Historias de Vida
01 de Febrero del 2020
BEATRIZ ENCONTRÓ LA LUZ
Ritos satánicos, un aborto y un esposo que no la valoraba, son el resumen de la vida de Beatriz Vargas Arrubas. Malas experiencias que Dios ha logrado ir borrando de su existencia. Queda pendiente doblegar el duro corazón de su pareja, pero el Señor todo lo puede.
Siempre los ritos satánicos pretendían atraparla. Beatriz Vargas Arrubas contempló desde su niñez como una hermana de su padre vivía involucrada en cultos extraños. Mucho tiempo después entendería que se trataba de sesiones de brujería.
Luego, pasaron años, y su búsqueda de Dios la llevó a una iglesia que se decía cristiana y realizaba extrañas sesiones de regresión y prometía seductores obsequios. Volvió a darse cuenta que la tentación del demonio estaba nuevamente al acecho. La vida de Beatriz transitó, por prolongadas etapas de soledad y vacío.
Ella trató de interpretar esa situación, desconocía el origen. ¿Por qué siempre me siento así?, se preguntaba mientras iban pasando los años. Hija de un matrimonio pobre, en Montevideo, Uruguay, fueron ocho hermanos, siete mujeres y un varón. Hoy la mitad de ellos han fallecido. Recuerda con cariño a su padre, pero reconoce pasajes duros de esos años infantiles. Su progenitor, un militar retirado, transmitía poco afecto paternal y, en ocasiones, golpeaba a su madre y a sus hijos. La pobreza de la familia solo permitió que todos los hijos estudiaran primaria, nunca pudieron acceder a un colegio secundario y menos a la educación superior.
Esos tiempos fueron para los Vargas Arrubas de mucha escasez. Con Beatriz, su séptima hija, el patriarca de la familia solía siempre expresar poco afecto; pero, ante cualquier travesura infantil, recibía con frecuencia severos castigos que recuerda con pesar. Como que el pasado dejó heridas abiertas que influyeron en las decisiones importantes de su vida. “Creo que por eso me casé muy joven, a los 20 años”, dice. Su novio tenía 22. Beatriz acepta que estaba urgida de encontrar amor. Sintió estar enamorada. Quedó embarazada de la única hija que tuvieron.
La búsqueda de cariño terminó llevándola a un nuevo vacío. Ha cumplido casada 38 años y afirma vivir en un hogar donde recibe malos tratos y escaso amor, como pasó en su niñez. Las agresiones verbales que recibe son frecuentes, Beatriz se refugia en Dios pidiendo que cambie a su esposo. Porque cree en el Señor y asumió que el matrimonio es para siempre, prosigue su lucha en querer transformar el duro corazón del hombre que ingresó a su vida para hacerla hasta hoy más dolorosa que feliz.
“Para él no tengo valor alguno, todo lo que hago está mal”, confiesa Beatriz. Ella vive en la misma casa, duerme en la misma cama con su esposo, pero la relación es dañina para su autoestima. La sostiene porque guarda la esperanza de cambiar ese corazón con la ayuda del Señor.
MALAS DECISIONES
Además de ese dolor cotidiano, Beatriz carga consigo otra dura experiencia. Hace algunos años quedó embarazada y decidió abortar al bebé. Resultó una medida desesperada que con el paso del tiempo permanece atormentando sus días. Dice hoy que siempre trató de mantenerse limpia ante los ojos del Señor, que además de haber fumado cigarrillos por un tiempo, no tuvo otros vicios, pero haber optado por suspender su embarazo genera un gran dolor en ella.
Junto a esa extrema decisión debió arrepentirse también de haber entregado a su hija en condición de ahijada a un espiritista. Se llamaba Ramón y visitaba la casa paterna donde siempre había rituales satánicos promovidos por la hermana de su padre. Ramón y su esposa fueron padrinos de bautizo católico de su única hija.
Beatriz reconoce que sabía de quién se trataba y no entiende cómo tomó semejante decisión cuando se trataba de un personaje diabólico. Su propia hija presenció luego una serie de rituales de su padrino y se los comentó a su madre. Beatriz fue alejándose de Ramón y de la propia familia de su padre que persistía con esos actos satánicos.
Su hija hoy tiene 38 años. Se casó a los 25 años, tiene dos hijos, de 15 y 8 años. Temporalmente ha regresado a la casa de sus padres luego de divorciarse. Beatriz ha tratado de acercarla al Señor, pero todavía guarda resentimientos con su madre por haberla entregado a un padrino con costumbres satánicas. Otro instante triste que debió afrontar Beatriz se produjo a los 23 años cuando perdió a su hermano. Una muerte imposible de olvidar.
Él murió ahogado a los 25 años. Ese pasaje siempre retorna a su mente, está en la memoria, con la frecuencia que no quisiera. “Me dormía y soñaba que veía a mi hermano andando con una muleta, con una pierna cortada”, narra. Al año de muerto su hermano, falleció su padre. Para Beatriz él se dejó morir después de la muerte de su hijo. Era su único hijo varón. Siempre tuvo un afecto especial hacia él. Luego fallecería su madre al detectarle cáncer al hígado.
