Por Josh McDowell & Sean McDowell (*)
Alguna vez ha leído un pasaje de la Biblia y se ha preguntado: ¿Qué significa esto? O quizás entendió el pasaje, pero se preguntó: ¿Es realmente importante para nosotros hoy? Y luego están los críticos de hoy en día, que se mofan de la idea de tomar en serio la Biblia.
La Biblia es un regalo de Dios por el que debemos estar muy agradecidos. Este libro, que es el Libro de Dios, revela información que nunca sabríamos de otro modo. Por ejemplo, nos habla de la creación de los cielos y las estrellas, la Tierra y la primera pareja humana.
La Biblia también es un regalo conmovedor, ya que enseña algo sobre la persona que lo hizo, Jehová. Con este libro, Dios demostró que quiere que lo conozcamos bien, ( Jeremías 9:24). De hecho, la Biblia nos ayuda a acercarnos a Él.
1. ¿Fue la Biblia inspirada por Dios? Cuando el apóstol Pablo dijo que “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), usó una palabra griega específica: dseópneustos, que literalmente significa “inspirada por Dios” (dseós, Dios; pnéo, soplar).
Jesús se refirió a las Escrituras, cuando les dijo a los fariseos que estaban haciendo mal uso de la enseñanza bíblica: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios [la Escritura] por vuestra tradición” (Mateo 15:6). Pablo explicaba cómo “les ha sido confiada la Palabra de Dios” al pueblo judío (Romanos 3:2).
Pedro dijo que “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20-21).
2. ¿Tiene errores la Biblia? Los teólogos cristianos conservadores afirman que la Biblia no tiene errores (es inerrante). Cuando se conocen todos los hechos en torno a las Escrituras (tal como fueron escritas en los originales) y se interpretan correctamente, son fieles y verdaderas en todo lo que afirman.
Los 66 libros de la Biblia fueron escritos por casi 40 autores a lo largo de un período muy extenso (aproximadamente unos 1500 años). Sin embargo, de manera milagrosa Dios reunió Su Palabra bajo un solo tema: La redención de Dios al hombre, por medio de Jesucristo.
Dios también expresó Su Palabra en una serie de estilos y formas literarias, desde los lamentos de Jeremías, hasta la exaltada poesía de Isaías y los Salmos. La Palabra de Dios está llena de relatos históricos, parábolas, cartas, alegorías, metáforas, símiles, sátiras e hipérboles.
Dios asume el carácter pleno de aquellos por los que habla: la lógica bien integrada de un erudito (Pablo, en sus epístolas), la perspectiva sacerdotal de un teólogo (el escritor de Hebreos), el talento de un poeta cantor (David, en los Salmos), y la desesperación y agonía de un pueblo ( Jeremías, en Lamentaciones). La verdad de Dios es presentada a través de sus portavoces humanos; que transmiten el mensaje exacto y libre de errores, que Dios quiere que recibamos.
3. ¿La Biblia es precisa? Aunque los escritos originales de la Biblia no contenían errores, ninguno de los autógrafos, existe hoy en día. Lo que tenemos son copias de lo que se escribió originalmente. Los que hicieron las copias (escribas) hicieron todo lo posible por copiar con exactitud, y si se cometieron algunos errores, las futuras copias manuscritas reprodujeron esos errores. Los manuscritos más antiguos tienden a ser más precisos, porque están más cerca de los originales. Pero no sabíamos cuán increíblemente precisas eran las copias del AT hasta el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947.
Antes de 1947, el manuscrito hebreo más completo que poseíamos databa del 900 d.C. Pero con el descubrimiento de más de 800 manuscritos en las cuevas del lado oeste del mar Muerto tuvimos acceso a manuscritos del AT datados por los paleógrafos alrededor del 125 a.C. Estos rollos, eran mil años más antiguos que cualquier otro manuscrito conocido.
Pero aquí está la parte interesante: una vez que los Rollos del Mar Muerto fueron comparados con las copias manuscritas posteriores, la Biblia hebrea entonces vigente resultó ser idéntica, palabra por palabra, en más del 95 por ciento del texto. El otro 5 por ciento consistía principalmente en variaciones ortográficas.
El mayor descubrimiento de manuscritos de todos los tiempos, reveló que, después de mil años de copiar el Antiguo Testamento, solo surgieron variantes menores, ninguna de las cuales alteraba el claro significado del texto o ponía en duda la integridad fundamental del texto.
4. ¿Lo que tenemos hoy, es en realidad la Palabra de Dios?
Hoy en día nuestra Biblia completa consta de 39 libros del AT y 27 libros del NT. Pero, ¿cómo sabemos que estos son los libros inspirados por Dios que Él preparó para nosotros? ¿Es posible que se hayan pasado por alto otros libros inspirados divinamente? ¿Cómo sabemos que tenemos todos los escritos que Dios inspiró?
Se llamó canon a la lista de 66 libros aceptados como palabra inspirada por Dios. La palabra canon proviene de la palabra griega kanon, que significa “regla” o “principio”. En otras palabras, hubo un estándar muy alto, una herramienta de medición necesaria para aceptar un libro como “inspirado por Dios”.
