En 2009 y tras varios meses en prisión por el delito de Asociación Ilícita para Delinquir y Lavado de Dinero, que arrastraron a su esposa Catalina a prisión, la vida de Mauricio se convirtió en un calvario. Sus peores momentos sucedieron cuando tuvo que comunicarse telefónicamente con su cónyuge, donde escuchó sus quejidos y lamentos. Mauricio nunca se sintió tan aprisionado como aquellas veces.
Un año después y con la promesa de cambiar si Dios sacaba a su esposa de la cárcel, Mauricio se sintió persuadido por las alabanzas de un pequeño templo cristiano, ubicado en el módulo dos de aquella penitenciaría. Al acercarse y escuchar un pasaje bíblico, Dios le habló. “Los hermanos me leyeron la preeminencia del amor, del capítulo 13 de pasaje bíblico de 1 de Corintios… Después que terminaron de leerlo entendí que yo nunca amé a mi esposa. No sabía lo que era amar… Ahí fue cuando Dios empezó a trabajar en mí”, dice.
Después de salir en libertad en 2004 y alejarse de la mala fama que lo condenó a ser un ranqueado delincuente, Mauricio Eduardo Godoy Contreras o más conocido como el Guatón Mauri, se apartó temporalmente de sus delitos y se dio un merecido descanso junto a su esposa y sus dos menores hijos, a quienes vio poco debido a su agitada vida. Sin embargo, al poco tiempo de acabarse los pocos recursos que consiguió a base de sus fechorías, retornó a la delincuencia sin el temor de caer nuevamente en prisión.
Tras varios años de unirse a bandas criminales con quienes cometió más de un atraco, Mauricio amasó una gran cantidad de dinero en autos, inmuebles y otras extravagancias, que trató de cubrirlos con un pequeño negocio no muy rentable para tan grandes beneficios. Esto motivó a que la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) siguiera sus pasos, hasta su captura en 2009 donde fue procesado por Asociación Ilícita para Delinquir y Lavado de Dinero.
Entretanto, su historial delincuencial fue creciendo y haciéndose conocido en varias cárceles de la capital chilena, Mauricio no reparó en las consecuencias que estos delitos tuvieron en su contra y la de su esposa Catalina Castillo, quien acabó detenida siendo inocente.
Al recibir una condena de cuatro años de prisión, Mauricio fue recluido en el Centro de Detención Preventiva Santiago 1, mientras que la madre de sus hijos acabó en el Centro Penitenciario Femenino San Joaquín, en la ciudad de Santiago, con una pena similar. Desde ese momento, la vida de Mauricio se convirtió en una incesante búsqueda de paz interior, y una posible salida de su esposa. En medio de esa búsqueda encontró al Señor.
Mundo de vandalismo
La vida de Mauricio Eduardo Godoy Contreras, nacido el 12 de febrero de 1974, se complicó a mediados de la década de los ochenta, cuando integró pequeñas bandas de pandilleros de su barrio El Bosque, considerada zona roja de la capital chilena. “Tuve cosas que jamás había tenido y me di lujos con el dinero fácil que obtuve… Me fui enredando poco a poco en un mundo desconocido”, narra.
A fines de aquella década y con 15 años de edad, Mauricio estaba proyectado a convertirse en un ranqueado delincuente, con un sinfín de atracos que le permitieron escalar peldaños en el mundo del hampa. “A pesar de ser hijo único, mis padres no me dieron lo que yo quise, porque éramos de bajos recursos económicos… Nunca supe lo que era un regalo de Navidad”, recuerda.
Los primeros delitos
Uno de los primeros delitos que lo llevaron a prisión, ocurrió a sus 16 años de edad, cuando fue un hábil clonador de tarjetas de créditos. Fue capturado y recluido en el Centro de Detención Preventiva San Miguel, en la comuna del mismo nombre.
Gracias a su minoría de edad, salió en libertad en menos de dos meses para retornar a la delincuencia bajo otras modalidades como la estafa, donde engañó a centenares de personas, emitiéndoles cheques sin fondo. Por este delito fue recluido por bajo seis meses en prisión. Al salir intuyó que muy pronto volvería a aquel lugar.
Marcado por la muerte
Tras varios años delinquiendo, la fama de Mauricio fue creciendo, así como su enorme corpulencia, por el que recibió el apodo del Guatón Mauri. No obstante, esta chapa le jugó en contra, ya que la gendarmería chilena pudo identificarlo e iniciar una intensa búsqueda apenas infringiera la ley.
Un tiempo después y tras su monumental prontuario, las autoridades de su país lo consideraron un delincuente de alta peligrosidad, por haber conformando diversas bandas criminales que aterrorizaron a toda la capital.
