“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco”. Apocalipsis 2:14-15
Rev. Rodolfo González Cruz
Pérgamo era una metrópoli muy importante, de su nombre se deriva la palabra pergamino. Tenía una biblioteca de más de doscientos mil libros, información que hacía de ella una ciudad culta. Sus habitantes eran muy religiosos, tenían templos con muchos dioses. Allí se ubicaba el templo dedicado a Esculapio, dios de la sanidad.
“Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás” (Ap. 2:12-13). Esta iglesia se encontraba ubicada en una ciudad idólatra donde se obligaba a todas las personas a rendirle culto al César, dándole el título de “Señor”. A pesar de las dificultades que atravesaban, los hermanos de Pérgamo no negaron su fe cristiana.
La historia relata que Antipas fue un mártir, murió cuando el gobernador de la ciudad lo metió en una caldera de bronce y asó a este fiel discípulo de Cristo. Así como Antipas fue asesinado con crueldad, otros cristianos fueron enviados al Coliseo Romano para ser devorados por leones, panteras y otras fieras. Todo esto muestra el grado de maldad, perversidad, ignorancia y salvajismo de aquellos hombres que, como si fuera un espectáculo, presenciaban esta horrible matanza.
“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” (Ap. 2:14). En la iglesia de Pérgamo había quienes practicaban la doctrina de Balaam, profeta que se contaminó y promovió la corrupción del pueblo de Dios porque se volvió amante del dinero. Su doctrina consistía en inducir al pueblo al pecado, descarrío sexual, yugo desigual y a la idolatría; y así hacerle perder la protección de Dios y caer en maldición (Nm. 31:15-16, Jud. 1:11).
Balaam dañó su corazón, amó el premio de la maldad. Por sinvergüenza, perverso y corruptor murió atravesado por una espada (Nm. 31:8), porque Dios se desagradó de él (2 Pe. 2:15). “Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (Ap. 2:15). La iglesia de Pérgamo se aferraba a la doctrina de los nicolaítas, que consistía en enseñorearse de los demás para obtener un beneficio personal o de grupo, abusando de su posición, dejando de lado el amor, la justicia y la unidad. Esto no es autoridad, es autoritarismo; “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”, 1 Pedro 5:3 (1 Co. 12:1-31; 3 Jn. 1:9-10). La iglesia de Pérgamo rechazó esta enseñanza.
“Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca” (Ap. 2:16). A esta iglesia que estaba mezclada con la doctrina mundanal, que tenía encubiertamente el espíritu de Balaam y de los nicolaítas, Jesús le hace un llamado al arrepentimiento; de lo contrario Él la enfrentará, reprenderá y sentenciará con la Palabra de su boca (Ap. 19:15).
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap. 2:17). El maná hace referencia al pan provisto por Dios, que dio sustento a Su pueblo en el desierto (Éx. 16). En cambio, el maná escondido se le dará a comer al vencedor, es un pan de comunión con Cristo que proporciona bendición y vida espiritual.
La “piedrecita blanca” es una recompensa, y en ella estará escrita una nueva identidad para el creyente fiel. No se recibirá en la Tierra, la dará el Señor cuando entremos al cielo. Probablemente diga: toma esta piedrecita… este es tu nombre nuevo. Como Dios le dijo a Jacob: “… no se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel…” (Gn. 32:28), o como se lo dijo a Abram: “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham…” (Gn. 17:5).