Contrariamente a lo que dicen algunos críticos modernos, los antiguos líderes judíos y eclesiásticos no crearon el canon. Simplemente reconocieron o descubrieron cuáles libros eran inspirados divinamente, desde el comienzo del proceso. Un determinado escrito no recibía autoridad de ser Escritura solo porque los antiguos líderes judíos o cristianos así lo determinaban. Más bien, era aceptado por los dirigentes y el pueblo porque les resultaba evidente que Dios mismo había dotado a tal escrito de autoridad divina.
Veamos cuatro principios o reglas que determinaban si una carta o libro debía ser reconocido como divinamente inspirado:
• El escrito debía tener como autor a un profeta o apóstol de Dios o alguien relacionado con ellos.
• El mensaje del libro debía concordar con lo que ya había sido revelado por Dios.
• El escrito claramente debía evidenciar la presencia confirmadora de Dios.
• El libro debía ser ampliamente aceptado por la iglesia desde una fecha temprana.
Para el año 300 a.C. y no más tarde del 150 a.C., los 39 libros del AT ya habían sido escritos, reunidos y oficialmente reconocidos como libros canónicos. El texto hebreo de estos 39 libros se dividió originalmente en 24 libros: cinco pertenecían a la Ley (de Moisés), ocho a los Profetas y once a los Escritos.
Entre el 200 y 300 d.C. los líderes de la iglesia comenzaron a fijar los criterios para el reconocimiento de los escritos de los apóstoles como inspirados por Dios. En el año 367 d.C. Atanasio de Alejandría proporcionó la primera lista oficial de los 27 libros del NT que tenemos hoy. Y a finales del siglo IV ya había consenso. Los 27 libros fueron canonizados por los concilios de Hipona (393 d.C.) y de Cartago (397 d.C.). No se trataba de un grupo de ancianos de la iglesia que autorizaba una colección de escritos religiosos; más bien, reconocieron que esta colección de libros, tenían las suficientes evidencias para afirmar que era la Palabra de Dios.
5. ¿Es la Biblia históricamente exacta y confiable?
Hay quienes piensan que se puede confiar en la Biblia en asuntos morales, pero no en cuestiones relacionadas con la historia; sin embargo, muchas de las verdades de la Biblia tienen sus raíces en la historia. Por ejemplo, es fundamental que Jesús haya sido un personaje histórico y que la resurrección corporal sea una realidad histórica. Pablo afirmó: “y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:17).
La Biblia revela quién es Dios, quiénes son los seres humanos, cómo estos se separaron de Dios, y de qué manera estableció su plan redentor para restaurarlos. Y es de vital importancia que sus palabras sean transmitidas con precisión de generación a generación. Así que la pregunta es: ¿Podemos estar seguros de que lo que Dios ha inspirado y se escribió realmente ha sido preservado como un registro exacto de la historia?
Dios ha dirigido milagrosamente la transmisión de las Escrituras para asegurar que pasaran con exactitud de una generación a otra.
6. ¿Cómo debemos interpretar la Biblia para saber lo que significa para nosotros hoy?
La Biblia fue escrita en tiempos y lugares muy diferentes a los del siglo XXI. Es verdad que el Antiguo Testamento se escribió entre el 1500 y el 100 a.C. Las culturas eran diferentes, lo que la gente hacía y cómo se expresaba no se asemejaban al lenguaje y las actividades de nuestro mundo moderno.
Pero, a pesar de todas estas diferencias culturales, la Biblia sigue siendo relevante en sumo grado para nosotros hoy. Para interpretar y entender cuán importante es la Palabra para nuestra vida es necesario seguir un proceso de dos pasos. El primero es determinar qué significaron los pasajes a aquellos que primero los hablaron o escribieron, y qué significaron a los que los oyeron o leyeron. Dado que se escribió en diferentes períodos de tiempo, debemos entender su contexto histórico o cultural. Para aplicar una verdad determinada a nuestra vida debemos comprender las actitudes, los escenarios, el estilo de vida y la estructura política de la época en que fue dada.
En este primer paso tenemos que recordar que no hay nada hablado o escrito en las Escrituras que se haya escrito o hablado directamente a nosotros que vivimos en este siglo XXI. Moisés y los profetas hablaron a los hijos de Israel. Jesús habló a sus discípulos, a las multitudes y a varios individuos. Cuando los apóstoles escribieron los Evangelios y Pablo, Pedro, Santiago y los otros escribieron los demás libros del Nuevo Testamento, escribieron para ciertos oyentes o lectores de su tiempo. Por lo tanto, nuestra primera tarea consiste en interpretar lo que Él se propuso comunicar en aquel tiempo.
Pero luego viene el segundo y muy importante paso: entender la universalidad y la relevancia de la verdad que Dios nos ha revelado hoy. Esto es vital cuando se trata de extraer el significado que Dios le da al texto. Cuando los lectores imponen su óptica personal o sus propias ideas a un pasaje, es muy fácil llegar a tener puntos de vista diferentes y contradictorios sobre una verdad particular. Pero gran parte de esto puede evitarse si seguimos un proceso que nos lleve a descubrir el significado de una verdad de Dios. Este proceso se llama exégesis.
