Por Rev. Alberto Ortega
La autoridad proviene y tiene un marco delimitado por Dios mismo. Además, la autoridad tiene tres propósitos básicos:
• Producir crecimiento en sabiduría y en carácter. Jesús decidió sujetarse a la autoridad terrenal. Eso le trajo crecimiento, sabiduría, estatura y gracia para con Dios y los hombres (Lc. 2:49-52).
• Producir protección contra las tentaciones destructoras. La autoridad es un escudo de protección, y cuando nos salimos de ella, nos exponemos a tentaciones peligrosas e innecesarias. Saúl cometió el error de salirse de la protección de la autoridad delegada por Dios en Samuel, las consecuencias fueron terribles (1 Sa. 15:1-35).
• Producir dirección clara para tomar decisiones. Uno de los aspectos básicos de la fe es entender que Dios nos da su dirección por medio de aquellos que Él ha puesto para presidirnos.
En este estudio consideramos tres clases de autoridad:
• La autoridad fruto del carácter. Esta autoridad no solo genera sus propias reglas, sino que también las cambia según le favorezcan para sus propósitos. Esta autoridad elimina toda otra autoridad
• La autoridad que surge del compromiso. El centurión romano que pidió la sanidad para su siervo, describió la estructura y la cadena de la autoridad en la cual se desempeñaba (Mt. 8:9). El día que el centurión dejara de estar bajo la autoridad de Roma, ese día, ninguno de aquellos soldados que le conocían y le respetaban, por ser un modelo de obediencia, estarían sujetos a su autoridad.
• La autoridad que surge del sacrificio. En Mateo 28:18, Cristo habla de otra autoridad que le ha sido dada. Es la que produce la Cruz, la cual nace del dolor, de sus padecimientos como Salvador de la humanidad.
En este estudio trataremos la primera clase de autoridad, la autoridad fruto del carácter. “Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Este fue vigoroso cazador delante de Jehová…” (Gn. 10:8-9).
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