Durante su infancia, Salina enfrentó traumas emocionales que la llevaron a una profunda depresión y pensamientos suicidas. Buscando llenar el vacío interior, exploró distintas corrientes ideológicas y finalmente se identificó como transgénero, adoptando el nombre de Jay, iniciando un tratamiento con testosterona y asumiendo una identidad masculina.
“No conseguía mirarme al espejo sin llorar. Sentía que estaba viviendo de forma errada. Hacía cualquier cosa para no tener que ser yo por un rato”, confesó en una entrevista con el canal Jubilee.
A pesar de los cambios físicos y de identidad, el vacío espiritual seguía intacto. Fue entonces cuando conoció a una joven cristiana que comenzó a compartirle el Evangelio y a leer la Biblia junto a ella.
“Sentí que la Palabra estaba viva. Había una paz que yo no conocía”, recuerda Salina.
Una noche, mientras oraba y veía un video cristiano en TikTok, decidió hablar directamente con Dios:
“Le dije: ‘Dios, si eres real, ¿puedo recibir tu Espíritu? No sé qué significa, pero sé que viene de Ti y yo lo quiero’”.
Minutos después, experimentó lo que describe como una presencia sobrenatural, una ola de amor y paz que invadió todo su ser.
“En ese momento supe que Dios es real. Días después fui a la iglesia por primera vez y allí me convertí. Durante la oración, escuché a Jesús decirme: ‘Eres perfecta como eres. Eres mi hija amada’”.
Aquel mensaje la impactó profundamente, pero también la confrontó. Aún no se sentía mujer, pero algo dentro de ella había comenzado a cambiar.
En oración, Salina decidió rendirse completamente a Jesús:
“Si tú dices que soy tu hija, entonces lo creeré. Aunque no lo sienta ahora, viviré como tu hija y sé que un día lo experimentaré plenamente”.
El proceso de restauración fue lento, pero constante. Con el paso del tiempo, su corazón fue sanado y su identidad restaurada.
“Hoy me siento una mujer completa, llena del amor y la paz de Dios. Jesús cambió completamente mi vida. Aprendí que ser mujer no se trata de la ropa ni de la apariencia, sino de lo que hay en el corazón: alegría, ternura y amor”.
Actualmente, Salina vive una nueva etapa de plenitud. Ha superado los vicios y la desesperanza que la atormentaban, y hoy está comprometida en matrimonio con un hombre al que describe como “un regalo del Señor”.
Su historia es una evidencia del poder transformador del Espíritu Santo, capaz de sanar la identidad rota y liberar de toda atadura emocional, espiritual o ideológica.
“Me siento mejor que nunca; tengo gozo y paz en mi corazón. Hoy sé lo que significa ser verdaderamente mujer en Cristo”, afirma con convicción.
Su testimonio recuerda las palabras de 2 Corintios 5:17 (RV60):
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Reflexión
El testimonio de Salina desafía al mundo actual, donde la confusión de identidad se ha convertido en bandera cultural. Su vida demuestra que la verdadera libertad no está en redefinirse, sino en rendirse a Dios.
El Espíritu Santo sigue obrando hoy, transformando corazones y devolviendo propósito a quienes están dispuestos a soltar el pasado. En una sociedad que promueve la autoidentificación, Salina nos recuerda que solo en Cristo encontramos nuestra verdadera identidad
