Es en este mismo tiempo cuando la humanidad, ya marcada por el suceso de Babel, comienza a migrar y a volverse nómada. Un grupo de estos nómadas vivió en las cuevas del sur de España, y fueron afectados por una contaminación ambiental originada por un mineral llamado galena (composición de azufre y plomo) que los nativos usaban para enterramientos.
Ya en un tiempo más reciente, en la antigua Roma, encontramos contaminación ambiental aérea. Esta se conoció entre los locales como gravioris caeli (cielo pesado) e infames aer (aire infame). Una de las causas fue el gran incendio de Roma, ocasionado por Nerón.
Antes de la llegada de los españoles a Centroamérica, en 1519, los mayas de algunas ciudades ya contaminaban el suelo mediante la intensa agricultura y el uso de mercurio en sus pinturas.
Doscientos treinta y dos años después, en 1750, se daría la famosa Revolución Industrial, que impactó seriamente el medio ambiente, agravó la capa de ozono y los mares, y eliminó, con el paso de los años, especies de animales vitales para la conservación ambiental.
En la actualidad, el ser humano sigue contaminando el planeta, pero de formas mucho más peligrosas que amenazan las selvas vírgenes alrededor del mundo.
Por este motivo, y con el fin de resaltar las responsabilidades morales en la crisis ecológica, se creó el término “ecopecados”, es decir, pecados humanos en el ecosistema.
Existen cuatro grandes “pecados” ecológicos, los cuales han provocado la crisis existente en el siglo XXI: la contaminación de la biosfera, el agotamiento de recursos naturales, la explosión demográfica y la carrera armamentista.
El pueblo cristiano, estando sin excepción dentro del gran grupo humano, ha sido calificado como culpable de la crisis ecológica actual. Según algunos filósofos contemporáneos, la tragedia ecológica hundiría sus raíces en esta “arrogancia cristiana” de suponer el señorío ilimitado del hombre, basado en el mandato divino de crecer y dominar la tierra, y el tiempo lineal que poseen (con un principio y un fin), a diferencia de las filosofías griega, hindú y china, que tienen un tiempo cíclico (en forma circular y que se renueva).
Pero este mandato de Dios de sojuzgar el planeta tierra no es para pasar los límites de la bioética y dañarlo. Tampoco debe entenderse que el concepto de tiempo lineal sea un enemigo del medio ambiente, solo por el hecho de que haya un crecimiento multiplicado de la industrialización y la deforestación, lo cual contribuye al colapso apocalíptico de nuestro entorno natural.
El mundo está actualmente en un estado grave debido a la inconsciencia y la mala ambición de compañías poderosas de los países del primer mundo, sumado a la falta de educación ambiental a nivel global. La actuación negativa de las grandes empresas se traduce en: contaminación del aire por los gases de las fábricas, contaminación del suelo por la explotación agrícola, contaminación del agua generada por las empresas petroleras, etc.
Judeocristianismo y el proambientalismo
Occidente ha sido forjado sobre la superioridad arrogante del hombre en el universo, y como la doctrina judeocristiana ha influido en este bloque terrestre, muchos piensan que esta es la causa de la crisis ecológica.
Sin embargo, es importante señalar que el verdadero cristiano y judío no serían causantes de tales males en la naturaleza. Ha habido muchos supuestos cristianos y comunidades cristianas que no han estado a la altura de los valores y enseñanzas bíblicas de la creación.
El pueblo hebreo es un gran ejemplo de proambientalismo. Podemos verlo en Levítico 25:3-7, cuando debían obedecer el mandato divino de hacer descansar un año la tierra después de seis años seguidos de cultivo:
«Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña. Lo que de suyo naciere en tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra.»
Otro ejemplo lo podemos ver en el Salmo 104, donde la creación aparece como reflejo de la bondad y el orden del Creador: “Él riega los montes desde sus aposentos; Del fruto de sus obras se sacia la tierra”. También el creyente puede, a través de su creación, experimentar el amor, la ética y la proximidad de Dios.
Y el pasaje que resume el aprecio ecológico de los cristianos, y sobre todo de Dios, lo encontramos en la carta de Colosenses, en el capítulo 1, versículo 15:
«Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.»
Este pasaje nos ayuda a concluir que, por el hecho de que Dios decidió venir a esta tierra en forma humana, naciendo en el seno de Su creación, nuestro planeta vale la pena y merece nuestra consideración.
Espero que esta noticia haya edificado grandemente tu vida. Dios te bendiga, Comunidad de Impacto Evangelístico.
