Por Rev. Carlos Guerra
Después del rey Salomón, otros reyes ascendieron al trono, la mayoría de ellos eran malos, impíos, malvados, mundanos, idólatras, flojos, borrachos, humanistas, gnósticos; tanto así que el epitafio de sus lápidas decía: “Hicieron lo malo ante los ojos de Jehová”. Entre ellos estuvo Jeroboam.
Y Jeroboam “habiendo tenido consejo, hizo… dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto… Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan.
Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví…” (1 Re. 12:28-33). Estos hechos marcaron el inicio de la apostasía, que comienza con la corrupción del sacerdocio y ministros puestos por el hombre.
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