En los últimos meses, las redes sociales y los medios de comunicación en general han publicado un sinnúmero de denuncias sobre casos de abuso sexual infantil en diversas partes del mundo, generando una justificada ola de condena. Sin embargo, pese a lo recurrente del tema, existe un vacío de información y de educación en algo tan importante como es la protección del menor.
Hay mucho desconocimiento y demasiados mitos porque, en cierta forma, la agresión sexual a menores es uno de los delitos que más repulsión genera actualmente en la sociedad.
Es necesario tomar conciencia y dar un enfoque adecuado a este tema, saber cómo abordar, prevenir y afrontar el abuso sexual infantil. Pero también, se necesita trabajar y mirar hacia el agresor sexual. No basta con eso, hay que aprender también a identificarlo.
En primer lugar, es necesario saber diferenciar entre pedofilia y pederastia. Existe una diferencia sustancial entre ambos conceptos, aunque la mayoría de personas los identifique como sinónimos.
La pedofilia es la atracción sexual que siente una persona adulta por niños de su mismo sexo, o del distinto. En cambio, la pederastia es el abuso sexual infantil propiamente dicho. En buena cuenta, la mayoría de los pederastas son pedófilos, pero un pedófilo no siempre es también un pederasta.
Con esto queda claro que ciertos pedófilos nunca han abusado de niños o niñas, no han incurrido en delito, pero se encuentran en el ámbito de la desviación o la perversión, aunque no hayan consumado sus inclinaciones sexuales.
CAUSAS Y ORÍGENES
En la actualidad, varias teorías intentan explicar las causas de la pedofilia, pero no hay consenso. Sin embargo, se podría decir que la investigación sobre la pedofilia está en pañales y que es poco lo que se sabe de su real magnitud.
En la comunidad científica la más difundida es aquella que sostiene que el pedófilo nace. Es decir, que las personas de esa naturaleza tienen un ‘cableado’ cerebral diferente.
El investigador James Canton ha estudiado diversos casos de pedófilos y observó que existe una alteración mental. Esta anomalía haría que las personas que la sufren sientan mayor atracción sexual por niñas o niños, en lugar de un sentimiento de crianza.
Por su parte, el psicoanálisis afirma que los pedófilos y pederastas tienen su origen en los traumas o abusos sexuales de la infancia. Y los criminólogos sostienen que es genético. Según el psiquiatra Ricardo Capponi, entre el 50 y el 80 % de los menores que fueron víctimas de abuso sexual se convirtieron en abusadores sexuales cuando fueron adultos.
Desde el punto de vista de esa corriente, cuando un hombre ha sufrido abuso en la infancia, en la adultez se identifica con el abusador y recrea un escenario similar para vengarse, controlar y humillar a su víctima, como una forma de reparar la angustia que siente por el trauma.
Otra constatación del estudio es que el pedófilo o el pederasta que resultó víctima de abuso, aun casado no se siente amado por su propia esposa. Por esto sale a la búsqueda de niños de la misma edad en la que fue violado, en una especie de flashback o “compulsión repetitiva” para poder revivirla de otro modo y darle un momentáneo alivio a su angustia.
EL PERFIL DEL PEDÓFILO
Es muy complejo describir con precisión la personalidad del pedófilo o el pederasta, porque la persona que comete abusos sexuales no suele revelar sus tendencias ni formas de pensar, y porque innumerables casos de violencia permanecen secretos u ocultos por vergüenza o por miedo a las consecuencias.
De las investigaciones realizadas surge que el abusador es, en su mayoría, del sexo masculino. El Centro de Estudios sobre Inversiones Sociales (Censis) de España señala que un gran porcentaje de abusos ocurre en el interior de la propia familia y el agresor es un familiar cercano. En buena cuenta, se trata de incesto.
Un estudio realizado por Seympur e Hilda Parker sobre un grupo de 54 padres incestuosos en diversas partes del mundo, muestra rasgos comunes en la per sonalidad de los abusadores. Un factor recurrente es la relación siempre problemática con sus padres, la falta de vínculos afectivos, alcoholismo o drogadicción.
Los padres abusadores difieren de los no abusadores por la forma en que perciben a sus hijos. Los abusadores tienden a interpretar negativamente el comportamiento de los niños, aun cuando esa conducta forme parte natural del desarrollo humano.
Otras investigaciones han mostrado que los padres abusadores mantienen expectativas irreales sobre el comportamiento apropiado de los hijos y se inclinan a ser más exigentes que los padres no abusadores.
Una relación de indiferencia afectiva, vinculada a una experiencia de violencia o a un abandono precoz, puede ser asimismo problemática. Los padres no incestuosos, en cambio, se mantienen atentos y dispuestos a los requerimientos de sus hijos.
En aproximadamente la mitad de los casos de incesto padre-hija o padrastrohija, la armonía de pareja entre los padres ya estaba comprometida y las relaciones conyugales suspendidas desde tiempo atrás.
Surge aquí una pregunta. ¿Cuál es la frontera entre el cariño y el abuso sexual? La marca el sentido común y una señal muy obvia: la excitación. Un adulto sano distingue entre el afecto y un componente sexual, que se manifiesta de forma evidente.
¿CÓMO SE LES DISTINGUE?
El pedófilo o el pederasta se muestra simpático con los niños o niñas. Desarrolla una capacidad de atracción que le permite ganar confianza sin necesidad de usar la fuerza.
Con los adultos, el pedófilo se siente incómodo. Por eso, procura rodearse de niños por medio del trabajo y el tiempo libre.
Se autoengañan para evadir el sentido de la responsabilidad, y eso los convierte en pervertidos, ¡un peligro para todos los infantes!
INTERNET Y EL ABUSO SEXUAL
La Internet es un peligroso nuevo medio en el que los pedófilos y pederastas actúan. Con la aparición de la red, los pedófilos han visto multiplicarse sus opciones: redes sociales, comunidades, portales y numerosos medios les permiten intercambiar y compartir contenidos y experiencias.
Allí encuentran información sobre cómo engañar a los padres de un niño, a evitar ser descubiertos y a intercambiar pornografía. Los niños y las niñas son habituales en Internet y en sus redes, lo cual los convierte en víctimas fáciles para los acosadores, quienes en muchas ocasiones suplantan su identidad para establecer contacto con los menores.
Es común ver noticias relacionadas con pederastas que captaron a sus víctimas por medio de las redes sociales o foros, que tras establecer una relación de confianza pedían fotografías a los menores y luego los chantajeaban con ellas, o casos en los que ambos llegaban a citarse para un encuentro presencial, acabado en abuso o incluso secuestro.
Por eso, es importante observar con atención a los menores para poder detectar cualquier cambio de actitud y así evitar o prevenir posibles abusos. La comunicación fluida con ellos es vital para establecer un vínculo de confianza con el fin de que el menor pueda hablar libremente. No se trata de ser alarmista, sino de prevenir situaciones que pueden dejar enormes secuelas. Hay que aprender a escuchar e interpretar los mensajes que transmiten los menores de edad.
¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
La pedofilia y la pederastia desordena el orden creado por Dios. Dios creó al hombre y a la mujer con el fin que se desearan con amor y respeto (Génesis 1:26-27). En otras palabras, ninguno de ellos se haría daño y serían personas adultas y responsables. Pero el fin de Satanás es distorsionar la creación de Dios cueste lo que cueste.
El apóstol Pablo hablando de esta gente perversa e inmunda, dice: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad…” (Romanos 1:28-29). Jesús en muchas oportunidades hizo defensa de los niños y tuvo palabras de amor para ellos (Mateo 19:14).
La Biblia sentencia esta perversidad: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).