En una de esos momentos, se unió a una banda conformada por varios amigos de su infancia, los cuales realizaron asaltos en distintos establecimientos comerciales, convirtiéndose en una de las organizaciones criminales más buscadas de la ciudad. En uno de esos robos, uno de sus líderes cayó abatido con varios impactos de bala en el cuerpo, mientras que otros dos compinches fueron capturados, siendo Mauricio el único que pudo escapar de unos años más en prisión o quizás de una muerte segura.
Al otro día, los medios informativos se encargaron de divulgar la información del robo, junto a las características físicas del Guatón Mauri, a quien sindicaron como uno de los delincuentes que logró escapar de la escena. Su fama llegó hasta las más peligrosas cárceles del país.
“La muerte de mi amigo, quien fue el líder de la banda, me marcó mucho, porque en ese momento tuve temor a morir en mi pecado”, recuerda Mauricio.
Casado con la delincuencia
Después de este incidente que por poco le cuesta la vida, Mauricio se alejó temporalmente de la delincuencia, para refugiarse entre las cuatro paredes de su casa. Por esos años conoció a Catalina Castillo, quien se convirtió en su esposa desde 1999 y la que tuvo que soportar todo el infierno junto a él. “La engañé, pero ella después se enteró en lo que yo andaba y cómo obtenía el dinero… A pesar de eso ella nunca me dejó votado, aun después de caer preso siempre me visitó a la cárcel”, recuerda.
En 1999 y con su primogénito nacido, Mauricio se introdujo en el tráfico de armas y de cocaína, por lo que nuevamente fue buscado y capturado por las autoridades de su país. Después del debido proceso fue recluido en el Centro de Detención Preventiva San Miguel, donde permaneció por cinco largos años. Su predicción de retornar a prisión estaba declarada, sin embargo su nueva estadía en la cárcel no fue tan placentera como en las otras veces, ya que empezó a ser acosado por los reclusos, por haber participado en el asalto donde murió uno de los delincuentes líderes de estas organizaciones. Estas intimidaciones también amenazaron su vida.
“Muchas veces tuve que dormir con un ojo abierto y otro cerrado, porque la mayoría de las atentados de las muertes contra él, se dieron por la noche… Al lado de mi cama tenía una cuchilla para defenderme”, revela.
En varias ocasiones, Mauricio tuvo que poner el pecho para defender a algunos de sus compañeros heridos, los cuales murieron en sus brazos o camino a la enfermería. Otras veces él se vio obligado a atacar a otros, dejándolos muertos o gravemente heridos. Era su vida o la de ellos. “Todas estas cosas te marcan y te hacen más duro, con un corazón de piedra que ya no llora, ni tienes sentimientos… Es tanto la rabia y el odio, que lo único que queda es pelear para sobrevivir”, recuerda.
Amparado por Dios
Ya en el 2009 y tras varios meses en prisión por el delito de Asociación Ilícita para Delinquir y Lavado de Dinero, que arrastraron a su esposa Catalina a prisión, la vida de Mauricio se convirtió en un calvario. Sus peores momentos sucedieron cuando tuvo que comunicarse telefónicamente con su cónyuge, donde escuchó sus quejidos y lamentos. Mauricio nunca se sintió tan aprisionado como aquellas veces.
Un año después y con la promesa de cambiar si Dios sacaba a su esposa de la cárcel, Mauricio se sintió persuadido por las alabanzas de un pequeño templo cristiano, ubicado en el módulo dos de aquella penitenciaría. Al acercarse y escuchar un pasaje bíblico, Dios le habló.
“Los hermanos me leyeron la preeminencia del amor, del capítulo 13 de pasaje bíblico de 1 de Corintios… Después que terminaron de leerlo entendí que yo nunca amé a mi esposa. No sabía lo que era amar… Ahí fue cuando Dios empezó a trabajar en mí”, dice.
Tras arrepentirse de sus pecados y un largo proceso de regeneración, Mauricio cambió hasta su forma de hablar, el 90% de su lenguaje eran jergas y groserías, más conocidas como ‘coas’ en su país. Pronto se convirtió en el predicador de aquel templo.
Unos meses después, él y su esposa fueron nuevamente procesados, ya que las autoridades abrieron sus expedientes y solicitaron 20 y 10 años de prisión para ambos. Sin embargo, el Señor impuso su soberanía e hizo que su esposa saliera en libertad en 2011 y Mauricio en 2013.
Actualmente, las calles de la ciudad de Santiago sirven de plataforma para que el hermano Mauricio, predique la palabra de Dios sin cesar. También asiste a un campo blanco del Movimiento Misionero Mundial y algunas cárceles como capellán, donde un día cayó con su esposa, pero fueron libertados por el Señor.