Continuamos con la II parte:
La pitonisa sabía que la ley de Dios y la ley de Israel condenaba con la muerte a los adivinos y agoreros, y le dijo al visitante: “He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir?” (1 Samuel 28:9).
“Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto” (1 Samuel 28:10). Saúl tomó el nombre de Dios en vano, pues “juró por Jehová” en contra de la ley de Jehová. Violó la ley al solicitar los servicios de una pitonisa, y la volvió a violar al proteger a la pitonisa (“A la hechicera no dejarás que viva”, Éxodo 22:18).
“Y me hagas subir a quien yo te dijere” (1 Samuel 28:8). En esta frase se destaca la obstinación, la rebelión, el capricho personal y el dominio demoníaco que había en Saúl. Expresa su carácter voluntarioso y terco. Quería las cosas a la fuerza, como cuando rasgó el manto del profeta Samuel.
La pitonisa dijo: “¿A quién te haré venir?” (1 Samuel 28:11). Las pitonisas, brujas y médiums trabajan al gusto del consumidor, al gusto del visitante; son estos los que pagan, no son los muertos ni los demonios. Por otro lado, Dios le da al hombre no lo que al hombre le gusta, sino lo que el hombre necesita.
Y Saúl “respondió: Hazme venir a Samuel” (1 Samuel 28:11). Un deseo obstinado y rebelde de Saúl. No olvidemos que la pretendida consulta a los muertos está terminantemente prohibida por Dios. “No sea hallado en ti quien… consulte a los muertos” (Deuteronomio 18:10, 11). “¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?” (Isaías 8:19).
Saúl, pretendía comunicarse con Samuel, que ya había muerto hacía como dos años, por encima de las disposiciones y leyes de Dios.
Saúl había hecho caso omiso, había rechazado, había desobedecido y violado el consejo de Samuel cuando este estaba en vida. Por la abierta rebelión de Saúl contra el Señor, Samuel se alejó de Saúl, y no quiso ni verlo más, ni encontrarse con él en vida (1 Samuel 15:35).
Mientras Samuel vivía en Ramá, que no quedaba muy lejos Gabaa de Saúl, éste nunca se interesó por ir a ver y consultar y pedir consejo a Samuel. Y ahora Saúl quiere comunicarse con Samuel a través de “un espíritu de adivinación”, a través de una abominación, a través de un demonio. ¡Qué bárbaro! ¡Qué terco!
“Y viendo la mujer a Samuel” (1 Samuel 28:12). Debemos entender que la Biblia está haciendo el relato conforme lo presentaba la bruja y conforme lo aceptaba y lo quería Saúl.
Saúl quería a Samuel, y la pitonisa tenía que decir que era Samuel. No podía decir que era Tutankamón, ni Goliat, ni Josué. Tenía que ser Samuel, pues Samuel era el solicitado; y si no aparecía Samuel, desaparecía a la bruja. Así que vino el “Samuel” de la bruja.
La mujer le dijo a Saúl: “¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl” (1 Samuel 28:13). ¿Quién engañaba a quién? Saúl era muy fácil de identificar, era el hombre más alto en todo Israel, sobrepasaba de los hombros para arriba al más alto en todo el pueblo, así que era un semi-gigante. Probablemente la pitonisa lo había reconocido desde que llegó, pues desde entonces ella comenzó a hablar de lo que Saúl había hecho con los adivinos. Cuando el visitante le garantizó que nada le sucedería, ella sabía que el único que podía dar tales garantías era precisamente Saúl. ¡Pero la pitonisa tenía que preparar bien la trama!
Si la bruja misma hubiera creído que la “aparición” era el verdadero y auténtico Samuel, en vez de tener miedo a Saúl, que después de todo se había envilecido delante de ella, hubiese tenido miedo del auténtico Samuel, pues el verdadero Samuel se había apartado de su amigo y protegido Saúl por desobediente, había cortado en pedazos al rey Agag, el trofeo de guerra de Saúl, y ¿qué no hubiera hecho el auténtico Samuel con una bruja abominable y con un rey villano? La bruja sabía lo que hubiera hecho el verdadero y auténtico Samuel.
