Por ROBERT WILSON
Hijo de inmigrantes alemanes, Jacob Albright siguió el llamado de Dios, a finales del siglo XVIII, para predicarles a sus vecinos de Pensilvania sobre la gracia salvadora de Cristo. En los doce años que duró su ministerio escaló colinas, recorrió valles y atravesó bosques en busca de ovejas perdidas. Su labor evangelística fue intensa y extensa. Potente en la proclamación del Evangelio, dejó una enorme herencia espiritual.
Nacido el 1 de mayo de 1759, en la comunidad estadounidense de Fox Hill, ubicada a alrededor de cinco kilómetros al norte de la actual ciudad de Pottstown, fue uno de los nueve hijos de los creyentes John y Anna Albright, oriundos de la región del Palatinado, quienes formaban parte de la iglesia luterana del municipio de New Hanover. En su niñez, con el apoyo de la congregación a la que asistían sus padres, estudió las Escrituras.
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