El profeta Zacarías habla de los que menosprecian las pequeñeces, olvidándose que Dios siempre ha usado a los pequeños y a lo pequeño. Con razón dice la Palabra de Dios: “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:27-29).
El hombre esperaba que el Mesías naciera en un palacio; Dios lo envió a nacer en un pesebre.
El hombre esperaba que el Mesías naciera de gente noble; Dios lo envió a nacer de aldeanos humildes.
El hombre esperaba que el Mesías fuera un general famoso; Dios lo envió como un carpintero humilde.
El hombre esperaba que el Mesías le librara del yugo político; Dios lo envió para librarle del yugo espiritual.
El hombre esperaba que el Mesías se iniciara con una gran ceremonia protocolar en el suntuoso templo; Dios lo envió a iniciarse en las márgenes del fangoso río Jordán.
El hombre esperaba que el Mesías se graduara en la Universidad de Jerusalén; Dios lo envió a vencer la tentación en el desierto.
El hombre esperaba que el Mesías arengara a las multitudes y sembrara odio contra los enemigos; Dios lo envió a pronunciar las bienaventuranzas y la ley del amor al prójimo.
El hombre esperaba que el Mesías fuera un conquistador de reinos humanos; Dios lo envió a ser un conquistador de corazones.
El hombre esperaba que el Mesías se rodeara de figuras ricas y aristocráticas; Dios lo envió a rodearse de publicanos, pescadores y humildes del pueblo.
El hombre esperaba que el Mesías fuera meramente un gran Maestro que entretuviera el intelecto; Dios lo envió a ser el Gran Salvador que convirtiera el corazón.
El hombre esperaba que el Mesías fuera un gran jerarca religioso; Dios lo envió a ser humilde predicador de buenas nuevas.
El hombre esperaba que el Mesías montara sus oficinas en los cómodos recintos del templo o del palacio; Dios lo envió a transitar los polvorientos caminos sin tener donde reclinar su cabeza.
El hombre esperaba que el Mesías condenara a todos los gentiles y a todas las naciones paganas que no eran de su raza ni de su credo; Dios lo envió a salvar a todo el mundo.
El hombre esperaba un Mesías exclusivista y sectarista; Dios lo envió a no hacer acepción de personas.
El hombre esperaba que el Mesías muriera como un gran patricio; Dios lo envió a morir como un vil malhechor.
Es el orgullo, la soberbia y la vanidad del hombre lo que le pierde y lo que trastorna todo. Fue el orgullo de Lucifer lo que hizo que se pierda y lo que trastornó todo.
El orgullo y la soberbia del hombre, si pudiera, le negaría a otros el sol, la lluvia, los alimentos, la amistad, la familia, la salvación, el cielo, la eternidad.
El orgullo religioso y sectario de Jonás le condujo en dirección opuesta a la que Dios le había enviado, y nada le importaba, así se perdieran miles de almas. Tuvo Dios que intervenir en la arrogancia y la vanidad del profeta, y entonces éste exclamó: “Los que siguen las vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan” (Jonás 2:8).
Amado hermano, cuando te sientes incapacitado, es entonces cuando Dios te capacita. Cuando te sientes pequeño, es entonces cuando Dios te levanta. Cuando encuentras que eres inútil, es entonces cuando Dios te hace útil. Cuando hallas que eres vil y menospreciado, es entonces cuando Dios te hace digno y apreciado. Cuando descubres que nada tienes, es entonces cuando Dios te da en abundancia. Cuando descubres que nada puedes, es entonces cuando Dios te hace poderoso.
¿Sabes? Es que Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Amado, tú puedes ser usado en las manos de Dios de manera maravillosa. Entrega en las manos de Dios tu vida, tus talentos, tu tiempo, y todo lo que tengas. Recuerda que el mundo todavía no ha visto todo lo que Dios puede hacer a través de un hombre completamente rendido a Su voluntad.
Los esfuerzos misioneros y evangelísticos son una obra grande para la gloria de Dios. Y Dios está realizando esta gran labor, usando esfuerzos pequeños, ofrendas pequeñas, gente pequeña. Tu pequeño esfuerzo unido al pequeño esfuerzo de otros, está obrando maravillas. L. M. O.