Cuando un hombre se ha arrastrado durante años en un cristianismo convencional y de repente levanta un vuelo a una inteligencia espiritual y se hace activo y fervoroso en la batalla por el Señor, mostrando un incansable celo por los perdidos, hay alguna razón para ello. El secreto de este hombre o mujer que se levantan como un jet en los caminos del Señor es que en algún lugar o de alguna manera ha tenido, como Jacob, un encuentro con Dios y ha sido herido en su naturaleza carnal, pero ha sido fortalecido por el Espíritu Santo.
Hay dos factores indispensables para la vida cristiana que tiene éxito: son visión y pasión. Los hombres pueden vencer imponentes tempestades de criticismo carnal y escalar las más peligrosas alturas de despiadada oposición diabólica para plantar por encima de todo la cruz de Cristo. ¿Cómo? Si han cogido una visión y contraído, una pasión.
Algunos nos exhortan ahora a no hacernos tan fanáticos que no seamos útiles para las cosas terrenas. Hermano, este peligro no existe en la generación actual. La verdad brutal y sin paliativos de nuestros días es que somos tan terrenales que apenas somos útiles para las cosas celestiales.
Amigo, si fueras tan diligente en el cuidado de las almas como lo eres para tus negocios serías una amenaza al diablo; pero si fueras tan poco diligente para tus negocios terrenales como lo eres para los negocios celestiales, es seguro que tendrías que mendigar tu pan.
George Deakin declaró esta acertada sentencia: Una visión sin una tarea hace un visionario; una tarea sin visión, un galopín sin oficio ni beneficio; una visión y una tarea, un perfecto misionero.
Isaías tuvo una visión cuando murió el rey Uzías. Quizá hay una persona en tu vida que está impidiendo tu plena visión del Señor. La expansión espiritual tiene un alto precio y hay que pagarlo a veces mediante una decisión crucial. ¿Estás preparado para una visión a ese alto precio, la pérdida de un amigo o de una carrera? No hay precios de ganga para una verdadera renovación espiritual. Si sólo quieres ser sabio y santificado para tu propia satisfacción, el ejército del Señor no tiene necesidad de ti.
Isaías tuvo una visión en tres dimensiones. En Isaías 6:5-9; “¡Ay de mí!”, una frase de confesión; “He aquí”, la palabra de limpieza; “Anda”, la palabra de comisión.
Fue una visión de santidad. ¡Amados míos, cómo necesita nuestra generación una visión de Dios con toda su santidad! De humillación: “Siendo hombre inmundo”. De anhelo: “¿Quién irá?”
Fue una visión de altura –vio al Señor sobre un trono alto y sublime. Una visión de profundidad –vio los escondrijos de su propio corazón. Una visión de anchura –vio al mundo.
En esta hora cuando la generalidad de la Iglesia conoce más de promoción que de oración; cuando se ha olvidado la consagración, convirtiéndola en competencia, y ha sustituido la propagación por propaganda, esta triple visión es imperativa.
Donde no hay visión “el pueblo perece”. Donde no hay pasión, perece la Iglesia aun cuando se vea llena hasta las puertas.
Nadie vive más allá de su visión. Inteligentes teólogos no pueden romper las murallas de hierro de la superstición y oscuridad espiritual tras las cuales han vivido millones de seres humanos durante milenios. Sólo hombres quizá con menos profundidad intelectual, pero con más profundidad de visión pueden hacerlo.
Ser espiritual produce gozo y paz; sin embargo, el hombre espiritual no puede pasar por encima de hechos conturbadores como los siguientes. Leedlo y llorad:
JAPÓN.- El gobierno declara que su población excede de los 70 millones de seres humanos y está creciendo a razón de un millón cien mil personas por año. Esto significa un aumento de cinco millones de almas sin Cristo cada cinco años, pues no pueden calcularse los verdaderos convertidos anualmente en más de cien mil. Pon esto en tu lista de oración.
COREA.- Allí hay1 nueve millones de habitantes la mayoría refugiados, sin hogar y casi sin alimentos.
INDIA.- Centenares de millones de seres viviendo en tinieblas y sombra de muerte.
PALESTINA.- Un millón de refugiados árabes.
EUROPA.- Once millones de personas desplazadas. ¡Qué dolor de corazón causa este pensamiento!
CHINA.- Más de 300.000 refugiados de la China comunista viven en chozas en los suburbios de Hong-Kong.
Y si venimos a la condición espiritual, ¡qué peso abrumador produce en el alma cristiana pensar que existen quince millones de judíos, trescientos millones de budistas, ciento setenta millones de mahometanos, trescientos cincuenta millones de confucionistas, cincuenta millones de hinduistas, noventa de sintoístas, y otros millones de paganos para quienes Cristo murió, pero que no han sido alcanzados con las Buenas Nuevas del Evangelio!
