Por David Wilkerson
Jesús dijo de esta iglesia: “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…” (Ap. 3:17). Cuán triste es que esta iglesia en particular, arrogante y jactanciosa, sea anunciada por gente con poco discernimiento como la gloriosa iglesia de poder de los últimos días y que controlará el mundo haciendo que Jesús regrese como Rey. ¡Esta es la mentira de Laodicea!
Una persona escribió lo siguiente: “¿No sabe usted que todos estos proyectos de construcción de grandes edificios por evangelistas son ordenados por Dios? La iglesia va a tomar posesión del gobierno, líderes llenos del Espíritu van a hacer las leyes, quitando aborto, pornografía y crimen. Dios ha levantado una iglesia poderosa para tomar el dominio ahora”.
El concepto de “El Reino de Dios sobre la Tierra” es de un gobierno perfectamente justo, abarcando a todas las naciones; bajo este gobierno cesarán toda injusticia, opresión y lucha, los males de la pobreza no serán más, y todos habitarán en paz y prosperidad como hermanos.
Me parece que se están jactando demasiado: “Tenemos de treinta a cuarenta millones de evangélicos. Tenemos líderes simpáticos, populares y con mucha facilidad de palabra. Tenemos el dinero, la capacidad y la experiencia. ¡Tomemos el dominio!”. ¡Así es de descarada y orgullosa!
Esta iglesia orgullosa, rica y arrogante ahora codicia poder. No el poder de Dios, sino el poder político. Así como Israel, mucho pueblo de Dios está clamando por un púlpito imperial, con un líder que desarraigará los fuertes poderes del mal y establecerá un nuevo sistema moral. El dedo acusador de la voz profética y el atalaya gimiente están para ser reemplazados por la refinada pluma de congresistas cristianos decretando leyes morales.
ESTA ES LA IGLESIA
La iglesia tibia de Laodicea no está destinada a dominar ni a tener poder o autoridad de ninguna clase. ¡Está destinada a juicio! No es lo que piensa que es, no es lo que dice que es. No es rica, ¡es pobre! No va en aumento, ¡es despreciable y está a punto de ser cortada para siempre! No es fuerte y sin necesidad de nada, ¡está desnuda y avergonzada! No es una iglesia con nueva revelación y conocimiento profundo de las Escrituras, ¡Jesús dijo que está ciega! No va a ser el vehículo del dominio de Cristo sobre la Tierra, sino más bien el objeto de su ira y aborrecimiento.
Dios tiene su pueblo en estos días finales, pero es un remanente despreciado, santo y separado. Estas personas santas caminan en la luz y disfrutan de gran discernimiento espiritual. Ellas ven la moderna iglesia de Laodicea a través de los ojos de Jesús y no van a ser engañados por su esplendor.
La verdadera Iglesia no puede disfrutar del favor y buena voluntad del mundo. Jesús dijo: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán…” (Jn. 15:19-20). Pablo declara enfáticamente: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). Es absolutamente imposible para la Iglesia verdadera ser aprobada o aceptada por el mundo. Jesús advirtió: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lc. 6:26).
Por más de dos mil años la Iglesia de Jesucristo ha sido rechazada y perseguida por el mundo. La sangre de millones de mártires clama desde la tierra. Por siglos, hombres y mujeres de Dios guiados por el Espíritu han sido quemados en la hoguera, aserrados y cazados como animales. Santos piadosos fueron decapitados; otros fueron ahogados y muchos fueron arrojados a los leones. La Biblia dice que todos murieron en fe y que el mundo no era digno de ellos. ¿Tengo ahora que creer que Jesús ha decidido cerrar las edades con una iglesia tibia, rica, jactanciosa y egocéntrica?
Hace tiempo que la iglesia muerta, fría y liberal ha sido abandonada a sus caminos pecaminosos, el Espíritu de Dios la dejó hace muchos años. Aquellos que se dicen ser guiados por el Espíritu Santo son los que andan diciendo: “Dios te quiere rico, lleno de bienes y autosuficiente en todas las cosas.”
Lo que Dios lamenta es la mezcla que se está introduciendo en círculos carismá- ticos. Mezcla es sinónimo de tibieza. Usted encuentra esta mezcla dondequiera en estos días. Asista a un, así llamado, concierto de rock cristiano, por ejemplo. Qué mezcla tan increíble. Casi siempre empiezan diciendo: “Estamos aquí solo para ministrar a Jesús, para glorificarlo”. Escuchará una dulce plática acerca de santidad y de renunciar a todo por Jesús. Luego, de repente, el espí- ritu de Elvis Presley parece que cae sobre ellos y son transformados en roqueros apasionados, descarados y sensuales. Los oirá jactarse: “Vamos a llevar a Jesús a donde la iglesia nunca va. ¡Dentro de bares, conciertos seculares y programas de música! Queremos llegar a la misma multitud que llega el mundo”.
LA MENTIRA DE LAODICEA
¿Puede usted creer lo que están predicando ahora? Ellos están diciendo: “Jesús no puede venir hasta que tomemos el dominio y lo traigamos de regreso a un mundo al cual hemos traído a sumisión”. Se burlan de un repentino e inminente regreso de Cristo.
