Héroes de la Fe
05 de Abril del 2019
EL MISIONERO INGLÉS
Dixon Edward Hoste sirvió a Cristo por más de seis décadas. Creyente de profundas convicciones cristianas, fue el director general de la Misión al Interior de China de 1900 a 1935. Demostró que con tolerancia y oraciones era posible mover a los hombres hacia la fe en Dios.
Por Phyllis Thompson
Dixon Edward Hoste nació en Inglaterra, en la ciudad de Brighton, el 23 de julio de 1861, apenas cuatro años antes de la fundación de la Misión al Interior de China (MIC). Sus padres fueron cristianos temerosos que lo criaron en un hogar lleno de disciplina, amor y formación en las Sagradas Escrituras. El conocimiento de la Biblia de su madre era profundo. Ella le transmitió el amor de Dios, la necesidad de arrepentimiento y la fe en Cristo. También le inculcó un cálido interés en las misiones y sólidos principios evangélicos.
En su niñez, Hoste asistió a la escuela Clifton College, en la que se destacó en sus estudios, incluido el aprendizaje del idioma griego, que dominó a los 8 años. Después, a los 17 años, ingresó en la Real Academia Militar de Woolwich, en la que aprendió la obediencia, la precisión y el orden; más tarde, cómo entender y dirigir a los hombres. Comisionado, un año después, como teniente en un regimiento de la Real Artillería, vivió una historia lejos del Señor. Sin embargo, el Evangelio siempre conmovió su corazón por aquellos días.
En 1882 su existencia se transformó cuando asistió, guiado por su hermano William, quien acababa de entregarse al Salvador, a una reunión celebrada por el siervo Dwight Moody en Brighton. La prédica del evangelista estadounidense lo convenció de que vivía en pecado y le recordó que la ira eterna esperaba a los incrédulos. En ese momento, decidió aceptar a Jesús como su salvador y se arrodilló para someterse al poder del Altísimo. Al instante, el perdón y el amor del Creador lo abrumaron y se llenó de una profunda alegría.
FIEL CREYENTE
Después de su conversión, comenzó a leer la Biblia vorazmente, como si fuera el único libro en el mundo. Asimismo, sintió una convicción enorme de que compartir las buenas nuevas era más importante que cualquier otra actividad. Entonces, su padre le aconsejó orar por la dirección de Dios. Sus deseos de empaparse con el Evangelio lo llevaron a ponerse en contacto con seguidores de Jesucristo que tenían ideas afines a las suyas. Además, predicó la Palabra en diversos lugares y se dedicó en su tiempo libre a profundizar su fe.
A principios de 1883, una de sus nuevas amistades, Montagu Beauchamp, un estudiante de la Universidad de Cambridge, le proporcionó información sobre la Misión al Interior de China y lo puso en contacto con cuatro creyentes universitarios. De inmediato sintió un enorme deseo de ser misionero y llevar el mensaje del Señor al pueblo chino. Ocho meses después, conoció a Hudson Taylor, fundador de la organización, y se enteró de las pruebas que debían soportar los fieles que optaban por trasladarse a Asia, pero no se desanimó.
En compañía de los cinco universitarios y junto con un colega de su regimiento, Dixon conformó después el grupo Los Siete de Cambridge y fortaleció su esperanza de llevar el mensaje de salvación a China. En febrero de 1884, compareció ante las autoridades de la Misión al Interior de China. En aquel momento, el misionero Taylor le aconsejó que adquiriera experiencia y ayudara a los fieles ingleses en los servicios celebrados por Moody y el cantante Ira Sankey. Del mismo modo, le sugirió profundizar sus conocimientos de las Escrituras.
El 5 de febrero de 1885, después de recorrer diversas universidades de Inglaterra y Escocia en las que evangelizaron a miles de jóvenes, Los Siete de Cambridge partieron a la nación asiática. Arribaron el 18 de marzo y Hoste viajó a la provincia de Shanxi para empezar su vida misionera. Luego, recaló en la localidad de Quwo, donde se dedicó a estudiar el idioma local. Por las noches, se sentaba en el patio de su casa y predicaba la Palabra a una multitud de curiosos. En las tardes, repartía tratados cristianos.
