Alabanza que transmite confianza, felicidad y esperanza. La canción “Jubilosos, te adoramos” fue compuesta en 1907 por el escritor estadounidense Henry van Dyke. Muestra en sus cuatro estrofas la alegría que envuelve a los creyentes por toda la creación de Dios y se constituye en un emblema del amor, reverencia y honra al Todopoderoso.
Los biógrafos de Van Dyke detallan que la composición fue concebida mientras el autor anunciaba el Evangelio en las instalaciones de la Universidad William College, situada en el oeste del estado de Massachusetts. Impresionado por las imponentes montañas que rodeaban el lugar, el predicador escribió un canto centrado en loar al Señor, que con su poder infinito colma de bendiciones a sus seguidores.
Consultado en alguna ocasión por la esencia de su himno, que fue publicado por primera vez en 1911 como parte de un libro de poemas, el siervo del Altísimo reveló todas las emociones que lo motivaron a componer este cántico que contiene la obra redentora de Jesucristo. Con modestia, apuntó: “Estas estrofas son expresiones simples de los sentimientos y deseos cristianos comunes. Es una canción de fe y optimismo”.
OBRERO SOBRESALIENTE
Originario de la localidad de Germantown, donde nació el 10 de noviembre de 1852, Van Dyke fue un destacado pastor que difundió con energía las buenas nuevas durante su existencia. En su juventud, luego de graduarse de la escuela Poly Prep Country Day School en 1869, estudió en la Universidad de Princeton y en el Seminario Teológico de Princeton. Después, entre 1883 y 1899, lideró un templo de Manhattan.
Leal a Dios hasta el último instante de su vida, el prolífico y fértil escritor de textos, ensayos y versos que mostraron el mensaje de Dios para la humanidad. Además, enseñó literatura inglesa en la Universidad de Princeton durante más de dos décadas. También fue embajador de Estados Unidos en los Países Bajos y Luxemburgo, por petición expresa del presidente Woodrow Wilson, de 1913 a 1916.
Adepto a la música del compositor Ludwig van Beethoven, el profesor universitario, tras concebir “Jubilosos, te adoramos”, su poema cumbre, dispuso que fuera entonado con la melodía de la última sección coral de la Novena Sinfonía del destacado pianista alemán: el “Himno a la alegría”. Su determinación y arrojo posibilitó que su texto se fundiera con las armonías del músico germano y produjera una notable canción.
Henry van Dyke, quien compartió la Palabra en el funeral del escritor Mark Twain, dejó de existir el 10 de abril de 1933 después de servir al Salvador con todas sus fuerzas. Su labor en pro de la divulgación de la doctrina de Cristo vive hoy en cada una de sus poesías, pero de forma principal en su memorable alabanza “Jubilosos, te adoramos”. Un escrito que es útil, como una perfecta herramienta, para adorar al Señor.