Portada
19 de Abril del 2013
¿Por qué es tan malo el pecado?
Es malo porque hiere. Lo hiere a usted. Me hiere a mí. Separa a los amigos y destruye las relaciones. Nos conduce a la violencia, a la adicción y finalmente a la muerte. Nos encierra en nuestras prisiones de congojas, sufrimiento, miseria y muerte. Nunca produce buenos frutos.
Los crímenes y asesinatos tal vez puedan ser vistos como algo inofensivo en las series de televisión, en las películas o en las novelas policíacas. Pero cuando ocurren en la vida real es muy distinto, porque nos revelan la verdadera maldad y gravedad del hecho. ¿Cuál es el meollo de este mal?
La raíz del problema creciente es simplemente el egoísmo descontrolado. La forma en que los seres humanos piensan —con deseos, emociones y sentimientos egoístas que dominan muchas de sus decisiones— hace del crimen y el pecado algo muy difícil de combatir.
A final de cuentas, la solución real a estas debilidades tan comunes en los seres humanos debe comenzar en la mente. Ni el crimen ni el pecado pueden ser detenidos por completo en tanto que la despreocupación egoísta por el bienestar de otros sea algo que predomine en el razonamiento humano.
El imperio de la ley es un fundamento crucial en cualquier sociedad para detener el crimen. La estabilidad que provee la regulación de la ley les ha dado a las naciones occidentales en particular la capacidad de lograr avances, acompañados de estabilidad económica y social, hasta un punto que las naciones regidas por los caprichos del hombre no han sido capaces de alcanzar y mantener. Las leyes buenas sirven para mantener niveladas nuestras relaciones y nuestras actividades; marcan parámetros para todos.
Para que pueda existir el imperio de la ley,es necesario que haya un sistema que asegure el cumplimiento de la ley. Hay dos aspectos fundamentales de dicho sistema, y ambos comienzan en el hogar.
El primer paso es la educación. Es algo que debe comenzar con cada niño desde el momento en que nace y continuar en un sistema educativo integral hasta que el niño se convierta en adulto.
El respeto por la ley es algo que se aprende, no se hereda en el momento del nacimiento. Un niño que crece en un ambiente en el que existe el compromiso de reconocer y respetar los derechos de los demás, con el ejemplo correcto de los padres y maestros que refuerzan lo que se enseña al respecto, tiene más probabilidades de hacer de esta forma de comportamiento algo perdurable y duradero.
La aplicación de la ley, incluyendo la captura efectiva y el castigo de aquellos que la violan, es el segundo paso. El temor al castigo es algo que disuade en gran manera la tentación, pero sólo si el castigo es justo, preciso y administrado efectivamente. Pero si la aplicación de la ley es tan laxa, el crimen entonces aumentará enormemente.
Es importante entender que la sola existencia de la ley no garantiza que ésta se respete y se cumpla. Para que la ley funcione efectivamente, se requiere de un compromiso de lamayoría de los ciudadanos, que estén dispuestosa respetar, obedecer y respaldar la aplicación de las normas.
¿QUÉ ES EL PECADO?
El pecado, según una definición básica, es la transgresión de la ley de Dios. El apóstol Juan lo dice específicamente: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”(1 Juan 3:4).
La verdadera esencia del pecado es la falta de sometimiento a la ley que comienza en el corazón. Mientras más controle nuestra naturaleza egoísta nuestro comportamiento, menos podremos disfrutar de buenas relaciones con otros y con nuestro Creador.
El apóstol Pablo lo expresó así: “Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:3-4).
El problema es espiritual porque el requerimiento básico, o la intención fundamental de la ley —bien seacivil o espiritual— es asegurar que tratemos a los demás con el mismo grado de respeto que nos gustaría recibir de ellos. Y el enemigo fundamental de la ley es el egoísmo que está tan profundamente arraigado en nosotros. Por lo tanto, la única solución que puede funcionar es la espiritual.
La palabra espiritual se refiere a aquellos aspectos de la vida que no son físicos, pero que sin embargo existen y son muy reales. Por ejemplo, las actitudes son reales; las personas tienen actitudes. Una actitud no puede ser medida en un tubo de ensayo o ser vista con un microscopio. Sin embargo, cada uno de nosotros ha experimentado el tremendo impacto de alguien con una actitud incorrecta, y todos hemos deseado poder cambiarla.
¿POR QUÉ ES MALO EL PECADO?
Volvamos a preguntarnos: ¿Por qué es malo el pecado? Es malo porque hiere. Lo hiere a usted. Me hiere a mí. Separa a los amigos y destruye las relaciones. Nos conduce a la violencia, a laadicción y finalmente a la muerte. Nos encierra en nuestras prisiones de congojas, sufrimiento, miseria y muerte. Nunca produce buenos frutos. Por esto es que Dios lo odia. Y por esto es que nosotros deberíamos odiarlo también.
Si rechazamos el crimen, ¡también deberíamos rechazar el pecado! El crimen y el pecado son esencialmente lo mismo. Ambos son violaciones de la ley. La única diferencia estriba en la ley que es violada.
Aquellos que desdeñan la mención del pecadotal vez no creen en Dios o simplementeexpresan su desdén por el imperio de la ley.Insinúan que Dios no debería inmiscuirse ensus vidas. En esencia, quieren poder vivir de la forma en que quieran con las mínimas restricciones posibles a sus inclinaciones egoístas.