TENAZ PREDICADOR
En 1886, Hudson Taylor visitó el sur de Shanxi y comprobó el fructífero trabajo evangelístico efectuado en el condado de Hongtong por el pastor Hsi, hombre piadoso, quien fue uno de los misioneros responsables de la propagación del cristianismo en suelo chino. Tiempo después, Dixon se unió a este emblemático siervo chino y colaboró con él como su asistente personal. Ambos, que eran entusiastas de la oración, visitaron diversos lugares en los que grupos de nuevos creyentes habían surgido gracias a la bendición de Dios.
Al lado del pastor Hsi, el evangelista pasó un período de formación que lo preparó para los retos que asumiría luego en la Misión al Interior de China. En ese tiempo, igual que el reverendo oriental, confió solo en Cristo para cambiar los corazones de los hombres a los que difundía el mensaje del Altísimo. Además, se percató de que los creyentes tenían que apelar a su fe cuando eran perseguidos por confiar en el Redentor y aprendió a esperar que el Todopoderoso madurara la esperanza y el amor de los recién convertidos.
Durante cerca de una década, el predicador contribuyó a que se concretara una enorme cosecha de fieles en Hongtong. Partidario de que la Iglesia en China estuviera cimentada en colaboradores, obreros y pastores locales, respaldó de forma decidida la labor silenciosa del ministro Hsi, que llevó a miles de personas a los pies de Jesucristo. Los dos obtuvieron incontables triunfos espirituales que engrandecieron la entidad establecida por Taylor, hasta el 19 de febrero de 1896, cuando el Señor llamó a su presencia al misionero Hsi.
EJEMPLAR LÍDER
A inicios de 1900, mientras se encontraba en la ciudad de Shanghái, Hoste fue testigo de la rebelión de los bóxers, una revuelta popular que puso en jaque la seguridad y la paz de los predicadores extranjeros. Entonces, el reverendo Taylor, que se encontraba en Suiza, le pidió que permaneciera allí para ayudar al director adjunto de la institución, el pastor J. W. Stevenson. No obstante, el 7 de agosto del mismo año, cuando se enteró de los ataques sangrientos a los ministros foráneos, lo designó conductor de la Obra.
Durante los siguientes 35 años, el predicador inglés dirigió con sabiduría la Misión al Interior de China y la llevó a superar grandes desafíos y retos. Respaldado por los miembros de la organización, desplegó una serie de esfuerzos evangelísticos que se basaron en las enseñanzas del Mesías. Con la bendición del Creador y amparado en la Biblia, proporcionó un gobierno estable a la sociedad misionera, que supervive hasta la actualidad, y la condujo a ser el organismo evangélico más importante del territorio chino.
Creyente de que el reino de Dios debía ser lo primero, en su quehacer al frente de la MIC oró muchas horas al día para contar con la dirección de Jesús. Además, aunque era reservado y, a veces, parecía ser distante, prodigó abundante amor a los niños que evangelizó en sus ocupaciones pastorales. Asimismo, comprometido a seguir los pasos de Cristo, optó por la paciencia y la humildad para ejercer su liderazgo. Del mismo modo, sus decisiones siempre estuvieron asentadas en los preceptos de la fe y respondieron a un análisis cuidadoso.
De forma permanente, Dixon recordaba a los misioneros extranjeros que debían servir a los chinos y no imponerse sobre ellos. Según él, la oposición espiritual se debía enfrentar con gentileza y oración. También nombró a creyentes nativos en cargos vitales con el objetivo de construir congregaciones locales fuertes. Hasta el día de su jubilación, acontecida en junio de 1935, su vida fue una jornada continua en pro del crecimiento del cristianismo en Asia. Abrazado a las Escrituras, soportó, además, los avatares de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
El 19 de mayo de 1946, cuando el sol salía sobre la metrópoli de Londres, el misionero Dixon Edward Hoste se marchó a los cielos después de más de seis décadas al servicio del Todopoderoso. Hombre sencillo y de profundas convicciones cristianas, el siervo británico demostró en su larga historia que con tolerancia y oraciones era posible mover a los hombres hacia el camino de Dios. Paciente y perseverante a la vez, desempeñó asimismo un papel vital en el desarrollo de la Misión al Interior de China y en la evangelización de China.
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