Muchos de los nuevos creyentes permanecieron en Jerusalén y no pocos vendieron sus fincas y pusieron el producto en manos de los apóstoles bajo la esperanza de que la vuelta de Jesucristo sería inmediata. Fue necesaria una persecución de parte de las autoridades judías, secundada por Herodes, para hacer comprender a los cristianos su equivocación y obligarles a que volvieran a sus patrias adoptivas, a donde llevaron el mensaje del Evangelio (Hechos 8:1).
Muchos empero quedaron en Jerusalén, donde se celebró el primer concilio cristiano que abrió la Iglesia a los gentiles, y allí permanecieron hasta que las legiones romanas, después de derrotar a los sublevados galileos,avanzaron hacia el sur, para poner sitio a Jerusalén.Ya hemos explicado cómo los cristianosatendiendo a las advertencias de Cristo enMateo 24:16-20 y Lucas 21:20-24, huyeron de la ciudad y se refugiaron en Pella, al otro lado del Jordán, donde fundaron una iglesia judeocristiana.
Entre los jefes judíos de la revuelta en Galilea hubo uno llamado Josefo suficientemente listo para entender que la causa judía estaba en bancarrota, pasándose a los romanos, quienes le trataron benignamente, y le dejaron escribir el libro titulado «Guerras de los judíos», endonde tenemos con todo detalle los horribles incidentes de la ruina de Jerusalén.
Nos dice que Dios previno a su pueblo deldesastre nacional que iba a ocurrir por mediode diversas señales milagrosas y por un profeta que «daba vueltas por la ciudad hablando estas palabras de amenaza: «Voz de Oriente, voz de Occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusalén» y daba vueltas de día y de noche por todos los barrios de la ciudad repitiendo estas palabras de amenaza, y que azotado como perturbador público, no cesó de repetir las mismas palabras sin tratar de defenderse, sino como poseído de un inexplicable procedimiento estático».
Pero el pueblo de Israel, y sobre todo el sacerdocio, no atendieron a ninguna de tales advertencias sino que insistieron en su rebelión contra los romanos. Ya hemos visto su tenacidad en resistir el testimonio de los discípulos de Cristo, con el martirio de Santiago el Justo, hermano carnal del Señor. Es curioso observar que, mientras una parte de los judíos responsables de la crucifixión del Señor se habían arrepentido y estaban dando testimonio de su resurrección y de su Evangelio con gran esfuerzo, los que habían permanecido incrédulos permanecían endurecidos más y más.
El general Tito, vencedor en los tumultos de Galilea, bajó hasta poner sitio con su ejército a la ciudad de Jerusalén. Como consecuencia, el hambre se hizo espantosa en la ciudad, pues la llegada del ejército romano había sobrevenido en los días de la Pascua, justamente cuando muchos forasteros de lejos se habían juntado a los refugiados de todo Israel que venían huyendo del ejército de los romanos; dando como resultado que más de tres millones de personas se hallaran encerradas dentro de la ciudad. El hambre trajo pronto el desorden, pues grupos de sediciosos asaltaban cualquier casa que estuviera cerrada bajo sospecha de que pudiera haber gente comiendo dentro. Las esposas se vendían por comida y arrebataban la comida de la mano de sus esposos y aun de sus hijos, según refiere Josefo. Los sediciosos azotaban a los ancianos que se negaban a soltar de lasmanos el alimento. Si atrapaban a alguiendeglutiendo apresuradamente lo que iban a arrebatarles, le castigaban con más furor. A los que sospechaban podían tener alimentos ocultos les aplicaban toda clase de tormentoshasta hacerles confesar dónde los tenían escondidos.
Si algunos salían por la noche a buscar sobras de los soldados del ejército romano, cuando pensaban haber escapado de sus enemigos les salían al encuentro los grupos incontrolados y les arrebataban lo que traían. Si eran descubiertos por los romanos se les condenaba a ser crucificados, hasta tal punto que faltaron árboles en los alrededores para construir tantas cruces como eran levantadas todo alrededor de Jerusalén. Al principio enterraban los muertos ya que no podían soportar el hedor de los cadáveres, pero luego los arrojaban porla muralla a los fosos. Recorriendo Tito estoslugares gimió y levantando las manos al cielo puso a los dioses por testigos de que aquel crimen no era suyo, sino de la terquedad de los judíos en no querer rendir la plaza.
