Amigos, la fe cristiana no está fundada en ideas filosóficas, ni en ideas especulativas, ni en leyendas ancestrales; sino en realidades históricas contundentes, objetivas y eficaces.
• Lo que hace distinto y único al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo es que este su fundador murió, pero resucitó de entre los muertos.
Buda el fundador del Budismo murió, pero no resucitó.
Bhaktivedanta Swami Prabhupada el fundador del Hare Krishna murió, pero no resucitó.
Swami Maitreyananda el fundador del Yoga murió, pero no resucitó.
Majavirá el fundador del Jainismo murió, pero no resucitó.
Nanak el fundador del Sijismo murió, pero no resucitó.
Confucio el fundador del Confucionismo murió, pero no resucitó.
Lao Tsé el fundador del Taoísmo murió, pero no resucitó.
Zoroastro el fundador del Zoroastrismo murió, pero no resucitó.
Mahoma el fundador del Mahometanismo o Islamismo murió, pero no resucitó.
Así como sus fundadores, estas y muchas religiones son carentes de vida, de poder, de vigencia, y de eficacia para tratar exitosamente con el tremendo problema del pecado del hombre.
Pero amados, “Cristo murió por nuestros pecados… fue sepultado, y… resucitó al tercer al día” (1 Co. 15:3-4).
• Allí junto a la tumba había testigos de este gran acontecimiento, pues “un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella” (Mt. 28:2). Allí también “de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos” (v. 4). Allí también estaban las mujeres, pues “el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (vv. 5, 6). Allí también estuvieron Pedro y Juan, y descendieron al sepulcro y vieron los lienzos solamente, y se fueron a casa maravillándose de lo que había sucedido (Jn. 20:1-10; Lc. 24:12).
• Amigos, pero esto no es todo, después de haber resucitado el Señor se presentó a los suyos.
La primera a María Magdalena. “Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena…” (Mr. 16:9; Jn. 20:15-16).
A dos mujeres. “Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve!” (Mt. 28:8-9).
A dos discípulos que iban a la aldea de Emaús. “Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos” (Lc. 24:15).
A Pedro. “Que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón” (Lc. 24:34).
A los once apóstoles. “Y hallaron a los once reunidos… Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros” (Lc. 24:33, 36).
A diez de los apóstoles. “Vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros… Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino” (Jn. 20:19, 24).
Otra vez a los once apóstoles. “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros” (Jn. 20:26).
A siete de sus apóstoles. “Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos” (Jn. 21:1, 2).
Otra vez a los once en un monte en Galilea. “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron” (Mt. 28:16-17).
A más de quinientos hermanos. “Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Co. 15:6).
A Jacobo hermano del Señor. “Después apareció a Jacobo” (1 Co. 15:7).
A Saulo de Tarso en el camino de Damasco. “Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Co. 15:8).
• En la vida de Cristo se cumplieron centenares de profecías dadas con una anterioridad hasta de 4.000 años. Solamente queremos tomar dos profecías relacionadas con el Señor, que ambas eran humanamente imposibles de cumplir. La primera es antes de su nacimiento, y la segunda es después de su muerte.
Más de 700 años antes de Cristo nacer el profeta Isaías dijo que nacería de una virgen. “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is. 7:14). Esta sola profecía hacía humanamente imposible el nacimiento del Mesías. Tuvo Dios que intervenir. “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS… El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:30-31, 35).
La profecía dada para después de su muerte, que igualmente en lo humano era imposible de cumplir, es precisamente Su resurrección. Más de 2.000 años antes de Cristo nacer y morir el patriarca Job dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). “La supereminente grandeza de su poder… la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Ef. 1:19-20).
Amados, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo es el milagro cumbre del Evangelio, es el milagro que sustenta toda la fe cristiana.