Este tipo de enseñanza es el resultado directo del decaimiento espiritual, tibieza y cansancio de cargar la cruz. Cuando el amor por Jesús está encendido, hay un anhelo por su pronto regreso. Pero ahora, como el pecado abunda, el amor de muchos se ha enfriado; el sacrificio y la negación de sí mismo son repudiados; y la iglesia corre en busca del honor y el poder de este mundo.
Ahora se mofan de que los creyentes serán “… transformados… en un abrir y cerrar de ojos…” (1 Co. 15:51-52). Han colocado la venida del Señor en un futuro remoto y su principal preocupación no es lo que Cristo está haciendo, sino lo que la iglesia está haciendo. El interés actual no es interno, sino externo: alcanzar más miembros, crecer en influencia y establecer un reino terrenal.
Pablo escribió: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá, así como ladrón en la noche… Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón” (1 Ts. 5:2-4). Pedro dijo: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche” (2 Pe. 3:10). Jesús advirtió: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora…” (Mt. 25:13).
La corona de justicia que el Juez dará en aquel día está reservada solo para “… los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). Yo le pregunto a usted, ¿anticipa su pronto regreso? ¿Lo anhela? ¿Es su regreso todavía su esperanza? Lo era para Pablo, quien escribió: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit. 2:13). Las últimas palabras de Jesús en la Biblia son: “… Ciertamente vengo en breve…” (Ap. 22:20).
La iglesia de Laodicea se ha elegido a sí misma, sin ninguna guía del Espíritu Santo, no para alumbrar al mundo, sino para dominarlo. Se ha convertido en la maestra de mentiras. Está confiada en su propia fuerza y sabiduría, mientras mezcla falsedades con la verdad del Evangelio. Ella ha decidido derribar la gran distinción que Cristo estableció entre la Iglesia y el mundo.
EL REINO DE CRISTO
Los apóstoles vieron en Jesús una sombra de la grandeza y gloria de su reino (2 Pe. 1:16). Como el Hijo de Dios encarnado, su reino sobre la Tierra no podía compararse con otros reinos terrenales. Y resucitado de los muertos, podía ser el gobernante perfecto; así serán también todos aquellos que le ayudarán en la administración de su gobierno. Sus reyes y sacerdotes deben ser hechos semejantes a Él; solamente bajo este tipo de gobierno celestial podrá establecerse un orden social perfecto, y todas las naciones habitarán en paz. La iglesia no puede reinar con Él, hasta que Él venga a establecer su reino (Mt. 25:31). Ese es el concepto apostólico del reino de Cristo.
Esto difiere en gran manera con aquellos que enseñan que Cristo comisionó a la iglesia para que administrara el reino en su ausencia y trajera a todas las naciones a su obediencia. Ellos enseñan que Cristo puede regresar solo después de que todas las naciones crean en Él, y justicia y paz llenen la Tierra. Esto es un alejamiento radical de lo que los apóstoles enseñaron.
Roma desarrolló totalmente esta doctrina de dominio siglos atrás. Fue formulada por Agustín en su Ciudad de Dios. En aquel entonces, la iglesia empezó a reclamar que habían de gobernar a favor de Cristo en su ausencia. Asegurando la absoluta supremacía de su obispo, el Papa.
Existe una negación de Satanás como “el príncipe de este mundo” ( Jn. 12:31). Ellos no pueden negar su existencia, ya que ha sido muy claramente testificado por el Señor y sus apóstoles. Tampoco pueden decir que su poder ha sido destruido y que ya no es temible. Pablo lo llamó “el dios de este siglo” (2 Co. 4:4), y Juan dijo: “… y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). En Apocalipsis 12:3 aparece bajo el símbolo del dragón, como el enemigo activo de Dios, y esto durará hasta la derrota del anticristo, hasta que él sea atado (Ap. 19:20). Pero a pesar de todas estas declaraciones, los de Laodicea ahora dicen: “Satanás ya no reina; está atado; no puede ofrecer oposición alguna a nuestra unidad o actividad misionera ni va a impedir que nosotros establezcamos el reino”.
Creyendo que ya no están expuestos a los ataques de este sutil y poderoso adversario, no ven la necesidad de estar alertas. “Estando el hombre fuerte atado, la iglesia puede apoderarse de sus bienes; estando expulsado de la tierra, la iglesia puede tomar posesión de ella”. ¡Qué perversión tan sutil de la verdad!
Jesús dijo: “… mi reino no es de este mundo… mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36). Eso es suficiente para mí, como debe serlo para todos los creyentes que tiemblan ante su Palabra. En cuanto a mí concierne, prefiero estar sentado con Cristo en lugares celestiales, y estar entre aquellos sobre los cuales Enoc profetizó: “… vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Jud. 14).
Iglesia de Jesucristo, ¡que ningún hombre te engañe concerniente al regreso de nuestro Señor! Obtén consuelo de la promesa de nuestro Señor: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:16-18).