“¿Qué has visto?” (1 Samuel 28:13), preguntó Saúl. Saúl nunca vio nada. La pitonisa dijo: “He visto dioses que suben de la tierra” (1 Samuel 28:13). “Dioses”, o sea espíritus. Eran muchos. Se pidió a uno y salieron muchos. Si Dios hubiese ido a dejar salir al espíritu del auténtico Samuel, ¿hubiese dejado salir a muchos? ¡No! ¿No le parece a usted que el que salió fue “el Samuel de la bruja”?
“¿Cuál es su forma?” Inquirió Saúl. Saúl dependía enteramente de lo que dijera la bruja. La pitonisa “respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto” (1 Samuel 28:14). En primer lugar, la bruja conocía a Samuel –todos le conocían, todos le recordaban– y además, todos sabemos que los demonios asumen cualquier forma, figura, apariencia, voz, ademanes de las personas que han muerto.
“Saúl entonces entendió que era Samuel” (1 Samuel 28:14). La Biblia no dice expresamente que era Samuel, lo que hace es que relata el incidente según lo presentaba la bruja y según lo aceptaba Saúl.
Lo que dice la Biblia es que “Saúl entonces entendió que era Samuel” (1 Samuel 28:14). Pero el entendimiento de Saúl estaba atrofiado, embrutecido. Era un hombre esquizofrénico, perturbado, endemoniado, poseído de demonios. Él no estaba capacitado para entender, para discernir la verdad. Lo que creía era la mentira, porque era lo que quería creer. Se cumplía en él la Palabra que dice: “Para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:10-12).
Dios desecho a Saúl y no le respondía “ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 Samuel 28:6). Si Dios no le contestó por estos medios legítimos y bíblicos, mucho menos podía contestarle por un medio abominado y condenado por Dios mismo tantas veces en las Escrituras. ¿Cree usted que Dios sea capaz de violar Su propia Palabra? Si no le contestó por medio del Espíritu Santo ¿Cómo podía contestarle por medio del espíritu del diablo?
Está claro en la Biblia que lo que Saúl deseaba era hablar con “un espíritu de adivinación”, o sea, con un demonio. Si él quería un demonio, ¿le habría Dios de enviar a un santo, como lo era Samuel?
“Y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia” (1 Samuel 28:14). El porfiado, contumaz, rebelde, endemoniado, asesino Saúl, nunca humilló su rostro a tierra ni reverenció a Dios, ni al auténtico Samuel en vida de éste, especialmente en sus últimos años. Pero ahora se humilla y hace reverencia ante la aparición “del Samuel de la bruja”, que él mismo no ve; y también se humilla ante la médium espiritista por medio de quien hablaba el espíritu malo imitando la voz de Samuel.
“Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?” (1 Samuel 28:15). La voz que oía Saúl tenía todas las tonalidades de la voz de Samuel, la cual era imitada por “el espíritu de adivinación”, usando las cuerdas vocales de la médium espiritista.
“Haciéndome venir” (v. 15). Si en vida Saúl no pudo presionar ni forzar a Samuel a sus caprichos, ¿cómo podía hacerlo venir después de muerto? ¿Hubiera Dios permitido interrumpir el reposo del espíritu de uno de sus más dignos e ilustres hombres santos para que viniera a hablar por los labios de una bruja inmunda y contaminada por ser instrumento de los demonios, para hablarle a un impío, rebelde, asesino e impenitente como lo era Saúl?
¡Nada ni nadie puede inquietar la paz y el reposo de los que parten con el Señor! Nada ni nadie puede hacer venir a los espíritus que parten para la eternidad, sea al descanso o sea al tormento.
“A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos… Si no oyen a Moisés y a los profetas (las Escrituras y los predicadores), tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:29-31). “Aunque alguno se levantare de los muertos” con cuerpo resucitado, tangible, visible, como se levantó el Señor Jesucristo y como se levantarán los dos testigos (Apocalipsis 11:3-12), no creerán; mucho menos creerán y se arrepentirán si lo que les habla es un espíritu invisible.
