Considerado apóstol por los doce principales discípulos de Jesucristo, Bernabé fue una figura relevante en los inicios del cristianismo. Su historia, tan impactante como un rayo de luz en medio de la oscuridad, está reseñada en el libro de Los Hechos de las Sagradas Escrituras. Allí se cuenta, en primera instancia, que su nombre original fue José y se menciona que fue un levita, natural de Chipre, quien, luego de convertirse en seguidor del Creador, con gran desprendimiento vendió una hacienda que había heredado y llevó el dinero que obtuvo a los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres.
Varón bueno, y lleno del Espíritu Santo, Bernabé, a quien los apóstoles pusieron tal sobrenombre arameo, que traducido al español es “Hijo de consolación”, no tardó mucho tiempo en transformarse en un embajador de Cristo. En aquel momento, mientras perseveraba en el camino de Dios, llevó a Saulo ante los apóstoles y les contó cómo él había visto en su camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Fue una formidable acción de Bernabé quien descubrió el valor de aquel recién convertido que más tarde se llamaría Pablo.
Luego, cuando las noticias del esparcimiento del cristianismo en Antioquía llegaron a Jerusalén, fue enviado a dicha ciudad. Al respecto, las Escrituras, en el libro de Los Hechos 11:23, afirma que cuando Bernabé llegó, y vio la gracia de Dios, se “regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor”. Desde allí fue a Tarso para ver a Pablo y tras encontrarlo lo condujo a Antioquía. Entonces, ambos se congregaron en aquel lugar todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en suelo antioqueño.
Después, Bernabé y Pablo fueron enviados a Jerusalén con el objetivo de llevar socorro para los cristianos de Judea, alrededor del año 44 después de Cristo. En relación a este punto, en el Nuevo Testamento se precisa que: “en aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio”. Además, la Biblia revela que, cumplido su servicio, ambos volvieron a Antioquía, llevando también consigo a Juan Marcos, primo de Bernabé.
Misionero incansable
Un día mientras los cristianos de Antioquía estaban ayunando, el Espíritu Santo dijo: “apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. De inmediato, los cristianos oraron por ellos, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, iniciaron su primer viaje misionero y descendieron a Seleucia, puerto de la ciudad de Antioquía, y de allí navegaron a Chipre. Y llegados a Salamina, antigua ciudad estado en la costa oriental del territorio chipriota, anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. En todo momento, tuvieron a Juan Marcos de ayudante.
En Chipre, la isla donde había nacido Bernabé, los misioneros encontraron muy buena aceptación a su labor evangelizadora y lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo procónsul, Sergio Pablo, varón prudente, quien creyó maravillado en la doctrina del Señor luego de observar el Poder del Creador.
Sergio Pablo, hallado por Bernabé y Saulo en Pafos, una ciudad chipriota, deseaba oír la Palabra de Dios y fue testigo de cómo la mano del Señor cegó a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús. En honor a esta conversión, Saulo se cambió de nombre a Pablo.
En seguida, se trasladaron por otras ciudades y naciones del Asia Menor. En primer lugar, Bernabé y Pablo llegaron a Perge, una importante urbe de la provincia romana de Panfilia, donde Juan se aparta de ellos y regresa a Jerusalén. Al instante ambos pasaron a Antioquía de Pisidia, una ciudad que contaba en aquel momento con una numerosa colonia judía, en la que predicaron en una sinagoga un día de reposo. Luego, un día después, al ver que los israelitas desecharon el mensaje del Todopoderoso, afirmaron que entonces iban a predicar a los paganos como se los había ordenado el Señor. Los gentiles, oyendo esto, se regocijaron y glorificaron a Dios.
En esos días, cuando el Evangelio se difundía por toda la provincia de Pisidia, los dos hermanos fueron perseguidos por mujeres piadosas y distinguidas que habían sido instigadas por los judíos. Al final, no tuvieron más alternativa que huir con destino a Iconio, ciudad turca de Anatolia, donde volvieron a ser acosados por la colonia judía y estuvieron a punto de ser apedreados por una turba de infieles. Los embajadores del Altísimo huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina, y allí predicaron el Evangelio. Fue justamente en Listra, lugar en el que curaron a un paralítico, donde la gente llamó Júpiter a Bernabé.
Hombre de bien
Con posterioridad, retornaron por cada punto donde habían compartido el verbo de Jesucristo y se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y además les recordaron que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. Tras este viaje siguió una larga estancia en Antioquía. Sin embargo, se vieron envueltos en una controversia con los judaizantes quienes decían que para salvarse había que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de Moisés. El asunto fue resuelto en un concilio en Jerusalén en el que se decidió que ambos se ocuparían de la predicación a los gentiles, sin olvidarse de los pobres.
De regreso a Antioquía, Bernabé, junto a Pablo, continuó enseñando la Palabra del Señor y anunciando el Evangelio. Pero al cabo de un tiempo, Pablo le solicitó a Bernabé volver a visitar juntos todas las ciudades en las habían anunciado las buenas nuevas. Fue en ese momento que, luego de un desacuerdo entre ellos por la inclusión de Juan Marcos, los apóstoles se separaron y Bernabé se marchó con su primo a Chipre. Pese a esta ruptura, la labor misionera de Bernabé no se detendría y proseguiría por el Peloponeso. Esta conclusión se desprende del pasaje bíblico de 1 Corintios 9:6 donde Pablo lo menciona a la hora de defender su apostolado.
Los textos bíblicos brindan un testimonio positivo de la calidad humana de Bernabé como de un hombre digno de toda confianza, bueno y generoso. Asimismo, fue capaz de ver lo mejor en los demás y siempre se dejó guiar por el Todopoderoso en el cumplimiento de su trabajo evangelizador. Esta virtud sirvió para abrir a los conversos de todas las naciones la posibilidad de ingresar a la iglesia cristiana. Además, su celo por la propagación de las buenas nuevas lo llevó a buscar de forma permanente los instrumentos idóneos para alcanzar su objetivo y proclamar que el reino de los cielos se ha acercado.
Pocas son, relativamente, las huellas que se han conservado de este apóstol de Jesucristo, uno de los pilares de la iglesia primitiva, del cual incluso no se sabe con exactitud la fecha de su muerte. Sin embargo, como está graficado en las Santas Escrituras, Bernabé desde sus primeros pasos en el cristianismo se manifestó como un creyente comprometido, que no sólo asentía a la enseñanza de Jesús trasmitida por los apóstoles, sino que, en coherencia con su fe y con la nueva vida en Dios que había descubierto puso todo al servicio de la causa de Jesucristo. Fue, es y será un ejemplo de compromiso con el Creador.
Ampliados
-Pocas son las huellas que se han conservado de este apóstol de Jesucristo, uno de los pilares de la iglesia primitiva, del cual incluso no se sabe con exactitud la fecha de su muerte. Sin embargo, como está graficado en las Santas Escrituras, Bernabé desde sus primeros pasos se manifestó como un creyente comprometido.
-Los textos bíblicos brindan un testimonio positivo de la calidad humana de Bernabé como de un hombre digno de toda confianza, bueno y generoso. Asimismo, fue capaz de ver lo mejor en los demás y siempre se dejó guiar por el Todopoderoso en el cumplimiento de su trabajo evangelizador.