Por William Rodríguez
El Diablo, a lo largo de la historia, intentó muchas veces, sin lograr resultados, enterrar en la oscuridad la labor de los creyentes en pro de la fe en Cristo. Ese el caso de Johannes Oecolampadius, el reformador de Basilea. Sin embargo, su vida debe revelarse para inspirar a los fieles de hoy en día. Un repaso de su trabajo evangelístico debería ser suficiente para desafiar a toda la cristiandad. Padre espiritual de John Calvin, fue uno de los fieles más destacados de su época.
En 1482, una gran luz brilló en la iglesia de Dios a través de un bebé, nacido en la ciudad alemana de Weinsberg, cuyo apellido -Oecolampadius- en español significaba “candelabro”. Desde muy pequeño, su madre le ministró las buenas nuevas y lo llevó a los pies de Jesús. Luego, en su adolescencia, alentado por su padre, ingresó a una escuela de latín de la urbe de Heidelberg donde se preparó para ingresar a la universidad y aprendió gramática, lógica y retórica.
A los diecisiete años, Johannes inició su instrucción superior en teología en la Universidad de Heidelberg, la más antigua de Alemania y una de las mejores del mundo, que contaba en aquellos días, dentro de su plantilla de catedráticos, con el exégeta Jakob Wimpfeling, precursor de la Reforma, quien encaminó al joven Oecolampadius por la senda de la sana doctrina. Dos años después, recibió su licenciatura y de inmediato prosiguió su formación académica con una maestría. Luego de su paso por Heidelberg, el novel teólogo fue contratado por un noble para educar a sus cuatro hijos.
Durante cuatro años, los preparó en idiomas y les brindó una rigurosa educación basada en las Sagradas Escrituras. A continuación, en 1510, el siervo del Altísimo regresó a su hogar donde, con el respaldo de su progenitor, consiguió un puesto de pastor que le permitió empezar un quehacer evangelístico sustentado en la verdadera fe cristiana.
MINISTERIO IMPACTANTE
Tras renunciar a su cargo, debido a que deseaba profundizar sus conocimientos bíblicos, el misionero se trasladó a la Universidad de Tubinga en 1513. Allí encontró a Philip Melanchthon, reformador alemán, y Johann Reuchlin, especialista en judaísmo, con quienes compartió su adoración por el Salvador. Posteriormente, en 1514, retornó a Heidelberg y conoció a Wolfgang Capito, otro personaje relevante de la Reforma en Alemania, quien se transformó en uno de sus amigos más cercanos.
Adiestrado en griego, latín, arameo, italiano, francés y hebreo, Oecolampadius fue convocado en 1515 por Erasmo de Róterdam, reconocido teólogo holandés, para trabajar junto a él en una nueva versión del Nuevo Testamento, en la metrópoli de Basilea, centro editorial de Europa de aquel momento. Entonces, se anotó en la universidad local para obtener su doctorado. De forma paralela, ofreció una serie de conferencias sobre la Biblia en esta casa de estudios.
En diciembre de 1518, Johannes recibió una invitación de las autoridades de la ciudad alemana de Augsburgo, que se encontraba agitada por el Evangelio, para ser el predicador del templo principal de este pueblo. En aquel lugar, su labor duró alrededor de quince meses y se distinguió por la publicación de un tratado en el que criticó la práctica de la penitencia por parte del catolicismo. Asimismo, editó un artículo que fustigó las oraciones por los muertos.
Preocupado por el futuro de la fe en Dios, el erudito de las Escrituras entró en un monasterio de la urbe de Altomünster, ubicada en Baviera, el 23 de abril de 1520. Fue en este sitio, en el que vivió de acuerdo a la Palabra del Creador y escudriñó a profundidad el Antiguo y Nuevo Testamento, donde Cristo movió el corazón del naciente reformador y lo motivó a alejarse de la iglesia tradicional. Autoexiliado del papado, se marchó de allí el 23 de enero de 1522.
