Esta es una pregunta que surge con frecuencia en los estudios bíblicos, en las congregaciones, en los institutos bíblicos y en convenciones. ¿Vino Samuel? ¿No fue Samuel? ¿Fue un espíritu malo? ¿Quién fue?
En este asunto la pocision generalizada es una posición ambigua. ¡Tal vez! ¡A lo mejor vino! ¡Quien sabe! ¡Lo dudo! ¡Difícil! ¡Es probable! ¡Es posible!
Por espacio de muchos años esa posición ambigua fue mi posición pública, mas en mi fuero interno tal posición no me satisfacía, pues comprendía que tenía que ser una de las dos posiciones: o fue Samuel, o no fue Samuel.
Pero hace unos años, estudiando detenidamente la Palabra de Dios sobre el particular, pude llegar a una conclusión bíblica. Considerando que esta pregunta surge cada vez con mayor frecuencia, especialmente por causa del auge del ocultismo en todo el mundo, he optado por escribir y publicar el mencionado libro y en esta ocasión traerlo en forma de mensaje, aunque no completo.
ISRAEL, ERA UNA TEOCRACIA
Israel era una teocracia, esto es, el gobierno cuya autoridad procede de Dios, autoridad que es ejercida por sus ministros o voceros escogidos.
La teocracia en Israel duró alrededor de mil cuatrocientos años, desde el Éxodo y las tablas de la Ley, hasta Samuel, el último de los jueces, pues el pueblo rechazó a Dios y a Samuel, y pidió rey.
SAMUEL, ÚLTIMO PORTAVOZ DE LA TEOCRACIA
Samuel fue el último portavoz de la teocracia, es uno de los grandes protagonistas de la Biblia, ejerció simultáneamente los tres grandes oficios en el pueblo de Israel: Profeta, sacerdote y juez. Y los tres los ejerció a cabalidad, con corrección, con dignidad y con temor de Dios.
En sus últimos días él convocó al pueblo y les retó que atestiguaran contra él si en algo había defraudado a alguien, y el pueblo respondió: “Nunca”. El salmista señaló a Samuel como un hombre de íntima comunión y de una confianza grande en Dios. “Y Samuel entre los que invocaron su nombre, invocaban a Jehová, y Él les respondía” (Salmo 99:6).
Dios mismo dio testimonio de como Él honraba a Samuel. “Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo” (Jeremías 15:1).
Este gran varón de Dios fue el último juez y por lo mismo el último portavoz de la teocracia. Ministró alrededor de cuarenta y siete años y tenía como ochenta y ocho años de edad cuando murió.
ISRAEL PIDE REY
Samuel había envejecido y designó a sus hijos, Joel y Abías, como jueces sobre Israel. “Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (1 Samuel 8:3).
La ancianidad de Samuel y la perversión de sus hijos fue tomado como pretexto por los ancianos de Israel para pedir rey. Rechazaron el gobierno de Dios por el gobierno del hombre, la teocracia por la monarquía (1 Samuel 8:4-22).
SAÚL ES ESCOGIDO
“Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis… Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso… un día antes de que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel” (1 Samuel 9:1, 2, 15, 16).
Después de la llegada de Saúl, “tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?” (1 Samuel 10:1). “Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey!” (1 Samuel 10:24). ¡Fue en busca de unas asnas y encontró un reino!
LOS PRIMEROS PASOS DE SAÚL COMO REY
Cuando Samuel le dijo a Saúl que Dios le había escogido por príncipe, Saúl humildemente contestó: “¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?” (1 Samuel 9:21). Y cuando Samuel lo fue a presentar como rey delante del pueblo Saúl se escondió. Sus primeros pasos fueron dados en humildad y dependencia de Dios y de Samuel.
Saúl obtiene una gran victoria contra los amonitas en favor de los de Jabes de Galaad. El secreto de esa gran victoria fue que “el Espíritu de Dios vino sobre él con poder” (1 Samuel 11:6). Pero la humildad y la obediencia de Saúl duraron escasamente dos años.
Después de unos cuantos errores por parte de Saúl, los cuales los señala ampliamente la Biblia, Saúl comete su error decisivo de desobedecer, de rebelarse contra el mandato de Dios con respecto a Amalec. Ante la gravedad de su pecado Saúl es desechado. Saúl es acusado de desobediente, obstinado y rebelde contra Dios; y esto equivale a los pecados de adivinación, a tener ídolos y ser idólatra. Por lo mismo es desechado por segunda vez y definitivamente. “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, Él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Samuel 15:23).
Samuel se fue a Ramá, y Saúl se fue a Gabaa (1 Samuel 15:34). “Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel” (1 Samuel 15:35).
EL ESPÍRITU DE DIOS SE APARTA DE SAÚL
Cuando Dios ordenó a Samuel que fuera a la casa de Isaí a Belén a ungir otro rey, y conociendo Samuel que Saúl estaba desequilibrado, temió por su propia vida, y dijo: “Si Saúl lo supiera, me mataría” (1 Samuel 16:2).