LAS TENTACIONES
Afectada por duros momentos era entendible su necesidad permanente de encontrar a Dios. Un día acudió a una iglesia que se llamaba falsamente evangélica y presenció actos que para nada estaban emparentados con el cristianismo.
Ponían una figura paterna cerca del altar. Uno se arrodillaba y pedía perdón por todos los errores que podía haber cometido y también para perdonar si te había hecho daño. Beatriz oraba en varias ocasiones preguntando si estaba ante Dios. Pero siempre surgían dudas.
Muchas veces escucho ofertas tentadoras de unas voces que le decían sírveme y tendrás lo que quieras. Beatriz empezó a dudar. Esas promesas que oía la incomodaban. Sentía muy extraño el mensaje. Se asustó porque se hicieron frecuentes y sonaba más a tentación diabólica que un contacto con el Señor.
Oyó que primero le ofreció una casa, luego que a su hija podía darle de todo, desde un trabajo hasta una casa. Le habló de una persona, con quien debía tener contacto, entonces ella se espantó. No era el Señor. Empezó a orar, a pedir que se alejen esas voces. Un día escuchó a esa persona hablando una serie de mentiras. Beatriz abrió su mente.
Dios nunca miente, pensó. Allí surgió su liberación. Pero tuvo que pasar previamente por una de las vivencias que aún hoy la estremece narrar. Fue llamado culto de regresión, durante un retiro, donde el supuesto pastor debía devolverlas hasta la panza de su madre. Iba escribiendo y escribiendo todos sus recuerdos de niñez mientras le decían: tu padre nunca te quiso, fuiste concebida sin amor. Beatriz salió de ese retiro espiritual confundida y angustiada.
Se encerró en su casa durante semanas. Le decía a su esposo que no la deje sola. Que Dios le había enviado un mensaje para cambiar su vida. Que pronto recibirían de obsequio una casa. Estás loca, le gritaba él. Ella insistía que todo cambiaría. Su hija fue hasta le iglesia a reclamarle a los pastores. A exigir explicaciones. Nadie la oyó. Beatriz empezó a pedir a Dios.
Logró superar en algo ese momento. Volvió a congregar, pero estaba muy afectada. Entonces vivió la experiencia de la mentira, superó las ofertas tentadoras de casa y trabajo para su hija y logró salir de esa iglesia. Luego de ocho años partió a otra iglesia donde consiguió un poco de sanación de su alma y corazón. Pero tampoco se sentía completa. Seguía su lucha por superar el vacío que penetraba su alma.
CERCA A DIOS
El primer contacto serio, auténtico y real con Dios recién se produjo a los 40 años cuando conoce la Obra del MMM. Beatriz congregaba en otra iglesia. El pastor y su esposa parecían ser prepotentes, sus prédicas nunca estremecían su corazón. Una noche salía del templo y oyó una voz: “hasta aquí nomás viniste, busca otro lugar”.
Ella pensó: qué hago, dónde voy, necesito congregar. Aunque la doctrina de la iglesia donde congregaba era algo liberal se notaba que algunas familias vivían en buen testimonio, aunque ella una vez más se sentía vacía. Tenía una amiga, Martha, que solía llevarla en su auto desde el templo hasta el paradero del bus que solía tomar. La noche que oyó la voz que le pedía dejar el lugar salió a buscarla y se había marchado. Caminó raudamente hasta el paradero y subió al bus sin percatarse que era una línea distinta a la que usaba para dirigirse a su casa.
En la ruta subieron dos chicas muy jóvenes con biblias en la mano. Beatriz preguntó si eran cristianas, ambas dijeron que sí y le entregaron unos folletos. Puede visitarnos, la invitaron, leyó el folleto y se grabó la dirección, la iglesia central del MMM en Uruguay en el barrio La Unión. Contó a su amiga Martha toda la experiencia vivida. “No puedes dejar la iglesia, no sabes cómo es allá, Dios puede castigarte por dejar la iglesia”, trató de convencerla. Beatriz permaneció decidida a conocer el MMM. Martha se ofreció a llevarla. Así fue como a los 40 años Beatriz llegó a la Obra y conoció a los pastores de aquel entonces, Alfonso Martínez y su esposa Amanda Bermúdez.
El primer contacto lo recuerda con emoción. “Desde que pude darle la mano al pastor sentí algo diferente, sentí la presencia del Señor. Aquí me quedo pensé y aquí estoy”, rememora. Esa experiencia con Dios, esa búsqueda del Señor llegó a su fin. Se bautizó. Su vida experimentó la cercanía con el Creador. Y fue obrando cambios en su personalidad.
Llenando esos vacíos que tanto tiempo la atormentaron. Aunque ella, hoy con 58 años, sostiene que después de haber pasado por estas tristes experiencias no se siente digna del Señor, ha presenciado la enorme misericordia de Jesucristo, su corazón está en paz, ahora está orando por el cambio de su esposo. Ha encontrado en el MMM una familia, ama la Obra y apoya en la iglesia central realizando labores en la cocina. “Dios me abrió la puerta por fin y vivo en paz”, dice.
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