GUERRA ESPIRITUAL
Despojado de su hogar, trabajo, prestigio y hasta de sus libros, el evangelista se aferró al amor del Mesías, para enfrentar la guerra espiritual que se avecinaba en su existencia. En primer lugar, durante unos meses, el teólogo Caspar Hedio lo escondió en Maguncia. Después, en noviembre de 1522, reapareció en Basilea adonde llegó como un mendigo. Pero con la gracia del Señor, al poco tiempo, fue nombrado pastor de una congregación representativa del lugar.
Crítico de los errores del catolicismo, Oecolampadius brindó también diversas disertaciones cristianas en la Universidad de Basilea. Más adelante, en abril de 1523, luego de que el ayuntamiento de Basilea tomara posición por la Reforma en detrimento del papa Adriano VI, el concejo municipal de la ciudad lo nombró profesor universitario de teología y de exégesis bíblica. Levantado por el Redentor, se convirtió en abanderado del cristianismo basiliense.
Impulsor del canto de Salmos y de himnos espirituales en los cultos, el predicador logró en 1526, que Basilea fuera la primera urbe en Suiza que abrazó el Evangelio. Desde el púlpito, gestó también diversas innovaciones que iban en contra de los ritos religiosos y censuró la usura, el soborno y la corrupción, que corroía al sistema sacerdotal. Del mismo modo, presentó en público argumentos sólidos, asentados en la Biblia, a favor de la postura reformadora.
Motor del interés por las verdades bíblicas, fue uno de los primeros en afirmar que la Palabra de Dios es la máxima autoridad. En su actividad diaria, visitaba a los enfermos y a los necesitados para ofrecerles su apoyo. Del mismo modo, se transformó en el arquitecto espiritual de la feligresía de la ciudad y fue el creador del Departamento Bíblico de la Universidad de Basilea. Asimismo, ideó un proyecto para el fomento de una educación cristiana moderna en las escuelas.
PRECIADO SIERVO
Parte del plan de Jesucristo para construir su reino, Johannes contribuyó a fortalecer la fe en Jesucristo mediante sus reveladoras y elocuentes prédicas. Firme en su sometimiento al Rey de reyes, a pesar de los frecuentes ataques de sus enemigos, lideró a los creyentes de Basilea y bregó de forma permanente para que las almas perdidas conocieran las enseñanzas del Maestro. Día y noche, hasta el final de su historia terrenal, combatió el pecado y la maldad.
Estimado por su rebaño y reconocido por su aporte a la renovación de la iglesia, Johannes Oecolampadius se fue a la presencia del Señor, a la edad de cuarenta y nueve años, la mañana del 23 de noviembre de 1531 víctima de una repentina y mortal enfermedad. El día anterior a su fallecimiento, postrado en su cama y rodeado de su familia, repitió con voz débil el Salmo 51, se golpeó el pecho y murmuró con una sonrisa: “Aquí adentro hay luz suficiente”.
Considerando su corta presencia en la Tierra, la vida piadosa y el ministerio productivo de Oecolampadius son sorprendentes por la repercusión que provocaron en el suelo basiliense. Guiado por Dios, descubrió verdades edificantes, gracias a una cuidadosa y minuciosa examinación de la Biblia, que consolidaron la adoración al Creador entre los cristianos. Deseo de llevar a los pecadores al redil de Jesús, se esforzó siempre por revelar la Palabra del Omnipotente.
Hombre de fe inmensa, Johannes creía que toda la creación está destinada a alabar a Cristo. Desde su particular visión, la humanidad entera debe humillarse ante el Señor y confiar en el Evangelio para alcanzar la salvación. Respaldado en las Sagradas Escrituras, trabajó para establecer una doctrina centrada en Dios. En el presente, su postura firme, en oposición de las tradiciones católicas, lo ubica como un exegeta completo que motiva a conocer la luz de Jehová.