¿Cómo Dios llama? Dios no tiene un molde para llamar a todos de la misma manera. Dios es un Dios de variedad. Además, las circunstancias y el carácter de las distintas personas, requieren que Dios las trate de maneras distintas. Precisamente, una de las características de la obra del Espíritu Santo es la maravillosa variedad con que procede. De modo que no se puede poner en tela de juicio el llamamiento de una persona por el hecho de que no haya sido igual al de otra. Veamos en la Biblia algunos ejemplos de llamamientos genuinos, pero distintos.
• Abraham: Dice la Biblia que “… El Dios de la gloria le apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.” (Gn. 12: 1; Hch. 7:2-3). En el caso de Abraham, Dios se le apareció y le habló.
• José: En toda la historia de José en ningún momento se dice que Dios se le haya aparecido y le haya hablado, pero su llamamiento era genuino y convincente. Dios le llamó y le habló por medio de sueños. Él era consciente de su llamamiento divino; la mano de Dios le dirigía en todo. Cuando fue vendido a Egipto, dice la Biblia: “Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio.” (Gn. 39:2).
Aunque Dios nunca se le apareció a José, cuando fue puesto preso dice la Biblia: “Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel.” (Gn. 39:21). Aunque Dios nunca se le apareció a José, él no tenía dudas de su llamamiento, pues cuando se dio a conocer a sus hermanos, les dijo: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.” (Gn. 45:5).
• Moisés: Dios lo llamó con grandes señales sobrenaturales y con voz audible. Dice la Biblia: “Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza, y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía… lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.” (Éx. 3:2-4). Además, para convencer a Moisés, Dios tuvo que realizar grandes prodigios, como tornar la vara en una culebra, la mano tornarla leprosa, el agua tornarla en sangre, al punto que Dios se enojó contra Moisés por su indecisión, a pesar de tantas manifestaciones del poder de Dios. Parece que mientras más dura y desobediente la persona, más cosas grandes tiene Dios que hacer al llamarla para Su servicio.
• Josué: Era el criado de Moisés: “… pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.” (Éx. 33:11). Al lado de Moisés fue recibiendo preparación y experiencia. Entonces, Dios viendo su consagración, su fidelidad, su obediencia y su celo por el pueblo, le dijo a Moisés: “Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos; y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca.” (Nm. 27:18-20).
Después de la muerte de Moisés, es que Dios habla directamente a Josué, y le dice: “Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo… Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo… Esfuérzate y sé valiente…” (Jos. 1:2). Josué, pues, recibió su llamamiento, sin ninguna señal ni milagros, ni aparición, sino perseverando y ayudando al lado de Moisés, y aprendiendo de él.
• Samuel: El llamamiento de Samuel es distinto a todos los anteriores. Ana era estéril, y pidió a Dios un hijo. Dios vio su aflicción, y nació Samuel. Luego Ana, en gratitud a Jehová, después que hubo destetado al niño, lo trajo al templo, adoró a Dios y dedicó a Samuel al servicio de Dios, diciendo: “Yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida…” (1 Sa. 1:11). “El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí… Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová… Jehová llamó a Samuel… ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.” (1 Sa. 3:1-10).
De modo que el comienzo del llamamiento de Samuel fue el voto que hizo la madre. Luego vivió en el templo, ministró en el templo, y en el templo escuchó la voz de Dios llamándole al ministerio.
• Eliseo: Dice la Biblia: “Partiendo él (Elías) de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas de bueyes delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías delante de él, echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías.” (1 Re. 19:19-20). En el caso de Eliseo, Dios usó a Elías para llamarlo al ministerio profético.
• Isaías: Tuvo una gran visión de Dios sentado sobre Su trono, y un coro de serafines que alababan a Dios, y oyó la voz de Dios, llamándole, a lo que él respondió: “Heme aquí, envíame a mí.” (Is. 6:8).
• Pablo: A Saulo de Tarso el Señor le salió al encuentro en el camino de su rebelión, y quedó deslumbrado, cayendo por tierra, y oyendo la voz del Señor diciéndole: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Después de ese sin igual encuentro, se levantó el gran apóstol Pablo.
Podemos decir que Dios llama de muchas y distintas maneras. Tal llamamiento fue el espectacular llamado de Saulo de Tarso, como el imperceptible llamamiento de José.