Por Rev. José Arturo Soto Benavides
En el Evangelio según San Mateo, capítulo 11, versículo 12, leemos: “El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (RV1960); en otra versión leemos: “El reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan” (RV1909). Estas dos versiones, 1909 y 1960, nos presentan un tipo de violencia que es positiva, que es contra las fuerzas del mal, contra el usurpador que hay en la tierra y se llama Satanás, el que a través de sus diferentes medios y recursos sigue destruyendo, día a día, a la humanidad.
Cualquier actividad justa y noble en esta tierra puede ser desarrollada sobre principios justos, sobre principios espirituales, en los cuales rige el temor de Dios y nadie debe pensar que por mantener esos principios entonces dejará de ser un buen funcionario o un buen profesional. Lo que quiere el diablo es inculcar la corrupción que alcanza todos los estratos sociales sin respetar si tienen educación o no, si tienen aval financiero o no, si tienen riquezas o no, aun si tienen religión o no, porque tampoco es la religión la solución que la humanidad necesita.
¿Cuál es el arma con que cuenta la iglesia? Es el “Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro. 1:16).
A lo largo de la historia se ha comprobado que cuando un pueblo abraza la fe verdadera en el Dios Omnipotente, ese pueblo es transformado positivamente.
Por ejemplo, entre los siglos XVI y XIX, en Europa naciones enteras abrazaron el Evangelio y la sociedad fue transformada. En ese tiempo se cerraron los prostíbulos, porque escaseaban los clientes; se cerraron las cantinas, ya no había gente sedienta de licor; se cerraron los centros de corrupción y de depravación, no había libertinos; la gente tenía otra forma de regocijarse, que no era el pecado; los jueces descansaron, los sistemas judiciales y legales entraron en un tiempo de paz y de tranquilidad; se dice que hasta los burros entendieron que había un cambio en la sociedad porque ya no eran castigados ni azotados como antes; porque este Evangelio es transformador, este Evangelio “es poder de Dios”.
El Evangelio de Cristo no es un movimiento político, la política tiene su lugar en los esquemas humanos y todos sabemos cuál es la mejor línea. Dios nos da la facultad de mirar, observar, examinar y escoger; eso es bueno, pero tampoco la política puede resolver el problema espiritual de la humanidad, el único que puede hacer esto es el que dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).
Una persona vino a Jesús, y “le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Lc. 13:23). El Señor lo miró y le dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:13-14).
A sus discípulos el Señor les dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62). También les dijo: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios” (Lc. 18:29). Esos son los violentos que arrebatan el reino y se quedan con él. Como Leví, que es Mateo, cuando el Señor lo llamó era el jefe de los publicanos, que eran los cobradores de impuestos; imagínenselo, tal vez con una oficina rústica al lado de la calle, viendo pasar la gente porque tenía que cobrarles los impuestos para Roma y pedía algo más para quedarse con aquello, y por eso se había enriquecido, por lo tanto, era una persona aborrecida por el pueblo judío.
Cuando Jesús pasó por ahí “vio a… Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme” (Lc. 5:27). Y esa palabra fue como un taladro que se metió en el corazón de Mateo, imagínese la batalla que se ha de haber producido en él. Jesús estaba esperando una respuesta inmediata, entonces Leví no pudo resistirse, su voluntad se hizo mil pedazos, y la Biblia dice: “Y dejándolo todo, se levantó y le siguió” (Lc. 5:28).
Vio a otros, como “Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron” (Mt. 4:18-20). Ahí está el Señor esperando, cuando Él llama no hay disyuntiva, hay que obedecer, porque ese es el camino de la victoria. Hermanos míos, estos son ejemplos de lo que es violencia espiritual, Dios los llama a tomar una decisión. Dios quiere que sea ahora, hágalo por usted y por su familia. Amado, ¿quieres llevar una bendición a tu hogar? Acepta a Jesucristo como tu único y suficiente Salvador.