Dios le dio las instrucciones a seguir, y David fue ungido como rey, aunque no ascendería al trono hasta la muerte de Saúl, varios años después. Pero “desde aquel día el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). ¡Que precioso!
Pero, ¡que trágico! “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1 Samuel 16:14). Al apartarse el Espíritu de Dios, tenía que venir un espíritu malo, y Dios tenía que permitirlo porque Saúl lo permitía.
DEMONIOS DE CELO, DE ENVIDIA, Y DE HOMICIDIO
Los años transcurren con Saúl así caído, desechado, atormentado, sin paz, sin gloria; y otra guerra surge con los filisteos. Mas David venció al gigante Goliat y por ende una tremenda derrota de los filisteos y una gran victoria de Israel (1 Samuel 17:40-51). Después de esta gran victoria de David, éste quedó en palacio, y entre David y Jonathan, hijo de Saúl, se entabló una sincera y estrecha amistad.
Puesto que la victoria de David había sido la victoria de Saúl y de todo el pueblo, en todas las ciudades había celebraciones. Las mujeres cantaban: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles.” Saúl era atormentado por un demonio, y ese demonio hizo que se enojara por causa de ese cántico popular, y dijo: “A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino” (1 Samuel 18:6-8).
Y vinieron otros demonios, el de celo y el de envidia. Saúl lo que quería era seguir siendo rey, aunque estuviera caído, desechado y atormentado.
“Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David… al otro día, que un espíritu malo… tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa” (1 Samuel 18:10). Nótese que ya no solo era que el espíritu malo atormentaba a Saúl, sino que “lo tomó”, lo poseyó. Saúl ya estaba poseído del demonio, era un endemoniado.
Y también nótese que dice que “desvariaba”. “Desvariar”, significa: delirar, decir despropósitos, hablar desatinos y locuras.
Es sumamente interesante que la versión de la Biblia en inglés King James, la versión aramea, y otras versiones, en la palabra “desvariar” aparezca “profetizar”. Es decir que por obra del demonio, Saúl comenzó a “profetizar”. El propósito del demonio, en “profetizar”, era ponerle un ropaje religioso al crimen que incitó a cometer a Saúl. En la Biblia hay muchos otros casos de demonios usando a personas para profetizar; también los hay en nuestros días.
Mientras David tocaba el arpa, Saúl poseído del demonio “profetizaba”, “y arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces” (1 Samuel 18:11).
Una vez más afirma la Escritura: “Jehová estaba con David, y se había apartado de Saúl” (1 Samuel 18:12). Luego continúo una cacería implacable de Saúl para matar a David, impulsada por los demonios que poseían a Saúl. Y este era otro intento de Satanás para impedir el advenimiento del Hijo de David, nuestro Señor Jesucristo.
Tan endemoniado estaba Saúl que realizó veintiún intentos para asesinar a David, y con la circunstancia agravante de la premeditación. Mató a ochenta y cinco sacerdotes, porque uno de ellos le dio alimento a David mientras huía. Tiró la lanza para matar a su propio hijo Jonathan, porque era amigo de David. Era un criminal consumado, loco esquizofrénico, endemoniado.
En varias ocasiones Saúl rechazó la oportunidad de reconciliarse con David y siguió su cacería.
EL PECADO DE ADIVINACIÓN Y NIGROMANCIA
La ADIVINACIÓN es la práctica ocultista para querer conocer y descifrar el futuro, por medio de ídolos, brujos o agoreros. La práctica de la adivinación estaba y está prohibida por Dios. “No seréis agoreros, ni adivinos” (Levítico 19:26). “No sea hallado en ti quien… practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero” (Deuteronomio 18:10). La consulta a los adivinos estaba y está prohibida por Dios. “No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos” (Levítico 19:31).
La razón para esta prohibición es porque es abominación a Jehová. Una cosa abominable es una cosa detestable, aborrecible, odiosa, execrable, condenable, maldita. “Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones… Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti… Porque estas naciones… a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios” (Deuteronomio 18:9-14).
La razón porque es una abominación para con Dios, es porque es contaminación demoníaca, es la obra de demonios de mentira, es la obra de Satanás. “Contaminándoos con ellos” (Levítico 19:31). “No prestéis oído a… vuestros adivinos, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros agoreros, ni a vuestros encantadores… Porque ellos os profetizan mentira” (Jeremías 27:9, 10).
La práctica de la adivinación, por ser obra del diablo, era castigada con la muerte. “A la hechicera no dejarás que viva” (Éxodo 22:18). “El hombre o la mujer que… se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados” (Levítico 20:27).
El profeta de Dios lo era y lo es, a riesgo de su propia vida (1 Reyes 22:1-35).
El adivino del diablo lo era y lo es, por lucro personal (2 Crónicas 18:4-26; Ezequiel 13:15, 16; Jeremías 6:13; Hechos 8:9; 16:16).
El método de Dios es la profecía, no la adivinación.
El instrumento de Dios es el profeta, no el adivino.
La obra Dios es la revelación bíblica, no el ocultismo tenebroso.
Lo que agrada a Dios es la fe sencilla, no la superstición mágica.