“Y Samuel dijo a Saúl” (1 Samuel 28:15). Por el hecho de que así dice, algunos piensan que tal vez si sería Samuel. Pero ya hemos dicho que la Biblia misma no da testimonio, no dice que fuera el auténtico Samuel. La Biblia lo que hace es referir el incidente, hacer el relato conforme la pitonisa lo presenta y conforme Saúl lo pedía y lo aceptaba. Saúl lo que pidió fue un “espíritu de adivinación”, y exactamente eso tenía. “El Samuel” que hablaba lo hacía a través de la médium, y a través de los médiums y “espíritus de adivinación”, los que hablan son los demonios imitando la voz de las personas que han partido.
No fue que el auténtico Samuel apareció y le habló directamente a Saúl, todo fue por medio de la médium. Saúl le dijo al “Samuel de la bruja”: “Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños” (1 Samuel 28:15). Si Dios no le respondía más por ningún medio, está claro que aquel que le estaba respondiendo no era Dios, ni era de parte de Dios, ni era permitido por Dios.
“Te he llamado” (1 Samuel 28:15). Saúl sabía que Dios no le respondía por ningún medio. Saúl sabía que Samuel en vida se había alejado de él y no le vio más por años. Saúl sabía de la integridad y de la obediencia de Samuel a Dios. Saúl sabía que todo el pueblo de Israel dio testimonio de la vida ejemplar y de la honradez de Samuel. Dios mismo dio testimonio de la santidad de Samuel (Jeremías 15:1).
“Te he llamado” (1 Samuel 28:15). Saúl pretendía colocar a Samuel por encima de Dios. Pretendía tener acceso a Samuel marginando a Dios. Pretendía colocar en pugna a Dios y a Samuel, como si el auténtico Samuel fuera a favorecer a los que Dios desecha. Pretendía ganarse a Samuel a su favor y en contra de Dios para invalidar la Palabra divina que prohibía la evocación de los espíritus de los muertos.
Ni Saúl, ni la bruja, ni un congreso de agoreros y brujos, ni el diablo y el infierno con todos sus demonios, podían forzar al espíritu del verdadero Samuel para que viniera, ni tampoco obligar a Dios para que lo permitiera violando así Su propia Palabra, pues Dios dice: “deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros” (Isaías 44:25).
Lógicamente, legalmente, bíblicamente, doctrinalmente, justamente, no podía venir el espíritu del auténtico Samuel.
Pero como Saúl quería a Samuel por medio de “un espíritu de adivinación”, el diablo le produjo “un Samuel”, “el Samuel de la bruja”.
Las palabras del “Samuel de la bruja” estaban designadas para desesperar y turbar más a Saúl, y así conducirlo a decisiones fatales. El diablo primero es tentador, y cuando logra la caída de su víctima, entonces se convierte en atormentador y burlador.
Para que Saúl creyera que el “espíritu de adivinación” le había hecho venir al auténtico Samuel, y que éste era el que hablaba, le recuerda lo que Dios dijo con relación a Amalec, y lo que Saúl hizo y lo que no hizo (1 Samuel 28:16-18).
El diablo sabe como hablar con aire de orador sagrado y de profeta, y hasta de “ángel de luz”. Todo lo que “el espíritu de adivinación” habló con respecto a Saúl y al reino, ya Dios lo había hablado, de modo que era conocido.
Lo único aparentemente adicional que dijo “el espíritu de adivinación” fue que Israel perdería la guerra con los filisteos. Pero esto lo sabía todo el mundo, comenzando con Saúl desde antes de hablar con la pitonisa, pues él decía: “No sé que hacer. Los filisteos sabían muy bien la condición emocional, desordenada y enloquecida de Saúl, y sabían que el gran héroe David no estaba en Israel, por lo mismo estaban seguros de la victoria. Si los filisteos lo sabían, mejor lo sabían los demonios.
Otra cosa adicional que dijo “el Samuel de la bruja”, fue: “Mañana estaréis conmigo” (1 Samuel 28:19), se refería a la muerte de Saúl, que era altamente probable, pues al siguiente día se iniciaba la guerra, y el demonio lo sabía.
