Devocionales
03 de Agosto del 2017
Cristo coloca en primer lugar la evangelización
“Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” Mateo 24:14. Rev. Luis M. Ortiz
La rápida evangelización del mundo es la tarea suprema de la Iglesia, y por ello, hacia este fin deben concurrir todas sus actividades y esfuerzos. Cualquier Iglesia o individuo cuyo objetivo principal no sea la evangelización del mundo y la obra misionera, está defraudando al Señor y engañándose a sí mismo. El Señor coloca la evangelización del mundo y la obra misionera en primer lugar.
El primer mensaje en el nacimiento de Cristo fue un mensaje misionero (Lc. 2:10). La primera oración que Cristo enseñó a sus discípulos fue una oración misionera (Mt. 6:10). El primer discípulo, Andrés, fue el primer misionero (Jn. 1:41). El primer mensaje del Cristo resucitado fue un mensaje misionero (Jn. 20:17). El primer mandamiento del Cristo resucitado fue un mandamiento misionero (Jn. 20:21). El último deseo de Cristo en la tierra fue un deseo misionero (Mt. 28:19). El primer sermón apostólico fue un sermón misionero (Hch. 2:17-39). La primera venida de Cristo fue una obra misionera (Lc. 4:18-19). La segunda venida de Cristo será apresurada por la obra misionera (Mt. 24:14).
Hermano, las señales que Cristo nos dio para su Segunda Venida ya hoy son historia contemporánea, ya está todo listo, el escenario listo, para la acción y el dominio del anticristo. La noche viene, redimamos el tiempo, avancemos.
En el mundo, toda empresa y actividad humana –sea social, económica, política, tecnológica, científica– está saturada, y se mueve con un sentido de urgencia y de rapidez. Sin embargo, para la gran empresa, para la gran tarea de la Iglesia: la evangelización del mundo, la Iglesia mantiene un criminal paso de tortuga, hablando en general. ¿Qué tendrá Dios que hacer con nosotros para sacarnos de esa inercia y de ese estado de propia complacencia?, ¿qué sorpresa o conmoción tendremos que experimentar para despertar a nuestra suprema responsabilidad?
Si el materialismo ateo puede comunizar a millones tan rápidamente, ¿por qué la Iglesia no puede evangelizarlos con la misma rapidez? Si los llamados Testigos de Jehová ganan tantos adeptos tan rápidamente, ¿por qué la Iglesia no gana convertidos con la misma rapidez?
Amados, para que la Iglesia, en su tarea de evangelizar al mundo, pueda moverse con la rapidez con que se mueve esta presente generación y también las doctrinas materialistas en su diabólica propaganda, tiene que caer el fuego de Dios en cada corazón, tiene que encenderse el fuego de la evangelización en cada creyente y en cada Iglesia, tiene el fuego del Espíritu Santo que arder vivamente en cada cristiano dotándole de poder sobrenatural y haciéndole comprender la brevedad del tiempo y la urgencia de la tarea.
Pero este fuego de Dios siempre ha descendido únicamente para consumir un sacrificio. Para que salga fuego de Dios y descienda tiene que haber un sacrificio. Dice la Biblia: “Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto”. (Lv. 9:24). “Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.” (1 Re. 18:38). “Y edificó allí David un altar a Jehová, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz, e invocó a Jehová, quien le respondió por fuego desde los cielos en el altar del holocausto.” (1 Cr. 21:26). “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa.” (2 Cr. 7:1).
Y en el Nuevo Testamento, el fuego cayó únicamente cuando aquella compañía de creyentes, dejándolo todo, sacrificándolo todo, “... subieron al aposento alto… Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego… Cuando llegó el día de Pentecostés… de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo...” (Hch. 1:13-14; 2:1-4).
Y esa pequeña compañía con el fuego de Dios ardiendo en sus vidas, comprendió que la evangelización está en primer lugar, y evangelizó a casi todo el mundo conocido en muy corto tiempo. Y todavía, hoy día, de la única manera que el fuego de Dios cae sobre el creyente y sobre la Iglesia capacitándole para la rápida evangelización del mundo es presentando nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, por medio de un servicio razonable (Ro. 12:1).
Solo así el fuego de Dios descenderá y no estaremos perezosos, sino ardientes en espíritu y sirviendo al Señor, y conoceremos que es ya el tiempo de levantarnos del sueño y vestirnos con la armadura de luz, o sea de fuego, para combatir las tinieblas y evangelizar al mundo. (Ro. 12:11; 13:11-12).
Hermano, todavía Dios demanda sacrificio. El fuego nunca ha caído donde hay indiferencia, pereza, complacencia, comodidad, inercia. El fuego siempre ha caído donde hay sacrificio.
¿Quieres el fuego de Dios para evangelizar al mundo? Tienes que sacrificar, no hay otro camino. Tienes que presentarte en el altar de sacrificio, del arrepentimiento, de la confesión, de la restitución, de la completa obediencia a Dios y Su Palabra. Tienes que sacrificar tu comodidad, tu descanso, tu tiempo, tu dinero; tienes que sacrificar tu carne, tus afectos, tus pasiones, tus deseos (Lc. 14:26; Mt. 10:37).
Descenderás del pedestal de la fama, y subirás al altar del sacrificio; dejarás la comodidad de la vida humana, para abrazar la abnegación de la vida cristiana; complacerás los deseos de la carne o la crucificarás con sus afectos y concupiscencias; descenderás del trono del amor desmedido a tu propia vida, a los tuyos, a tus intereses, a tu dinero, para tomar tu lugar en la cruz y decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).
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