La NIGROMANCIA es la práctica de evocar supuestamente a los espíritus de los muertos, para comunicarse con ellos y saber el futuro.
La nigromancia estaba y está igualmente prohibida por Dios, y también era castigada con la muerte. “El hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados” (Levítico 20:27). “No sea hallado en ti… ni quien consulte a los muertos” (Deuteronomio 18:10, 11). “Ni de ello he ofrecido a los muertos” (Deuteronomio 26:14). “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio!” (Isaías 8:19, 20).
Es una imposibilidad en el Gobierno y en la Soberanía de Dios, que los hombres se comuniquen con los espíritus de los muertos. El Señor Jesucristo refiriéndose al caso del rico y Lázaro, explica: “Te ruego, pues, padre que le envíes (esto es al espíritu de Lázaro) a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento” (Lucas 16:19-31). La respuesta fue negativa, aunque el espíritu del rico insistió.
Ante esta abrumadora evidencia bíblica, podemos concluir, que la adivinación y la evocación de los espíritus de los muertos o nigromancia juntamente con sus resultados, son una patraña de Satanás, son la obra de los demonios, y los participantes están en cautiverio, en tinieblas y en perdición (Isaías 8:19-22).
SAÚL Y LA PITONISA DE ENDOR
Hemos visto en el texto bíblico que el Espíritu de Jehová se había apartado de Saúl; que Saúl estaba tomado de demonios: demonios de celo, de envidia, de odio, de crimen. Hemos visto que estos demonios le poseían y que estaban sumamente activos en él, pues intentó matar a David veintiún veces, intentó matar a su hijo Jonatán, mató a ochenta y cinco sacerdotes porque uno de ellos dio alimento a David. Y estos demonios mantuvieron a Saúl por muchos años persiguiendo con saña a David por cada rincón de Israel, con el expresado propósito de matarlo. Esta era la condición de Saúl, esquizofrénico, poseído de demonios, sanguinario, abandonado de Dios y poseído del diablo.
Otra vez los filisteos “reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel” (1 Samuel 28:1). Israel estaba sitiado, Samuel el profeta estaba muerto ya hacía como dos años. David el héroe nacional, estaba fuera del país por la persecución de Saúl. Jonatán el valiente estaba entristecido por la condición del padre. Y Saúl miedoso y turbado, y “cuando vio… el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera” (1 Samuel 28:5).
La persona que está bien con Dios no tiene miedo ni se turba. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Pero Saúl era un hombre lleno de miedo y turbado en gran manera, pues “no hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Isaías 57:21).
Así en esa condición de impiedad, de pecado, de desobediencia, de rebelión contra Dios, bajo la influencia del espíritu de miedo, de turbación, de desesperación, y de los demonios que le controlaban, “consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 Samuel 28:6).
“Jehová no le respondió”. No le podía responder. “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye” (Juan 9:31). Saúl ni era temeroso de Dios ni hacía la voluntad de Dios. Era un rebelde contra Dios y hacía su propia voluntad. En vez de humillarse delante de Dios, su rebelión se aumentaba y su condición empeoraba.
En otro acto de mayor y deliberada rebelión contra Dios manda a buscar una pitonisa, una adivina. “Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte” (1 Samuel 28:7). Él sabía que esto estaba terminantemente prohibido por Dios, y sabía que la razón de su prohibición era porque era abominación a Jehová, porque estos “espíritus de adivinación” eran espíritus malos, demonios; y por esta razón él mismo “había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos” (1 Samuel 28:3, 9).
Pero parece que Saúl había desobedecido tanto, había rechazado tanto la bondad divina, que Dios tuvo que dejarlo y el diablo lo agarró. Saúl fue tan lejos de Dios, que ya no pudo retornar. Y él sabía que al consultar a una pitonisa era otro acto de abierta rebelión contra Dios y otra flagrante ofensa a Dios; él sabía muy bien que estaba consultando a los demonios, al diablo.
No hay que dudar que él pensara: Si Dios no me oye ni me contesta, pues acudo al diablo. Y la verdad, que hay gente así, en estos días esto está de moda. Hay gente que odian a Dios y aman al diablo, pues desobedecen a Dios y obedecen al diablo, que blasfeman a Dios y adoran al diablo. Hay iglesias para adorar a Satanás.
“Y se disfrazó Saúl” (1 Samuel 28:8). Va de noche a donde la pitonisa, disfrazado, ocultando su identidad, haciendo el papel de hipócrita. El rey disfrazado de vulgar e ignorante plebeyo. Nunca antes se vio tan ruin buscando supuesta ayuda de una mujer que vivía al margen de la ley. Es horrible ver como el diablo envilece a sus víctimas.
Saúl le dijo a la mujer: “Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere” (1 Samuel 28:8).
Saúl sabía muy bien que él no estaba consultando a Dios, sino al espíritu de adivinación”; él sabía que lo que sucediera, lo que se dijera, sería por “el espíritu de adivinación”, que también él sabía que eran espíritus malos, espíritus de mentira, demonios.
Continua…..
