James Hudson Taylor es el predicador más renombrado en la historia de la expansión del cristiano en el territorio de la República Popular China. Durante los cincuenta y un años de labor evangelizadora que cumplió allí, estableció veinte misiones, llevó a más de ochocientos misioneros para predicar la Palabra de Dios, formó a unos setecientos trabajadores locales, logró alrededor de treinta y cinco mil conversiones y bautizó a cerca de cincuenta mil creyentes. Inspiró al pueblo evangélico a entregarlo todo al Señor.
Nació en el Reino Unido, en un hogar cristiano, el 21 de mayo de 1832. Su padre, James Taylor, fue un químico y pastor que siempre tuvo interés de anunciar las buenas nuevas en China. Impulsado por su progenitor, a la edad de cuatro años, elevó la voz y afirmó que: “cuando sea adulto seré misionero en China”. Sin embargo, tiempo después, en su adolescencia se transformaría en un muchacho escéptico y mundano. Entonces, ingresó a laborar a un banco y cayó seducido por la vida terrenal.
Primeros pasos
El sometimiento de Taylor ante Dios es una historia sorprendente. Una tarde de junio de 1849, ingresó a la biblioteca de su padre en busca de un libro para leer y, guiado por Dios, se decidió por un tratado evangelístico que llamó su atención. Entre las páginas del tratado, encontró el siguiente texto: “La obra completa de Cristo”. Fue en ese instante que, emocionado hasta las lágrimas, recibió al Señor como su salvador y se rindió a sus pies. De inmediato, abandonó la existencia disipada en la que había estado enterrado.
Tiempo después, el 2 de diciembre de 1849, en medio de una etapa marcada por las dudas espirituales, se entregó a la oración y luego de sentir el amor de Dios se decidió a prometerle que iría a China para hablar del evangelio.
Comenzó a prepararse para los rigores que le esperaban y cambió su lecho de plumas por un colchón duro. Además, con la ayuda de una copia de las Sagradas Escrituras editada en dialecto mandarín, estudió el idioma chino. Del mismo modo, se dedicó a aprender griego, hebreo y latín.
En noviembre de 1851, se mudó a un barrio humilde de la ciudad Kingston upon Hull, ubicada en el condado de Yorkshire del Este, donde inició un periodo de fe y servicio que marcaría el rumbo de su vida.
Arropado por la Biblia, se ocupó de ayudar a los más necesitados y confió sus días a los designios del Señor. También distribuyó folletos con contenido evangélico y compartió la Palabra en calles, plazas y parques. Su confianza en Dios, incluso, lo llevó a compartir su exiguo patrimonio con los más pobres.
Misionero en China
En el otoño de 1852, se dirigió a Londres para estudiar medicina en el “Royal London Hospital” como parte de su preparación pastoral. Inglaterra vivía, por aquellos días, un gran interés por China debido a la “Rebelión Taiping”, una guerra civil con grandes connotaciones religiosas que ensombreció a la nación asiática entre 1851 y 1864. Fue en esas circunstancias que se fundó la “Chinese Evangelisation Society” y James Hudson se unió como su primer misionero. Luego, el 19 de setiembre de 1853, partió de Liverpool con destino a Shanghái.
Después de una difícil travesía, arribó a la ciudad más poblada de China el 1 de marzo de 1854. Durante su primer año en suelo chino, debió lidiar con las complicaciones del conflicto armado. Luego, a partir de 1855, realizó dieciocho viajes misioneros y aunque siempre llevaba consigo medicinas y alimentos fue a menudo mal recibido por la gente. Empero, con tenacidad, luego fue capaz de captar la atención de la población china. Como parte de su labor evangelizadora, distribuyó miles de impresos con contenido bíblico.
Posteriormente, y en medio de su labor evangelizadora, conoció a Maria Jane Taylor, hija del reverendo Samuel Dyer, pionero en el trabajo de propagación del Evangelio en China, con quien se unió en matrimonio el 20 de enero de 1858.
Después, tras seis años lejos de Inglaterra y debido a problemas de salud, regresó a Europa a finales de noviembre de 1860. En seguida, acudió al “Royal London Hospital” donde fue tratado de la tuberculosis que lo distanció de su quehacer misionero.
Creyente fértil
Taylor aprovechó su estancia en Inglaterra para continuar su trabajo a favor del cristianismo. Con la colaboración del chino Wang Laiquan y del misionero Frederich Gough, emprendió la traducción del Nuevo Testamento al dialecto hablado en la ciudad china de Ningbo. Asimismo, terminó sus estudios de medicina. Además, apoyado por su esposa, escribió en 1865 un libro titulado “Necesidad espiritual de China y reclamaciones”. El texto despertó el interés evangelizador de muchos fieles quienes luego de leerlo se integraron al trabajo misionero desplegado en Asia.
Creyente riguroso, viajó muchísimo por las islas británicas con el objetivo de hablar sobre la necesidad espiritual de China. Biblia en mano, también, compartió el Evangelio con los presos de la cárcel londinense de Newgate. Igualmente, hizo amistad con el pastor Charles Spurgeon, reconocido siervo del Señor, quien lo ayudó a reafirmar su fe. Seguro de sus creencias, Taylor fundó el 25 de junio de 1865 una nueva sociedad cristiana, que se encargaría de la evangelización de los chinos, llamada la “Misión al Interior de China”.
Luego de trece meses de la creación de su organización misionera, el 25 de mayo de 1866, enrumbó nuevamente a China con el propósito de propagar el Evangelio en la nación más grande del planeta. Al llegar a su destino, el predicador comandó a un grupo de dieciocho misioneros británicos, denominado “Lammermuir Party”, que había viajado junto a él desde Inglaterra. Taylor se adaptó a la cultura local y empleó la vestimenta típica de los chinos para cumplir con su objetivo religioso.
Legado poderoso
El 23 de julio de 1870, Taylor perdió a su esposa a causa del cólera y Dios puso a prueba su fe. Meses después, en el verano de 1871, retornó a Inglaterra debido a que su salud se resquebrajó y, por ello, debió recibir tratamiento médico con urgencia. Luego, en Gran Bretaña se casó con la cristiana Jane Elizabeth Faulding y a finales de 1872 volvió a China para proseguir con sus labores misioneras. Enseguida, emprendió una serie de viajes por el territorio chino que consolidaron a la “Misión al Interior de China”.
En la última década del siglo diecinueve, recorrió Australia, Nueva Zelanda y los Estados Unidos y testificó sobre el avance del Evangelio en China. Sus prédicas siempre fueron seguidas con atención por los seguidores del Señor y posibilitaron el fortalecimiento de su ministerio.
Sin embargo, en 1900, poco después del “Levantamiento de los bóxers”, primer estallido bélico del nacionalismo chino en contra de ciudadanos extranjeros, se vio obligado a trasladarse a Suiza a causa de una serie de males físicos.
Sobre el final de sus días terrenales, en 1905, James Hudson Taylor fue por décima primera vez a China y vivió los momentos más felices de su biografía. Dirigido por el Señor, el misionero visitó los hospitales, orfanatos y centros misioneros que la “Misión al Interior de China” había logrado establecer. Fue un periplo memorable donde, incluso, celebró su cumpleaños número setenta y tres rodeado de la comunidad evangélica china. Un recorrido histórico y breve que finalizó el 3 de junio del mismo año cuando dejó de existir y se transformó en un referente del cristianismo.