Devocionales
01 de Junio del 2019
LA INVESTIDURA DE PODER
“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Lucas 24:49
Por Rev. Luis M. Ortiz
Habiendo nosotros, mi esposa y yo, y nuestras niñas, regresado a Puerto Rico desde Cuba en 1960, empezamos una pequeña Obra en la urbanización Santa Juanita, en Bayamón, Puerto Rico, y Dios estaba salvando las almas. Había un grupo entre ellos, estaba el hermano Rubén, su esposa la hermana Armen y sus niños; los hermanos Rosas han estado con nosotros desde antes de surgir el Movimiento Misionero Mundial, y yo no lo empecé, lo empezó Dios. Y yo me vine a dar cuenta de lo que Dios estaba haciendo a los siete años (1956-1963, cuatro en Cuba y tres en Puerto Rico), el Señor había empezado a trabajar, y gracias a Dios que Él ha seguido trabajando.
En una ocasión, desde un hogar nos mandaron a buscar con urgencia, fue por Bolívar Marín, que era un descarriado. Bolívar tenía su esposa y sus dos niñas. Y el diablo, que ya lo tenía fuera del Señor, le decía: Tú no sirves para nada, lo que tienes que hacer es suicidarte ya, y se acaban todos tus problemas. Mátate, suicídate.
Bolívar manejaba tráileres muy grandes para repartir mercancía por toda la isla de Puerto Rico. Un día iba por la carretera central cruzando la cordillera, iba subiendo, y el diablo diciéndole: Mátate, mira ese precipicio, tírate por ahí. Pero había una esposa que oraba, y había una madre que oraba, y esas oraciones no quedan en el vacío.
Y el diablo le decía: Vas subiendo hasta la loma, dentro de dos minutos va a aparecer en la cresta de la loma un vehículo igual que el tuyo, calcula bien la velocidad que trae, y cuando vaya a pasar te atraviesas y se acaban tus problemas. Y Bolívar iba ya decidido a atravesarse contra el camión, pero oyó una voz que le dijo: Bolívar, la policía. Y como Bolívar no veía policías al frente, entonces miró por el espejo retrovisor a ver si venían detrás de él, y en ese instante se pasó el camión, y no se estrelló contra él.
Y Bolívar, en la primera oportunidad que tuvo viró y fue a su casa. Entonces Satanás empezó a azotarlo: Mejor acércate a tu casa, en cuanto llegues busca un puñal, busca un cuchillo, mata a tu esposa, mata a tus dos hijos, mata a tu mamá también, y después te matas tú y acabas con todo.
Antes de llegar Bolívar, el Espíritu Santo le dijo a la esposa: Esconde todos los cuchillos, todos los punzones, todo lo que sirva como un arma blanca. Y qué bueno que ella obedeció enseguida, ella no sabía que Bolívar venía de camino, pero el Espíritu Santo lo sabía.
Y cuando Bolívar llegó, su esposa ya había escondido todo. Bolívar fue a la cocina, buscó cuchillos, punzones, lo que pudiera para matar gente, y no lo encontró. Y como el diablo vio que no sucedió lo que él quería, entonces cogió a Bolívar como si fuera una bola, una pelota de básquetbol, y lo tenía saltando, luego lo tiró contra la pared, y después contra la otra pared, quería matarlo de todos modos. En eso íbamos llegando mi esposa y yo, en un carrito que teníamos.
Después de este suceso, Bolívar me contó lo siguiente: Hermano Ortiz, cuando mandaron a buscarle a usted, Satanás me estaba estrellando, me estaba tirando contra el suelo y contra las paredes, y cuando su automóvil llegó Satanás me decía: mátate ya, antes que vengan los pastores. Y cuando usted puso su pie del automóvil al suelo, yo pude oír sus pasos, y los pasos suyos según se acercaban a la casa eran como los de un gigante, y según sus pasos se acercaban los demonios salían.
Y yo noté, y Rebecca notó, que cuando pusimos nuestros pies debajo del dintel de la puerta de entrada a la cocina, desde donde se veía la sala y se veía a Bolívar, la legión de demonios acababa de salir. Y vimos cuando Bolívar reaccionó; estaba tirado, luego se sentó, y miró hacia la dirección de la cocina y exclamó: Los hermanos Ortiz, ¡qué bueno! ¿Pero qué me ha pasado, por qué estoy así tirado en el suelo, qué es lo que ha pasado? ¡Qué bueno que los hermanos Ortiz han llegado! Entonces nos acercamos y oramos por él, pero ya estaba libre. Mas ¿qué fue lo que sucedió? ¡Fue la gloriosa manifestación del fuego del Espíritu Santo!
El Señor comparó el Bautismo en el Espíritu Santo con una investidura. Una investidura es un vestido encima de otro vestido. Cuando el juez está vestido de civil nadie sabe quién es, salvo algún abogado que lo conoce. El público en general no sabe que allí está el juez; pero este hombre vestido de civil sale y da la vuelta por allí y ya con la toga puesta se sienta en la poltrona y todo el público dice: este es el juez. ¿Y por qué saben que es el juez? Por la investidura que lleva, por la toga que lleva.
Y entonces, investido con la toga, con la vestidura del Espíritu Santo, los demonios empezaron a salir, a huir. Y cuando llegamos a la puerta, los demonios se habían ido. ¡Y el hermano Bolívar estaba totalmente libre!
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