Por Rev. Luis M. Ortiz
Después que el profeta Daniel recibió las grandes revelaciones de los tiempos del fin contenidas en su libro, le fue dicho al profeta: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin” (Dn. 12:4).
Muchos siglos después, contrario a lo que le fue dicho a Daniel, al apóstol Juan le fue dicho: “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” (Ap. 22:10).
Apocalipsis, significa: revelar o revelación, descubrir. Es un libro que descubre, que revela, que quita el velo de lo desconocido, y muestra los acontecimientos del fin. Dice el Señor que este libro es “para manifestar… las cosas que deben suceder pronto” (Ap. 1:1).
En el capítulo 1 vemos al Cristo glorificado en el Santuario Celestial, como Sacerdote y Juez (Ap. 1:13-16). En los capítulos 2 y 3 está el mensaje a las siete iglesias del Asia Menor: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. El mensaje para cada iglesia, la recibe su pastor; dice el Señor: “Escribe al ángel”, al pastor.
El énfasis de los mensajes es el trabajo; dice el Señor: “Conozco tus obras”. El examen o prueba de los mensajes es la doctrina; dice el Señor: “No tienes esa doctrina de Jezabel”. La orientación de los mensajes es la voz del Espíritu Santo; dice el Señor: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. El incentivo de los mensajes es la venida de Cristo; dice el Señor: “He aquí yo vengo pronto”. La meta de los mensajes es vencer: “Al que venciere…”.
Y en el capítulo 5 se menciona el libro sellado que contiene la relación de los jui cios que serán derramados sobre este mundo incrédulo después de ser levantada la Iglesia. Un ángel fuerte pregunta: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?” (v. 2), esto es, para comenzar los juicios. Pero nadie aparecía que fuera digno de abrir el libro, ni aun de mirarlo. Mas entonces la Iglesia redimida es la primera en proclamar, diciendo: “He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (v. 5). No es otro que nuestro Señor Jesucristo; leemos: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (v. 9). Y luego, todo el cielo, millones, se unieron para proclamar a Cristo.
En los capítulos del 6 al 10, están descritos detalladamente los juicios que serán derramados sobre este mundo incrédulo, y al fin, este mundo tiene que enfrentarse a las horrendas consecuencias de su rebelión contra Dios. Como el mundo rechazó a Cristo, entonces surge el anticristo con el gobierno más horrendo y cruel que ha padecido la tierra.
Habrá toda clase de guerras, hambre, muerte, desolación, terremotos; las islas desaparecerán; habrá truenos, voces, relámpagos, terror, granizo mezclado con fuego y sangre, una montaña ardiendo caerá en el mar y la mitad de las aguas se convertirán en sangre; la estrella llamada Ajenjo caerá sobre los ríos y las aguas de la tercera parte de ellos se tornarán amargas; legiones de demonios saldrán del abismo para atormentar a los habitantes de la tierra; doscientos millones de demonios más son sueltos del abismo para producir fuego, humo y azufre, y morirá la tercera parte de la población del mundo.
“¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12).
También se describe la caída y la ruina de la iglesia apóstata, llamada “la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra… habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo… Dios se ha acordado de sus maldades… Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos… y de los mártires de Jesús…” (Ap. 17:5; 18:2, 5, 24; 17:6; 18:19-20).
En el capítulo 19 son celebradas las bodas del Cordero y Su Iglesia redimida. Dice así: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado… Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (vv. 7-9). También aparece en este capítulo nuestro Señor Jesucristo con títulos de “Fiel y Verdadero” (v. 11), “Verbo de Dios” (v. 13), y “Rey de reyes y Señor de señores” (v. 16).
En el capítulo 20 se describe el Milenio. Este será un período de mil años, el diablo será atado en el abismo, y se desarrollará en la tierra el reinado milenial de Cristo, reinando en Jerusalén y gobernando a todo el globo terráqueo. Este gobierno será una teocracia, Dios mismo gobernando. Las fieras perderán su fiereza, y el león y el cordero pastarán juntos. Habrá longevidad e innumerables bendiciones que se registran en las Sagradas Escrituras para este período, justamente llamado la edad dorada.
Por último, los capítulos 21 y 22 hablan de la nueva Jerusalén, la morada oficial y eterna de la Iglesia redimida. Y termina el libro de Apocalipsis, diciendo: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Ap. 22:11).
Y cierra el libro con una declaración en palabras de Cristo, diciendo: “Ciertamente vengo en breve” (Ap. 22:20). ¡Qué así sea!