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A diferencia de la mayoría de los niños, Cameron y Caden libraron una batalla desde su nacimiento. Fueron diagnosticados con almacenamiento de glucógeno tipo IX, una enfermedad que solo 100 niños en el mundo la padecen, y dos de ellos eran Cameron y Caden. Los días para Korene, madre de los pequeños, eran interminables. Cameron y Caden sufrían de constantes enfermedades a causa de su débil defensa.
Durante cinco años, Korene se dedicaba a indagar una cura para sus hijos. “Corría al hospital, indagaba y escribía mis propias investigaciones para presentarlas a los médicos. A pesar de todos nuestros esfuerzos, Caden y Cameron empeoraban cada vez más, sabía que mis hijos se estaban muriendo”, cuenta Korene.
Era una implacable agonía para toda la familia. El 24 de enero de 2014, Korene recibió una invitación a una iglesia pentecostal ubicada en Rochelle, Illinois. “Esa noche Dios me habló, tuve que arrepentirme de mis pecados”, explica Korene. Entonces, el Señor le dijo: “Trae a tu familia porque voy a hacer algo”. Es así como la familia de Korene volvió a asistir por segunda vez.
“La gente estaba orando en el altar. Mi hija, Madison, pasó adelante para (que oraran por ella para) recibir el bautismo en el Espíritu Santo, de repente, hablaba en otras lenguas. El pastor de la iglesia tomó a Madison de la mano y la jaló hacia el lugar donde yo estaba parada con mis hijos. Luego colocó la mano de Madison sobre la cabeza de sus hermanos. El pastor nunca nos había visto y no sabía que éramos familia. Inmediatamente, el poder de Dios fluyó en Caden y Cameron. ¡Habían recibido su milagro!”, testifica Korene.
Desde aquella noche sus hijos no siguen ningún tratamiento. “Estoy aquí para proclamar que Dios está vivo, Él sana y quiere que sepas que, si Él pudo obrar el milagro en nuestras vidas, ¡también puede obrar un milagro en tu vida!”, concluye.