatlánticos modernos. Podemos suponer que los antediluvianos eran capaces de levantar enormes estructuras, pasando este gusto y capacidad a la remota antigüedad postdiluviana, como se ve por las pirámides y esfinges de Egipto y también en los templos de Mesopotamia.
EL PACTO DE FE
Familiarizarse con el contenido de la Biblia no es algo demasiado difícil. Llegar a comprender su significado es ya un asunto muy distinto. Sin embargo, Sauer, a través de “La Aurora de la Redención del Mundo”, nos ofrece una visión panorámica, y a la vez sencilla pero profunda, de la primera parte de las Escrituras. Su trabajo constituye, además, un eficaz manual que desarrolla, en su amplitud, temas esenciales como la importancia del diluvio, el papel de Noé y el rol de las “tres razas”.
La bendición que Noé pronunció sobre Jafet y Sem, juntamente con la maldición sobre Canaán, hijo de Cam, señalan un importante hito en el desarrollo del plan de la Redención. El pacto que Dios concedió a Noé determina la historia subsiguiente de la Naturaleza y del mundo como escenario de la salvación, pero la bendición y maldición que ahora consideramos señalan proféticamente el programa divino para las razas que habían de surgir de los hijos de Noé, con sus respectivos papeles en el desarrollo providencial de la historia, con referencia especial a la de la Redención.
Paso a paso, como en la construcción de un edificio, el relato del compendio avanza por cada uno de los 39 libros que conforman el Antiguo Testamento y se detiene en puntos cardinales como la fe de Abraham, el padre de todos los creyentes, y el “pacto de la fe” que el Creador le otorgó en virtud a su búsqueda indesmayable de la verdad. Para ello, el autor desglosa, y analiza citas bíblicas que revelan el plan salvador del Todopoderoso.
La señal del pacto es altamente significativa para comprensión de la historia de la salvación como también para distinguir entre los dos pactos que corresponden a la vida de Abraham: el fundamental de la fe en Génesis capítulo 15 y el adicional de la circuncisión en Génesis capítulo 17. El primero fue un pacto de gracia, unilateral, sin más condición que la fe, otorgado a Abraham cuando aún era “gentil”. El segundo es la confirmación del primero, que servía como sello a la declaración de la justificación de Abraham, sin que tuviera que durar eternamente. El pacto básico es el de la gracia, el del principio, siendo Génesis capítulo 15 uno de los pasajes más importantes del Antiguo Testamento.
El tratado de Erich Sauer, como un viejo roble, se alza igual que una indómita luz de verdad en medio de un bosque oscuro de maldad. Y en el mismo sentido del mensaje profético, esparcido en la antigüedad por los profetas, su voz clara calla al silencio de la oscuridad por intermedio de un discurso que no tiene otro punto focal más que impulsar a la humanidad a entrar al camino que conduce a la gloria celestial.
La carrera de Israel es una lección gráfica y vívida que se presenta sobre el escenario de la historia del mundo, sirviendo de amonestación a todas las naciones y de espejo para cada pecador (1 Cor. 10:1)… Hipócritas, fornicarios, adúlteros, cobardes, mentirosos y asesinos se han hallado no sólo entre el pueblo judío, sino entre todos los pueblos en todo tiempo, y como ha sido en el pasado así será también en el porvenir. Las lecciones del Antiguo Testamento se aplican a todos, ya que no pretende ser ni la historia del pueblo judío como tal ni una colección de relatos personales de carácter “piadoso”, sino el testimonio del Espíritu Santo, quien denuncia el pecado de todos los hombres al par que revela la gracia divina, siempre dispuesta a perdonar y recibir a los pecadores que se arrepienten y creen.