El hambre era tan atroz que les obligaba a comer cosas que rechazaban los mismos animales, como el cuero de sus mismos zapatos viejos. Una mujer llamada María, hija de Eleazar, de la aldea de Bethafor, al otro lado del Jordán, ilustre por su cuna y sus riquezas, quese había refugiado en Jerusalén, después de ser robada de toda la comida que había podido traer y que ella compartía caritativamente con otros, como el hambre tomase plena posesión de sus médulas y entrañas y la indignaciónfermentase mucho más que el hambre —comenta Josefo— tomando a su hijo todavía lactante, dijo: «Infortunado niño, ¿para qué te voy a conservar entre tantos males de guerra, hambre y sedición? Aunque nos fuese dado vivir sólo nos queda la servidumbre entre los romanos, por lo tanto sé tú manjar para mí y furia para los facciosos». Esto diciendo degolló a su hijo y después de guisarlo comió la mitad y escondió la otra. Pronto llegaron los sediciosos y habiendo percibido el olor del guiso la amenazaron con matarla si no les descubría el manjar preparado. Ella respondió que les había reservado una buena parte, y al ver lo que era quedaron estupefactos.
Cuando finalmente la ciudad fue asaltada por las tropas de Tito habían perecido más de un millón de judíos y cerca de dos millones fueron llevados cautivos con el ejército.
Los soldados romanos pensando que el templo contenía tesoros escondidos lo derribaron totalmente, antes de que sus jefes pudieran impedirlo, y así se cumplió la profecía del Señor de que no quedaría piedra sobre piedra que no fuese destruida1.
La ciudad de Jerusalén quedó convertida en ruinas, sobre las cuales apenas había otracosa que un destacamento de soldados romanos; sin embargo, la iglesia refugiada en Pella continuaba siendo considerada como la iglesia madre de Jerusalén, aunque de tendencia judeo-cristiana. Al cuidado de ella estaba un piadoso cristiano de quien Hegesipo dice: «Restituida sobre toda la Iglesia una profunda paz, los cristianos de Pella sobrevivieron hasta Trajano César. Bajo el imperio de éste volvió a sobrevenir la persecución. El primo del Señor, Simeón, hijo de Cleofás (véase Lucas 24:18 y Juan 19:25), calumniado por los herejes fue acusado ante el procónsul Attico, y después de ser atormentado durante varios días sufrió el martirio con tal entereza que todos, y señaladamente el procónsul, no cabían de pasmo ante el hecho de que así sufriera un anciano de 120 años. Por fin le mandó crucificar».
NUEVA SUBLEVACIÓN
Durante algunos años los judíos que habíanquedado en Palestina soportaron la tiranía de Adriano, con la confianza de que pronto aparecería el Mesías esperado. Absurda esperanza —dice el historiador cristiano Eusebio de Cesarea— después de haber rechazado al verdadero Mesías que había venido con humillación a cumplir las profecías relativas a su primera visita a este mundo (Isaías 53).
En el año 131 un judío llamado Bar Cochebas, se presentó como el libertador anunciado.
Se dio el título de «hijo de la estrella» aludiendo a Números 24:17, y fue protegido por el rabino más popular de su tiempo. Le siguieron los judíos no cristianos, los galileosy los samaritanos, convirtiendo a Palestinaen un teatro de violencias y matanzas. Pero los sublevados no pudieron resistir el empuje de las legiones que Adriano se apresuró a enviar. El falso Mesías pereció en un combate y el rabino que le había apoyado fue desollado vivo. Jerusalén volvió a ser arruinada y Adriano la convirtió en colonia romana con el nombre deAelia-Capitolina. Bajo pena de muerte fue prohibido a los judíos entrar en la ciudad, e hizo colocar a la puerta que conducía a Bethléem una estatua de mármol representando un cerdo. Según el testimonio de los vencedores perecieron en la revuelta 580.000 judíos.
Los resultados de la insurrección fueron favorables a la Iglesia. Los cristianos se habían negado desde un principio a juntarse con los rebeldes (lo que les acarreó grandes persecuciones por parte de los partidarios de Bar-Cochebas), pero dio oportunidad a los romanos para saber que los cristianos (aun los judaizantes ebionitas), no eran enemigos del Imperio. Además, las leyes de Adriano obligaron a muchos judeo-cristianos a dejar las costumbres mosaicas que habían venido practicando desde los días en que Santiago era pastor judeo-cristiano de Jerusalén. Losque a pesar de todo quisieron permanecer fieles a sus tradiciones judías atravesaron el Jordán y fueron a unirse con la iglesia de Pella. De este modo aumentó la comunidad judeo- cristiana. Desafortunadamente esta iglesia, desligada de las demás iglesias fundadas por los apóstoles, insertó al dogma cristiano varias especulaciones filosóficas de origen gnóstico, y fueron conocidos en la historia con el nombre de ebionitas.