Lo más llamativo de la predicación de To-sheng era su habilidad de exponer en forma sencilla y clara que el único camino a Dios es por medio de la obra consumada de Cristo. Demasiados cristianos se esforzaban por lograr la salvación en base a sus propias buenas obras, lo que, en principio, no se diferenciaba mucho del budismo.
Nee To-sheng fue arrestado por los comunistas chinos en 1,952 por declarar su fe en Jesucristo y por su liderazgo entre las iglesias cristianas locales. Luego fue juzgado, condenado y sentenciado a cincuenta años de prisión en 1,956. Durante todo su tiempo de carcelería sólo se le permitió recibir visitas esporádicas de su esposa.
El 4 de noviembre de 1,903 llegó al mundo Nee To-sheng para alegrar a su padre, hombre de carácter tranquilo, y a su madre, una mujer de voluntad firme. Los nombres chinos son significativos, y todo niño recibe o toma un nombre nuevo en cada etapa de su carrera. Al principio, de acuerdo con las tradiciones de la familia, se llamó Nee Shu-tsu que significa: “aquel que proclama los méritos de sus antepasados”. Años más tarde, consciente de su nueva misión en la vida, buscó un nombre nuevo que expresara su sentido de responsabilidad hacia su pueblo como predicador de Dios. Fue su madre que le propuso el nombre de To-sheng.
Escrita por el autor cristiano Angus I. Kinnear, “La vida de Nee To-sheng” es el relato de la existencia y obra de un siervo completamente leal al Todopoderoso. Seguidor de Jesucristo, nacido a principios del Siglo XX, Nee expuso los misterios del Evangelio con maestría y alcanzó un sitial preponderante en la cristianización de la República China. El escritor evangélico Kinnear, quien conoció a Nee To-sheng en 1,938, ha plasmado en su trabajo la relevancia de este varón que jamás dejó de predicar la Palabra de Dios.
Esa noche Dios sacudió a To-sheng. La confesión de Huo-ping lo había conmovido profundamente. Jamás había oído de una madre china aceptar tal indignidad. Si su propia madre podía ser transformada de tal manera, entonces había poder en la predicación de la señorita Yu. El cristianismo debía ser más que un mero credo. Iría el mismo para ver qué era. Fue entonces a las reuniones y antes que finalizaran, la predicación había logrado que se arrepintiera de sus pecados y encontrara en Jesucristo su Salvador y Amigo. Con toda la fuerza de su juventud se consagró a Dios y se comprometió a servirle con todo su corazón.
Sermones y conferencias publicadas
El libro de Kinnear resalta la personalidad de Nee y se enfoca en el impacto de su glorificación al Todopoderoso que contribuyó, como una onda expansiva, a la liberación espiritual de una gran porción de chinos. Al respecto, en el prefacio de la obra, el autor afirma que el mensaje cristiano de Nee To-sheng está íntimamente ligado con su vida y que al colocar el uno en el contexto del otro, y utilizar sus muchas anécdotas interpretativas, se puede ver la mano del Creador en el curso de su peregrinación en un mundo convulsionado.
Lo más llamativo de la predicación de To-sheng era su habilidad de exponer en forma sencilla y clara que el único camino a Dios es por medio de la obra consumada de Cristo. Demasiados cristianos se esforzaban por lograr la salvación en base a sus propias buenas obras, lo que, en principio, no se diferenciaba mucho del budismo. Se les había dicho que era presuntuoso decir confiadamente que eran salvos. La predicación de una nueva vida como regalo gratuito de Dios los sorprendió por lo novedoso. Y To-sheng no sólo predicaba las buenas nuevas de justificación por la fe. Para esta época estaba encontrando mucha ayuda en los escritos de Andrés Murray y F.B. Meyer.
Nee To-sheng escribió y publicó un solo libro, sin embargo; dejó un registro muy completo de sus sermones y conferencias publicadas en las revistas evangélicas que él edito a lo largo de su obra misionera. Sobre la base de este trabajo a favor de la causa del Salvador, Angus Kinnear, quien dedicó gran parte de su existencia a reconstruir el andar terrenal de Nee, redactó un enriquecedor relato orientado a mostrar al mundo a un hombre que se destacó por su altura espiritual y su férrea defensa de la libertad religiosa en su suelo chino.