Al decir “estaréis conmigo”, “el espíritu de adivinación”, el demonio, estaba enseñando las garras, se estaba identificando o descubriendo. El verdadero Samuel, el auténtico Samuel, le hubiera reprendido más fuertemente de lo que lo hizo en vida, pues, había descendido a lo peor: a consultar una pitonisa. Si hubiese sido el auténtico y santo Samuel, en ningún momento le hubiera dicho “estaréis conmigo” al impío y rebelde Saúl.
Después de la muerte el espíritu de Samuel y el de Saúl no podían estar juntos. El espíritu del auténtico Samuel estaba en el compartimiento de los justos, y el espíritu de Saúl iría al compartimiento de los malos. Y Jesús enseñó que “una gran sima está” entre ambos compartimientos, “de manera que los que quisieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”, como tampoco nadie salir ni de uno ni de otro lugar (Lucas 16:26).
Puesto que el espíritu del rebelde Saúl iba para el tormento, por esta razón, “el espíritu de adivinación”, “el Samuel de la bruja”, el demonio, le dijo: “Mañana estaréis conmigo”.
Después de la sesión con la pitonisa, y de la conversación con “el Samuel de la bruja”, “Saúl cayó en tierra cuan grande era… turbado en gran manera” (1 Samuel 28:20, 21).
En vida de Samuel, Saúl había escuchado de labios de aquél palabras similares de amonestación. Samuel concluyó sus advertencias al pueblo y a Saúl, en la coronación de éste, como sigue: “Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis” (1 Samuel 12:1-25).
En esta vez, que Dios habló por boca del verdadero y auténtico Samuel, Saúl no cayó en tierra, ni se turbó, ni perdió el apetito; pero ahora cuando habla “el espíritu de adivinación”, usando las cuerdas vocales de la bruja y con la imitación de la voz de Samuel; Saúl perdió las fuerzas, cayó, se turbó, tuvo miedo, perdió el apetito. ¡Es muy diferente la reacción y los resultados cuando el Señor habla y cuando el diablo habla!
Saúl fue a consultar “para que me declares lo que tengo que hacer” (1 Samuel 28:15), pero le fue dicho lo que había dejado de hacer y lo que harían con él. ¡No le dijeron lo que él tenía que hacer! ¡Fue engañado! ¡Fue un fracaso! ¡Salió peor!
A instancias de la pitonisa, Saúl se levantó del suelo, se sentó en una cama, comió y luego se fue. Es evidente que estaba bajo el completo control de la bruja (1 Samuel 28:23-25).
En todo sentido la consulta fue un total fracaso.
PARA QUE CREAN LA MENTIRA
En 2 Tesalonicenses 2:10-12, leemos: “Con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.”
Estos versículos nos enseñan que aquellos que no quieren recibir la verdad para ser salvos, les vienen espíritus malos “con todo engaño de iniquidad para los que se pierden… y Dios les envía (les permite) un poder (un fuerte poder) engañoso para que crean a la mentira, a fin de que sean condenados”.
¡Ese fue el triste caso de Saúl! Rechazó tanto y tanto la verdad, desobedeció tanto, hizo tanto su propia voluntad, que Dios lo tuvo que dejar, y el diablo lo pudo agarrar.
Ciento cincuenta y cinco años después le sucedió lo mismo al rey Acab, de Israel (1 Reyes 22:1-39). Este rey no quería escuchar ni obedecer las profecías de Elías y de Micaías, varones de Dios. Por otro lado tenía un montón de cuatrocientos profetas a sueldo que le profetizaban a él siempre bien. Profetas mentirosos.
Acab no creía en las profecías verdaderas de Elías y de Micaías, pero creía en las profecías mentirosas de sus cuatrocientos profetas. ¡Acab rechazaba la verdad y creía en la mentira!
Por causa de la rebeldía de Acab, Dios permitió un espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Pero estos demonios de mentira no hablaban como demonios, ni como el diablo, ellos hablaban imitando a Jehová.
“Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, como cuatrocientos hombres, a los cuales dijo: ¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o la dejaré? Y ellos dijeron: Sube, porque Jehová la entregará en mano del rey… Así ha dicho Jehová: Con estos (cuernos de hierro de un falso profeta) acornearás a los sirios hasta acabarlos. Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: Sube a Ramot de Galaad, y serás prosperado; porque Jehová la entregará en mano del rey” (1 Reyes 22:6,11, 12).
¡A Acab le agradó este mensaje! Sin embargo, estos profetas profetizaban mentira en nombre de Jehová.
Entonces el verdadero profeta de Dios, Micaías, profetizó a Acab con relación al mismo asunto, esto es, si iría o no iría a la guerra contra Ramot de Galaad. Y dice Micaías: “Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré… Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz” (1 Reyes 22:14,17). Esto quería decir que no fuera a la guerra.
¡Acab se enojó con este mensaje! ¿Por qué cuatrocientos profetas le profetizaban lo que a él le gustaba, lo que él quería, y uno solo le profetizaba distinto?
Entonces Micaías le explicó por Palabra de Dios que esos cuatrocientos profetas profetizaban por un espíritu de mentira. “Seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas… y Jehová ha decretado el mal acerca de ti” (1 Reyes 22:22, 23). Ante estas valientes palabras, uno de los falsos profetas golpeó a Micaías en la cara (1 Reyes 22:24). Acab encarceló a Micaías, y se fue a la guerra contra Ramot de Galaad, y muy pronto fue herido y murió (1 Reyes 22:26-38).
Puesto que rechazaba la verdad continuamente, Acab creyó a la mentira de cuatrocientos profetas que profetizaban inspirados por demonios de mentira que simulaban ser el Espíritu de Dios. ¡Igual que Saúl!
La muerte de un impío
“El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina” (Proverbios 29:1).
He aquí el triste final de un hombre que endureció su cerviz, endureció su corazón, en contra de la Palabra de Dios.
“Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa. Y siguiendo los filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl. Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos. Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella… Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones… Y le cortaron la cabeza, y le despojaron de las armas… y colgaron su cuerpo en el muro” (1 Samuel 31:1-4, 6, 9, 10).
¡Saúl se suicidó! Murió como vivió, violentando la Palabra de Dios: “No matarás” (Éxodo 20:13). ¡El mismo se mató!
En 1 Crónicas 10:13 y 14, nos dice algo adicional y esclarecedor con relación a la muerte de Saúl y a la pitonisa de Endor. Leemos: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la Palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí.”
Note que dice que Dios “lo mató”. Note la causa por la cual lo mató: “porque consultó a una adivina”. Note que Dios dice que Saúl “consultó a una adivina, y no consultó a Jehová”. Note que Dios no dice que Saúl consultó al auténtico Samuel, sino a “una adivina”.
¿Cree usted que Dios hubiera violado su Palabra permitiendo que el auténtico Samuel apareciera a través de una adivina, para después Dios matar a Saúl por haber consultado a una adivina?
Más de trescientos años después de la muerte de Saúl, Dios habló por boca del profeta Oseas, y dijo: “Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira” (Oseas 13:11).
Examinando detenidamente todo el registro bíblico concerniente a Saúl, como hemos hecho, y conforme a la abundante evidencia bíblica expuesta, podemos concluir que no fue el espíritu del auténtico Samuel quien habló por intermedio de la pitonisa, sino “el espíritu de adivinación”.
En vida de Samuel “Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras” (1 Samuel 3:19).
Si en vida Dios no dejó caer a tierra ninguna palabra de Samuel, ¿cómo Dios habría de permitir que su propia Palabra, y la palabra de un auténtico Samuel ya muerto, cayeran por tierra acudiendo a una consulta prohibida por intermedio de una bruja para un desobediente y rebelde? ¡Es inconcebible!
Amigo lector, rechaza toda mentira y falsedad y acepta a nuestro Señor Jesucristo como tu gran Salvador. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Recíbelo en tu corazón y en tu vida y serás salvo. Amén.
