Por Rev. Rodolfo González
Filadelfia, la más joven de las siete ciudades, a unos 50 kilómetros al sureste de Sardis y a unos 95 kilómetros al este de Esmirna. Fue fundada como una colonia para extender la lengua, la escritura y la cultura griegas. En su economía, era famosa por sus viñedos. Era una ciudad religiosa, a tal punto que la denominaron “la pequeña Atenas”. La adoración al emperador Dionisio fue su principal culto pagano.
Filadelfia significa etimológicamente “el que ama a su hermano” o “amor fraternal”. La iglesia de Filadelfia se caracterizaba por el amor entre los hermanos y por estar llena del Espíritu Santo.
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre…” (v. 7). El Señor se presenta a los de Filadelfia como el “Santo” (1 Pe. 1:15-16). En Apocalipsis, este título divino la mayoría de veces corresponde al Padre Celestial (Ap. 4:8, 6:10, 16:5), pero en este versículo se refiere al Señor Jesucristo. También se presenta como el “Verdadero”, porque es real, íntegro en Su Palabra y se mostrará absolutamente fiel para cumplirla.
Jesucristo tiene la llave de David, símbolo de la autoridad, porque posee toda potestad concluyente en los asuntos de Su obra. Además, es quien abrirá la puerta de Su reino mesiánico: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá” (Is. 22:22).
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tieRev. Rodolfo González PUERTA ABIERTA HE PUESTO DELANTE DE TI UNA nes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (v. 8). Dios nos da salidas, soluciones y oportunidades para soportar, avanzar, conquistar, predicar (1 Co. 16:9; Col. 4:3). No existe fuerza alguna que frene la obra evangelística.
Los creyentes de Filadelfia tenían limitaciones económicas, sociales y humanas, pero a pesar de ello, eran poderosos en Dios porque se guardaron santos y limpios para Él. La verdadera iglesia de Cristo no se contamina, no se corrompe, no se avergüenza de Él; por el contrario, está llena del amor de Dios, ama a los hermanos, guarda Su palabra y mantiene la comunión con Dios. Así fue Filadelfia, una iglesia enteramente con sagrada al Señor, y al igual que Esmirna, no fue censurada.
“He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” (v. 9). En esta ciudad la hostilidad judía contra los cristianos era fuerte; sin embargo, Jesús muestra su amor a los creyentes de Filadelfia dándoles la victoria sobre sus adversarios. El Señor intervendrá en la vida de los falsos judíos, que en realidad sirven a Satanás y no a Jehová; Él hará que reaccionen y cambien de actitud con Su pueblo.
Dios trata con los enemigos de Su Obra de diferentes maneras: a Faraón lo destruyó (Éx. 15:19), a los sirios les frenó su adversidad (2 Re. 6:8-23), y a Saulo lo convirtió en su discípulo (Hch. 9:1-16).
paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (v. 10). Guardar la Palabra implica sufrimiento, padecimiento, espera. Obedecer a Dios significa entregarse totalmente a su voluntad, como un acto de fe. Paciencia es la capacidad de soportar sin claudicar a pesar de las dificultades e injusticias.
La expresión “te guardaré” significa que la iglesia no estará en la gran tribulación, y no, que la protegerá durante este periodo (1 Ts. 5:9). Con todo respeto, no puedo dejar de mencionar el errado comentario de algunos estudiosos postribulacionistas que opinan que la iglesia pasará la tribulación; punto de vista que no es aceptable, pues el Señor dice: “y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” 1 Ts. 1:10 (2 Ts. 2:6-8; Dn. 9:24- 27; Ro. 5:9).
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (v. 11). En la mentalidad judía y griega tener la corona es símbolo de alcanzar la victoria (Stg. 1:12; 1 Pe. 5:4). Asimismo, se entiende por retener, aferrarse a algo para que nadie nos lo arrebate. Es una acción continua; es decir, mantener agarrado lo que uno posee. El Señor le advierte a la iglesia de Filadelfia que debe mantenerse fiel, de lo contrario perderá su galardón.
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (v. 12). Al vencedor, Dios le dará seguridad, estabilidad y firmeza en su reino eterno, esto es, habitaremos para siempre en su presencia, jamás seremos removidos de su morada celestial.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 13). Filadelfia representa a la iglesia fiel de todos los tiempos.