Para que el pueblo de Dios pueda escuchar y responder a este sentido clamor macedonio, no puede estar entretenido en frivolidades, ni en comodidades, sino solamente encendidos con el fuego de Dios. Solamente el fuego de Dios ardiendo en la vida del creyente y de la Iglesia le moverá a responder el clamor del macedonio y a evangelizar al mundo. El fuego de Dios es lo que hace la diferencia.
Fue el fuego de pentecostés lo que rápidamente produjo tres mil conversiones. Es la llama del Espíritu Santo lo que moviliza la Iglesia a evangelizar y ganar almas. Hombres encendidos con el fuego de Dios son invencibles. El infierno y el diablo tiemblan cuando estos hombres avanzan con el fuego de Dios en sus vidas. Lo que la Iglesia necesita es el fuego de Dios.
Hermano, ¿qué harás ante este llamado macedonio? ¿Qué harás ante la triste realidad de tantos millones de almas que moran en tinieblas y que piden luz? Si te falta ese divino fuego de Dios en tu vida, nada harás. Ni orarás con carga en favor de ellos. Ni ofrendarás con sacrificio para que otros les lleven la luz. Ni mucho menos irás tú mismo. Si te falta ese divino fuego, dobla tus rodillas diariamente y pide que Dios te incendie, que te haga una antorcha encendida alumbrando el camino a los perdidos.
Hermano, nosotros estamos entregados en cuerpo y alma a la tarea de llevar la luz del Evangelio y necesitamos tu oración y tu cooperación.
