En estos últimos días, nuestra sociedad ha ido perdiendo una asombrosa cantidad de fundamentos, se ha producido una hemorragia de los valores ciudadanos, morales, familiares. Esta situación ha llevado a muchos a bajar los brazos, y a dejarse llevar por lo que el apóstol Pablo llamó: “la corriente de este mundo” (Efesios 2:2).
Una estadística reciente, en los Estados Unidos de América, ha revelado que el 83% de los jóvenes que están cumpliendo condenas proceden de hogares donde existe la violencia doméstica, el divorcio, las drogas, el alcohol, madres solteras, etc.
Un niño de apenas un año de edad murió por falta de atención de sus progenitores que no le alimentaban correctamente ni le daban la medicina, pero lo más terrible de esto es que murió rodeado de nueve adultos que no hicieron nada por él. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos y las asociaciones cada vez más numerosas, este mundo está cada vez peor porque estamos viviendo las consecuencias de una sociedad que le ha dado la espalda a Dios y a Su Palabra.
Ser padres hoy se limita a una función biológica, los padres y las madres han dejado que el príncipe de este mundo, Satanás, gobierne sus mentes, sus hogares, sus familias; le han dejado a este ser maléfico los plenos poderes sobre sus hijos. ¡Es hora que haya un despertar y que el príncipe de las tinieblas salga de los hogares, de la televisión, de la prensa!
Moisés, uno de los líderes más sobresalientes de la nación judía, reconocido por toda la cristiandad, vino a la existencia por medio de unos padres que amaban y obedecían a Dios de todo corazón. En el libro de Éxodo, tenemos a Satanás operando a través de Faraón, rey de Egipto, para la destrucción de los niños judíos (Éxodo 1:22). Pero en medio de aquel violento ataque, ciertos padres decidieron no dejarse vencer por aquel edicto real. “Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses” (Éxodo 2:1-2). Esta decisión salvó la vida de Moisés, el cual llegó a ejercer uno de los ministerios más extraordinarios narrado en la Biblia.
Moisés doblegó el poderío de Egipto con un mensaje: “Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo…” (Éxodo 5:1). Pero, ¿cómo llegó a cumplirse todo esto? ¡Por la entrega que Jocabed, su madre, hizo de él! Esta mujer con su ejemplo nos enseña la necesidad de vivir entregados a Dios, también nuestros anhelos, nuestros seres queridos. Hay una secuencia hermosa en la vida de esta madre que hizo posible la entrega de este niño a Dios, el cual formó un líder sin par.
LA ENTREGA A LA FE
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey” (Hebreos 11:23). Jocabed se entregó junto a su esposo a la fe en el Dios vivo. Y aunque había un edicto de Faraón que les exigía entregaran su hijo a la muerte, ellos decidieron esconderlo, se pusieron con su bebé en las manos del Dios vivo.
No importa cuánto se tenga que luchar, arriesgar, sufrir, no se puede dejar en las manos de Satanás a nuestros hijos, la fe en Dios vence al mundo y sus poderes (1 Juan 5:5).
LA ENTREGA DE LOS SENTIMIENTOS
Jocabed tuvo que entregar sus sentimientos de madre a los pies del Señor, la Escritura dice: “Pero no pudiendo ocultarle más tiempo…” (Éxodo 2:3).
Aquellos sentimientos estarían desgarrando todos los días su corazón de madre, pero ella entendió que sus sentimientos no podían salvar a aquel hijo; los sentimientos no tienen la capacidad de resolver los conflictos, los problemas, las dificultades. La fe no tiene que ver con lo que uno siente, sino a quién dirigimos la mirada. “Puestos los ojos en Jesús, el autor y el consumador de la fe…” (Hebreos 12:2).
Mas hay algo asombroso, algo que falta en toda la historia de Moisés, no encontramos en toda la Biblia el nombre que Jocabed le dio a Moisés, ¿puede una madre tener un hijo y aun después de tres meses no darle nombre? El nombre de Moisés “sacado de las aguas” no le fue dado por Jocabed, sino por la hija de Faraón, nunca oímos otro nombre sino el de Moisés. ¡Cuán terrible debe ser esto para una madre! ¿Cómo logró esto? Estregando sus sentimientos en las manos del Señor, dejar que fuera Dios quien decidiera por ella.
A veces, los sentimientos de la madre o del padre malogran los propósitos de Dios para con los hijos, se cree que esto o aquello conviene más y nos anteponemos a los propósitos de Dios. ¿Cuántos hijos sufren durante toda la vida las malas decisiones u orientaciones que no estuvieron respaldadas por la oración delante de Dios? ¿Cuántos ministerios se han malogrado a causa de las decisiones paternas y maternas? Tenemos una enorme responsabilidad, dependemos de Dios.
LA ENTREGA A LAS AGUAS
“Tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río” (Éxodo 2:3). Tuvo que entregar su hijo a las aguas, pero se aseguró de que los materiales en los cuales iba a depositar al niño fuera el adecuado.
Jocabed se aseguró de que aquello sobre lo cual entregaba a su hijo a las aguas fuera adecuado, resistente a las aguas del Nilo. Nuestros hijos tienen que hacer frente a unas aguas impetuosas en las escuelas, universidades, compañías, están rodeados de un ambiente decadente y agresivo contra todo concepto moral. La Biblia es cuestionada por maestros, amistades, estamos viviendo en los días del fin, y las aguas contaminadas del pecado han tomado proporciones universales.
Jocabed fue cuidadosa en la elección del junco, en la aplicación de la brea y de la resina para la arquilla, no quería que las aguas se infiltraran en el lecho de su hijo y acabara ahogándose. Entregó al río Nilo a un niño condenado a muerte por el decreto del rey, pero por la fe lo puso en las manos de Dios, para que guiara aquella arquilla. El río estaba plagado de cocodrilos, pero Dios no permitió que aquellas fieras atacaran aquella embarcación. Cuando ponemos algo en las manos de Dios, Él lo guarda. La mano poderosa de Dios iba llevando al niño hacia la hija de Faraón.
Dios tocó el corazón de la hija de Faraón para que se lo entregara de nuevo a la madre sin tan siquiera saberlo. “Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió” (Éxodo 2:7-9).
RENOVANDO LA ENTREGA
“Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué” (Éxodo 2:10). Jocabed había tenido aquel hijo en sus brazos unos años más, sin embargo, cuando llegó la hora, lo tuvo que entregar por segunda vez.