Exégesis proviene de la palabra griega exegéomai, que significa “dar a conocer, explicar respecto a la enseñanza y revelar”. Es la palabra que Juan utiliza cuando afirma que Jesús nos “ha dado a conocer” a Dios ( Juan 1:18).
Hacer la exégesis de un pasaje significa que debemos entender el significado de las palabras y situarlas en su contexto (literario, histórico y teológico). Si leemos un pasaje fuera de este contexto, estamos en peligro de leer otro significado del texto, que simplemente no está ahí. Los estudiosos llaman a esto eiségesis o “leer información dentro de un texto que no se encuentra ahí”. De ahí surgen la mayoría de los errores de interpretación. Y mucho de esto se puede evitar, si leemos un texto dentro de su contexto. Y luego aplicar adecuadamente su verdad a nuestra cultura y vida personal.
LA TRANSMISIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO (AT)
Una de las maneras que Dios empleó para garantizar que el AT se transmitiera con precisión fue escoger, llamar y desarrollar a una nación de hombres y mujeres que tomaron muy en serio el Libro de la Ley. Dios ordenó e inculcó en el pueblo judío una gran reverencia por las Escrituras. Entre los siglos V y III a.C. surgió una clase de eruditos judíos llamados soferim, de la palabra hebrea “escribas”. Estos custodios de las Escrituras hebreas se dedicaron a conservar cuidadosamente los antiguos manuscritos y hacer copias nuevas.
Los soferim fueron eclipsados por los escribas talmúdicos, los cuales protegieron, interpretaron y comentaron los textos sagrados desde cerca del 100 a.C. hasta el 500 d.C. Los escribas talmúdicos fueron seguidos por los más conocidos escribas masoréticos (alrededor del 500 al 900 d.C.).
Los escribas talmúdicos, establecieron disciplinas estrictas y detalladas para la copia de manuscritos. Sus reglas eran tan rigurosas, que cuando se completaba una nueva copia recibía la misma autoridad de la que procedía porque estaban completamente convencidos de que tenían un duplicado exacto.
LA TRANSMISIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO
Si bien hubo expertos escribas hebreos que hicieron copias de los manuscritos del AT, no ocurrió lo mismo con el NT. Hay varias razones que lo explican: 1) el liderazgo oficial judío no respaldó el cristianismo; 2) las cartas y las historias que hicieron circular los autores del NT no eran consideradas como Escritura oficial; y 3) los documentos no se escribieron en hebreo, sino en griego y arameo. Por lo tanto, no se siguieron las mismas disciplinas formales en la transmisión de estos escritos de una generación a otra. En el caso del NT, Dios hizo algo nuevo para asegurar que Su Palabra fuera preservada con precisión.
Los historiadores evalúan la confiabilidad textual de la literatura antigua de acuerdo con dos criterios: 1) el intervalo de tiempo transcurrido entre el original y la copia más temprana, y 2) el número de copias disponibles del manuscrito.
Por ejemplo, casi todo lo que sabemos hoy de las hazañas de Julio César en las Guerras de las Galias (del 58 al 51 a.C.) proviene de diez copias manuscritas de la obra de César Las Guerras de las Galias. La primera de estas copias data de un poco menos de mil años después de que se escribió el original. Nuestro texto moderno de la Historia de Roma de Tito Livio cuenta con un manuscrito parcial y 19 copias muy posteriores, datadas entre 400 y 1.000 años después del escrito original.
En comparación, el texto de la Ilíada de Homero es mucho más confiable. Se conservan aproximadamente 1.757 copias manuscritas hoy en día, con una simple diferencia de tiempo de 400 años entre la fecha de composición y la primera de estas copias.
Si empleamos esta norma aceptada para evaluar la confiabilidad textual de los escritos antiguos, el NT pertenece a una categoría especial. Ningún otro libro del mundo antiguo, puede incluso acercarse a su confiabilidad textual.
Cerca de 25.000 manuscritos o fragmentos de manuscritos del Nuevo Testamento reposan en las bibliotecas y universidades del mundo en idiomas tales como el copto, el latín y el armenio. Entre estos hay casi 5.800 manuscritos griegos del NT (más de tres veces el número de copias de la Ilíada). El más antiguo de estos manuscritos es un fragmento del Evangelio de Juan, ubicado en la Biblioteca John Rylands de la Universidad de Manchester, Inglaterra; este manuscrito data, dentro de los 50 años después de que el apóstol Juan escribiera el original. Existen pruebas convincentes de que una parte del Evangelio de Marcos, recientemente descubierta, data del siglo I.
Podemos estar seguros de que los textos del Nuevo y del Antiguo Testamento han sido transmitidos a lo largo de los siglos con precisión y exactitud.
(*) Joslin “Josh” McDowell es un escritor cristiano evangélico estadounidense. Algunas de sus obras más conocidas son El factor de la resurrección, Evidencia que exige un veredicto, Es bueno o es malo y Los engañadores. Sean es su hijo y sigue los pasos del padre.