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22 de Octubre del 2019

LA EFICACIA DEL MENSAJE DE DIOS

“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso”. 2 Reyes 5:1

  • LA EFICACIA DEL MENSAJE DE DIOS

Las Sagradas Escrituras nos narra la historia de un general del ejército de Siria, su nombre era Naamán. Este era un gran adorador y devoto de Rimón, dios del pueblo sirio, por la tanto, un hombre necesitado del Dios verdadero. La Biblia dice que era muy apreciado por todos y especialmente por el rey de Siria, tenía una posición honrosa; era un general de características especiales: valeroso en extremo, estratega militar, héroe nacional, hombre querido en todo el país, por medio de él, Dios había dado salvación a Siria.

Este general había demostrado en el campo de batalla que era un militar a carta cabal, pero lamentablemente era leproso. La lepra es una enfermedad repugnante, carcome irremisiblemente a la persona hasta acabar con él, hace estragos al que lo padece, aislándolo, marginándolo y obviamente incapacitándolo para cualquier función que valga la pena. La lepra en la Biblia es un símbolo de pecado, el pecado como una mancha mortal en el género humano.

Mencionaremos tres mensajes que fueron dados al general Naamán:

• El primer mensaje surgió de la esclava de la esposa de Naamán, siendo adolescente la habían traído a Siria. Cuando tuvo la oportunidad le dijo a la esposa de Naamán: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 R. 5:3). Nunca habían oído un mensaje así, sabiendo que en ese tiempo la lepra no tenía cura, pero la esclava estaba declarando con una convicción firme que Naamán sería sano de la lepra. Ella pudo haberse quedado callada si hubiera mirado el entorno en las que vivía, pero sabía que Dios está por encima de todas las circunstancias.

• El segundo mensaje que recibió fue el de sus propios siervos, porque cuando Naamán llegó a Israel, Eliseo no se apersonó, sino que envió a su siervo para que le hablara. Eliseo le envío para que se lavara siete veces en el río Jordán, asegurándole que luego sería restaurado, que quedaría limpio, sano de su lepra; pero el general se fue enojado, porque no le atendió el mismo profeta (2 R. 5:9-12). En 2 Reyes 5:13 sus siervos lo detuvieron y le dijeron: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no lo harías? ¿Cuánto más, diciéndote: lávate, y serás limpio?”.

• El tercer mensaje fue del siervo de Eliseo, leemos: “Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio” (2 R. 5:10). Dios golpeó el ego de Naamán. Cuando llegó a la casa de Eliseo, esperaba cierto protocolo, después de todo él era el gran general, el hombre que no se arrodillaba ante nadie, al cual todos los demás le tenían que rendir honores. Y ahora llega a la casa de Eliseo y el que sale es el criado, y le da el mensaje de que se zambulla siete veces en el río Jordán y su carne será limpia.

El yo de este general se sintió despedazado, se creía grande, se creía muy importante; el general quiso irse, el general no entendía los tratos de Dios. Si no fuera por este milagro, acontecido en su vida, un idolatra como Naamán no aparecería en la Biblia y quizás en ninguna historia.

Entonces, obedientemente, va y se zambulle siete veces en el río Jordán; cuando salió la séptima vez, la llaga ya no estaba, había desaparecido, su piel se volvió como la de un niño, hermosa, tersa, sana. Naamán entiende, después de este milagro, que Dios es real, luego de esta gran experiencia divina, le dice al profeta: “Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová.

En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo” (2 R. 5:17-18). El general tenía que ir al templo sirio por obligación, y que no adoraría al dios Rimón, sólo lo haría por un protocolo, porque de ahora en adelante su Dios sería Jehová el Dios de Israel. ¡El poder del Evangelio resulta eficaz para muchas vidas!

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