¿Por qué se presenta esta hostilidad hacia el papel que Dios desempeña en determinar las reglas que nosotros debemos guardar y respetar? Pablo lo explica: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”(Romanos 8:5-8).
En otras palabras, las personas se resisten naturalmente a la idea de que existe una AutoridadSuprema que, a final de cuentas, define lo que es bueno y lo que es malo.
¿CÓMO DETERMINA DIOS EL PECADO?
Tal vez usted haya oído el comentario: “todo lo que es bueno o es pecado o engorda”. Una consecuencia inmediata de esta aseveración es que cualquier cosa que sea placentera, Dios la considera pecado. Este concepto es muy popularen el mundo.
Aquellos que ven la vida de esta forma quizá se sientan agradablemente sorprendidos al descubrir lo que Dios quiere que experimentemos verdaderamente en esta vida. Él no formuló su ley para quitarnos el placer y el gozo.
Veamos cómo definió Jesucristo su papel al enseñar la voluntad de Dios a la humanidad: “…Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
¡Vivir abundantemente! ¿Es esto en realidad lo que Dios quiere que experimentemos en la vida? Si es así, ¿por qué nos ha dicho que no hagamos tantas cosas?
Explicar esto es como explicar lo que hace un escultor cuando esculpe una maravillosa estatua de un caballo a partir de un bloque sólido de piedra. Él podría decir que con su cincel y martillo va quitándole al bloque de piedra todo aquello que no se parezca a un caballo.
De igual manera, Dios nos dice que debemos sacar de nuestra forma de vida todo aquello que nos impida vivir plena y abundantemente. Como Padre amoroso, Él sabe lo quenos hace daño. Siempre tiene en mente nuestro bienestar.
El apóstol Juan entendió esto claramente. Por eso nos explicó: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16). Y también:“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). ¡Cuán sencillo! ¡Cuán claro!
Dios nos da principios fundamentales —leyes— para una vida abundante, todo basado en el fundamento de practicar el amor (preocupación por los demás) en todas nuestras relaciones interpersonales. Veamos cuánto resaltó Jesús este principio: “Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”(Mateo 22:35-40).
Estos dos principios sencillos —amar a nuestro Creador y amar a nuestro prójimo— son las bases de toda enseñanza y mandamiento de Dios. Esto nos muestra el camino para que desechemos todo aquello que no contribuya a que vivamos una vida abundante y llena de bendiciones.
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO
Sin duda algunos dirán: “si los caminos de Dios son tan provechosos, ¿por qué no los seguimos todo el tiempo?” El problema es que las consecuencias —el resultado final de todo lo que hacemos y las decisiones que tomamos—tal vez no sean tan obvias al principio como para que nos demos cuenta y reconozcamos el daño que nos ha hecho a largo plazo. Podríamos evitar muchas cosas dañinas si tan sólo aprendiéramos lo que Dios nos enseña y confiáramos en él, para poner en práctica lo que nos dice.
Dios, sin embargo, ¡nos ha dado la libertad de escoger el camino que queramos seguir! Nos exhorta a que escojamos el camino correcto, pero no toma la decisión por nosotros.
Él explica: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga…”(Deuteronomio 30:15, 16).
Pero no nos obliga a que vivamos de esta manera. Si no queremos seguir lo que nos dice, la Biblia nos advierte que tendremos que afrontar las consecuencias: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7-8). A Dios le preocupa especialmente el resultado final de nuestra vida.
A corto plazo, hacer caso omiso de las instrucciones que Él nos ha dado tal vez pueda parecernos la forma de vida más placentera y deleitosa (especialmente en una sociedad que está engañada por nuestro adversario, el diablo[Apocalipsis 12:9]). Pero a largo plazo no es así. Por esto es tan importante que confiemos en Dios y le creamos.
Un ejemplo: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”(Hebreos 11:24-26).
Esos deleites temporales del pecado pueden ser muy tentadores. Como escribiera el salmista: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos… No pasan trabajos como los otros mortales… Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo? He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas… Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”(Salmos 73:2-17).
Es nuestro “destino final” lo que cuenta verdaderamente. Dios quiere vernos pensando más allá del momento actual, que tomemos tiempo para reevaluar la forma en que vivimos. Todos nos hemos extraviado del camino que Dios nos dice que debemos seguir: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”(Romanos 3:23). Jesucristo vino para ayudarnos a volver al sendero correcto, por nuestro propio bien.
Todos necesitamos examinar dónde estamos con respecto a nuestra relación con Dios y corregir nuestro rumbo. “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala”(1 Pedro 3:10-11).
NO HAY EXCEPCIONES
¡No hay excepciones! Jesús explicó esto muy claramente: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”(Lucas 13:1-3).
Dios quiere que no seamos tan necios. Por medio de Santiago nos exhorta: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”(Santiago 1:12-15).
¿Por qué es tan malo el pecado? Porque nos lleva a una vida corta, dolorosa, temporal, en comparación con la vida eterna que Dios quiere darle a cada uno de nosotros.
Él no le va a dar vida eterna a nadie que rehúse refrenar sus deseos egoístas e impulsos necios. Sólo a aquellos que se arrepientan de semejante necedad y empiecen a ejercitar la autodisciplina que la ley de Dios nos enseña, se les puede confiar el más grande de los regalos.
Dios quiere que comparemos nuestro corazón y nuestro comportamiento con la totalidad de lo que nos enseña, y hagamos la elección. Espera que todos escojamos desarrollar un buen carácter en lugar de buscar los placeres vacíos y temporales del pecado.
Comentarios