Aun en la misma América del Norte, tan cristiana, se calcula que hay veintisiete millones de menores de edad que no reciben educación cristiana, y diez mil aldeas sin iglesia alguna. Casi un millón de personas mueren cada semana en el mundo sin Cristo. ¿No significa nada esto para ti? Quizá, ¡quién sabe!, Dios está más enojado con América del Norte e Inglaterra que contra Rusia. ¿Te parece raro? Considera serenamente que en Rusia hay millones que no han tenido jamás la oportunidad de escuchar un claro mensaje del Evangelio, ni tener una Biblia, ni les es fácil escuchar un programa evangélico por radio. Millones acudirían a una iglesia si pudieran.
Se cita a William Booth, el fundador del Ejército de Salvación, quien decía que quisiera, si fuese posible, que sus soldados, como final de su entrenamiento, pudieran estar 24 horas contemplando los sufrimientos eternos del Infierno. El fundamentalismo, que profesa la misma fe que Booth, necesita tal visión. Y el grandilocuente predicador modernista lo necesita todavía más.
Carlos Peace era un criminal que no respetaba leyes divinas ni humanas. Finalmente fue capturado y condenado a muerte. En la fatal mañana de su ejecución, mientras era conducido de su celda al cadalso, en la prisión de Armley (Leeds), Inglaterra, iba delante el capellán de la prisión leyendo rutinariamente textos bíblicos que hablan de la condenación y de la vida eterna que Cristo Jesús vino a obtenernos con su sacrificio. El reo tocó al predicador por la espalda y le preguntó qué estaba leyendo. “Son los consuelos de la religión, para esta hora fatal”, respondió el clérigo. “¿Y usted cree que todo esto es verdad?”, replicó el criminal. El oír leer de un infierno con fuego que nunca acaba de consumir a sus víctimas, con la indiferencia con que lo estaba haciendo el funcionario de la prisión, era demasiado para Carlos Peace, y al mismo pie del cadalso, en el patio de la cárcel, le espetó el siguiente sermón: “Señor, si yo creyera lo que usted y su iglesia dicen aun cuando Inglaterra estuviera cubierta de costa a costa de cristales rotos yo iría descalzo, o de rodillas, a predicar a las gentes que se arrepintieran y evitaran semejante suerte. Creo que los cristianos no deberían vivir para otra cosa que para salvar almas, si realmente creyeran lo que dicen creer.”
Querido lector, porque la Iglesia ha perdido el fuego del Espíritu Santo los hombres van al fuego del infierno. Necesitamos una nueva visión del santo Dios.
Estar en su presencia un rato con temor y temblor antes de dirigirnos a nuestro trabajo diario sería un poderoso estimulante para nuestras almas. Quien teme a Dios no teme a los hombres. El que se arrodilla ante Dios sabrá estar de pie ante cualquier situación difícil. “Un ministro santo sería una poderosa arma en las manos de Dios”, decía Roberto Murray McCheyne.
¿Puede el Espíritu Santo ser invitado a acompañarnos por los corredores de nuestra alma? ¿No hay allí fuentes secretas de mal? ¿Motivos egoístas y cámaras secretas conteniendo cosas corruptas que dominan nuestras almas? Se ha dicho que hay tres personas en cada uno de nosotros. La que nosotros pensamos ser, la que la gente piensa que somos y lo que somos realmente a los ojos de Dios.
No sirve llamar al pecado con algún otro nombre, diciendo: “Aquella persona sí que tiene el genio diabólico, el mío es sólo justa indignación por ciertas cosas. Ella es intratable; mi irritabilidad es sólo un caso de nervios. Él es codicioso; yo no hago sino extender mi negocio. Él es terco; yo soy solamente un hombre de convicciones. Ella es orgullosa; yo no hago más que tener buen gusto por las personas y los objetos.” Hay excusa para todo, si nos lo proponemos.
Pero el Espíritu Santo no nos engaña ni disimula nada si nos sometemos a su infalible escrutinio. Jesús dijo (al ciego): “¿Qué quieres que te haga?” Él le respondió: “Maestro, que recobre la vista” (Marcos 10:51). Pidamos vista, vista espiritual, interior y exterior. Entonces, como Isaías, miraremos arriba y veremos al Señor con toda su santidad miraremos a nuestro interior y veremos nuestra necesidad de limpieza y poder; miraremos fuera y veremos a un mundo que perece y necesita un Salvador.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame, y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Salmo 139:23, 24). Entonces habrá unción en el púlpito y movimiento en los bancos de la Iglesia.