To-sheng se sentía lo suficientemente repuesto como para permanecer en una pensión en Shanghai y trabajar en las otras secciones del libro que con toda seguridad Dios quería que él terminara. Lentamente, bajo el tutelaje literario de la señorita Li, llevó al papel las verdades que había aprendido mediante muchos sufrimientos y fracasos. Quería también examinar más de cerca la obra de los misioneros. Aquí por primera vez tuvo contacto íntimo con la Misión al Interior de la China, esa gran misión interdenominacional fundada Hudson Taylor, que durante sesenta años o más había difundido su testimonio evangélico en el interior del país.
Carente de estudios teológicos formales, Nee aprendió sus conocimientos bíblicos mediante el estudio de las Santas Escrituras y la lectura de diversos libros cristianos. Durante los treinta años que duró su ministerio pastoral, iniciado en 1922, To-sheng viajó por diversos puntos del territorio chino y fundó un sinfín de iglesias evangélicas en comunidades rurales. Además, dictó conferencias sobre temas cristianos en Shanghái, donde estableció su base de operaciones, y se transformó en un baluarte de la fe en el Altísimo.
La fuerza de la obra de To-sheng yacía en el hecho de cada creyente era un obrero sin salario, y todo aquel que era transferido a otra ciudad por su empleo, negocios, o al servicio del gobierno abría en su hogar un nuevo centro de testimonio y de oración. El interior de la China era ya más accesible debido a los nuevos caminos y vías férreas, y el rápido incremento de servicios de transporte aéreo significaba que era cada vez más fácil viajar por todo el país. En el Año Nuevo instruía a los hermanos que irían a estas nuevas zonas de labor, orientándolos en cuanto a la formación de la iglesia.
Traspasando fronteras
Al principio de su vida, de acuerdo con las tradiciones de su familia, Nee se llamó Shu-tsu. Empero, años más tarde cuando se integró a las filas del Creador y consciente de su misión en la tierra, buscó un nombre nuevo que expresara su compromiso con las buenas nuevas: To-sheng, que en español significa nota de batintín -campana que llevan los barcos chinos a bordo- escuchada desde lejos. La influencia teológica de la labor religiosa de Nee, que fue conocido como “Watchman” entre los creyentes de habla inglesa, traspasó las fronteras de su nativa China y alcanzó a cristianos de todo el mundo.
El evangelismo no era tarea sólo del predicador, sino de toda la iglesia. Todos los creyentes eran capacitados como “consejeros”. Al final de una predicación del evangelio, cada uno hablaba a la persona a su lado, tomando nota de su nombre y domicilio, haciéndole preguntas, dejándole hablar y si fuera posible, pero sin presionarlo, hacer que orara invocando el nombre del Señor, pues haciendo eso a menudo se salvaban. Los misioneros que vieron esto en acción quedaron muy impresionados. En 1,948 To-sheng preparó cincuenta y dos lecciones de instrucción sistemática en los fundamentos cristianos, desde la justificación por la fe hasta principios prácticos en la vida de la iglesia.
Nee To-sheng fue arrestado por los comunistas chinos en 1,952 por declarar su fe en Jesucristo y por su liderazgo entre las iglesias cristianas locales. Luego fue juzgado, condenado y sentenciado a cincuenta años de prisión en 1,956. Durante todo su tiempo de carcelería sólo se le permitió recibir visitas esporádicas de su esposa. Según Angus I. Kinnear, autor de “La vida de Nee To-sheng”, este destacado creyente de origen chino se entregó al Señor sin reserva alguna hasta el 1 de junio de 1,972 cuando se marchó a la presencia del Todopoderoso.
A los cincuenta años de edad fue arrestado en Manchuria por el Departamento de Seguridad Pública el 10 de abril de 1952, y en la primera investigación, fue acusado de “tigre capitalista”, al margen de la ley, que había cometido los cinco crímenes especificados en la campaña Wu Fan contra la corrupción en el comercio. Le advirtieron que el laboratorio debería pagar una multa de 17,000 millones de yuan en moneda antigua (equivalente a casi un millón y medio de dólares). No aceptó esta acusación injusta, ni tampoco tenía los fondos para pagar tal multa. De modo que permaneció encarcelado, y el laboratorio fue confiscado por el Estado.