Por Juan Bautista
Estudioso de la Biblia, traductor de los Salmos y del Nuevo Testamento al castellano, editor de Juan de Valdés y autor de varios tratados de edificación, Juan Pérez de Pineda nació en Andalucía, en Montilla, en la provincia de Córdoba, probablemente a comienzos del siglo XVI, hasta donde podemos estar seguros, puesto que existe una gran incertidumbre sobre sus orígenes y los primeros años de su vida, como la de cualquier condenado por la Inquisición.
De la primera fase de su vida apenas se tienen noticias, salvo de su nacimiento en Montilla, su formación universitaria y ordenación sacerdotal en Sevilla, y su adscripción en circunstancias desconocidas a la embajada española en Roma, probablemente en 1526, empleo que hizo compatible con un beneficio eclesiástico en España. Entusiasta de la Reforma, se mostró muy crítico con la relajación que halló en la curia pontificia, hasta el punto de ver la mano del Altísimo en el saqueo de la Ciudad Eterna por las tropas imperiales, episodio que vivió personalmente.
Al poco tiempo de su regreso a España en fecha imprecisa, pero no muy posterior a 1530, fue designado rector del hispalense Colegio de la Doctrina, un centro de enseñanza evangélica, puesto que desempeñó durante cerca de dos décadas. En ese tiempo conoció y trató a los doctores Juan Gil, conocido como Egidio, y Constantino Ponce de la Fuente, con cuyas ideas reformistas de corte luterano simpatizó.
CRISTIANO RESISTENTE
Al manifestarse la existencia de un foco disidente en Sevilla con el proceso de la Inquisición en contra del teólogo Egidio, en 1550, Pérez no se vio involucrado y pudo permanecer en la ciudad, en tanto varios de sus compañeros de fe escapaban a Francia y Flandes. Sin embargo, se marchó con una segunda oleada en 1555, junto con seis creyentes, todos ellos con destino a Ginebra, y a los que no tardarían en seguir otros varios en superior número.
Pérez de Pineda y sus compañeros encontraron en la ciudad de Calvino a otros españoles de inmigración anterior afectos a la sana doctrina. Con ellos y con los que fueron llegando formó una congregación de habla castellana, expresamente autorizada por los magistrados ginebrinos en 1558, que fue asignada al templo de Saint Germain. Defensor de la Palabra de Dios, el ministro estuvo al frente de esta grey, auxiliado en ocasiones por Casiodoro de Reina, el luego insigne traductor de la Biblia, que funcionó hasta 1560, año en que se disolvió.
Durante su estancia en Ginebra, Pérez de Pineda, que se titulaba doctor Juan Pérez, se mostró activo en la difusión del Evangelio. Su primer libro fue una traducción del Nuevo Testamento del griego al castellano, en 1556, impreso en la oficina de Jean Crespin, si bien con falso pie de imprenta: “En Venecia, en casa de Juan Philadelpho”. La traducción llevó por título El Testamento Nuevo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
La obra es dedicada a Felipe II, recordándole su obligación como príncipe cristiano de proteger y difundir el santo libro. Desde luego, el texto de Pérez de Pineda, con un moderado conocimiento de las lenguas bíblicas, no reviste la calidad de la traducción publicada por el cristiano Francisco de Enzinas, trece años antes, en Amberes, que sin duda tuvo a la vista, así como otras versiones castellanas precedentes, incluida una anónima aparecida en Ginebra poco antes de su llegada, pero se halla escrito en muy buen castellano, y su prosa es sobria y vigorosa.
PROLÍFICO AUTOR
En el mismo año e imprenta, Pérez de Pineda publicó Sumario breve de la doctrina cristiana, pero con pie simulado: “En Venecia, en casa de Pietro Daniel”. Se trata de una publicación en formato de preguntas y respuestas para niños y adultos, que en su parte fundamental coincide con un libro similar de Calvino. En la presentación de la obra, el autor afirma haber sido aprobada por el Santo Oficio de España, lo cual debió irritar bastante a los inquisidores españoles, que la incluyeron de inmediato en su índice expurgatorio.
Superior empeño y proyección tuvo la publicación al siguiente año de Los Salmos de David, por el impresor J. Crespin, pero simulando que había sido hecha en Venecia por P. Daniel. La obra fue dedicada a la reina María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos. Traducción excelente, ha merecido unánime aplauso de la crítica.
Además, en 1556 y 1557, Pérez de Pineda editó los libros Comentario o declaración breve y compendiosa sobre la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos y Comentario o declaración breve y compendiosa sobre la Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios. La segunda publicación mencionada fue dedica a Maximiliano, rey de Bohemia y futuro emperador Maximiliano II, en quien los cristianos tenían depositadas sus esperanzas para lograr un satisfactorio estatus jurídico. Ambas obras fueron impresas por J. Crespin con seudónimo de J. Philadelpho y simulando serlo en Venecia.
También por Crespin, en Ginebra y en 1557, lo fue la Carta enviada a nuestro señor príncipe don Felipe, rey de España, en la que se declaran las causas de las guerras y calamidades presentes, obra llamada a tener considerable resonancia. La ruptura del rey Felipe con el papa Pablo IV por causa de la política antiespañola de este en Italia y la marcha del duque de Alba sobre Roma fueron saludadas por los evangélicos de toda Europa como el principio del fin del pontificado romano.
EFICIENTE PORTAVOZ
Después de permanecer un tiempo en Fráncfort en el entorno del teólogo Felipe Melanchton, reformador y erudito alemán, regresó a Ginebra, donde dio pruebas de una actividad febril a favor del Evangelio no solo en el pastorado, sino también con la pluma. En esta época de su vida, envió a las prensas tres libros en apenas dos años, impresos todos ellos en la oficina de J. Crespin, su impresor de confianza, con pie ficticio unas veces o prescindiendo de esa información otras.
Las referidas obras fueron Dos informaciones muy útiles, editada en 1559 y en la que demandó a Felipe II protección por cuanto los cristianos son calumniados, proclamados herejes e instigadores de rebeldías, perseguidos y matados; Epístola para consolar a los fieles de Jesucristo que padecen persecución por la confesión de su nombre, publicada en 1560, en momentos en que llegaban terribles noticias de España; y Breve tratado de la doctrina antigua de Dios, compendio para lectores hispanos del texto latino de U. Regius, que fue impreso en 1560.
Disuelta la comunidad evangélica española de Ginebra en 1560, Pérez de Pineda permaneció en la ciudad, convertida en activísimo foco de difusión de publicaciones cristianas con destino a los dominios españoles, tarea en la que halló un eficiente colaborador en Julián Hernández, otro refugiado; pero en 1562, habiendo mejorado las condiciones de tolerancia para los protestantes en Francia, aceptó pastorear la comunidad de Blois, desde donde pasó luego al castillo de Montarguis como presbítero de la princesa Renata, hija de Luis XII y duquesa viuda de Ferrara, conversa al Evangelio.
En Francia, mientras se encontraba en compañía de Antonio del Corro y otros refugiados, le llegó el 28 de mayo de 1566 un llamamiento de la comunidad cristiana de Amberes para ser su pastor, encargo que declinó en razón de su avanzada edad. Empero, su senectud no le impidió desplazarse a París aquel mismo año para hacer una reimpresión de su Nuevo Testamento, con el objetivo de difundirlo en España. Cuando los trabajos habían empezado, falleció en la capital francesa en el año 1567. En sus últimos momentos le asistió Del Corro. Con la desaparición de Juan Pérez de Pineda, la causa de la Reforma en España perdió uno de sus más activos y eficientes portavoces.