Los profetas de Israel ocupan un lugar único en la historia de Israel. De hecho, ocupaban una posición única dentro de todo el Medio Oriente de los tiempos del Antiguo Testamento y, mediante sus escritos, su influencia ha tenido una relevancia primordial en la historia del mundo. Eran hombres de especial grandeza, varones de coraje; guías señeros que marcaban la pauta de lo que debía ser una creencia ortodoxa y de una correcta conducta a un pueblo que continuamente se descarriaba de la Ley de su Dios. Israel Mattuck habla del “puesto preeminente que estos profetas ocuparon en la historia religiosa de los judíos”.
Investigación pormenorizada de la existencia de los siervos que proclamaron el mensaje de Dios en los inicios de la vida del pueblo elegido, el libro Los profetas de Israel presenta a los personajes que formaron parte de una clase única en el entorno histórico del antiguo Cercano Oriente. Escrita por León James Wood, muestra el papel preponderante que cumplieron estos seres extraordinarios respecto a la fe de los israelitas.
Hace una generación era corriente entre los eruditos considerar a los profetas escritores de Israel como instauradores de una nueva enseñanza. Se creía que estos hombres introdujeron ideas nuevas con respecto al monoteísmo y a las exigencias éticas; que fueron los primeros en pensar de Dios como el único Dios y verle exigiendo una conducta ética correcta de parte de sus adoradores. Sin embargo, en fechas más recientes, muchos llaman a estos profetas reformadores, más bien que innovadores, diciendo que su mensaje no era nuevo, sino que había estado implícito por muchos años en las enseñanzas de Israel. Esta posición reciente se conforma mucho más con lo que hallamos claramente en la Escritura.
La publicación de Wood lanzada en inglés en 1979, bajo el sello editorial de Baker Book House, hace un recuento de todos los profetas de Israel, tanto los más antiguos como los tardíos, y los describe en medio de las circunstancias que le tocó vivir a cada uno. Basada en el Antiguo Testamento, ofrece, además, una mirada particular acerca de la labor asumida por estos hombres llamados al ministerio profético por el Señor.
INVESTIGACIÓN SIGNIFICATIVA
Los profetas no vivían en ciudades asignadas de antemano. A veces vivían en su ciudad natal y de allí se trasladaban para cumplir los encargos que se les asignaban. Nunca se les ve en una situación local como clase docente institucionalizada, sino como moviéndose entre el pueblo para urgirle a someterse a los requerimientos de Dios. Esto significa que el quehacer de los profetas como reformadores presuponía el de los sacerdotes como instructores. Los sacerdotes se dirigían a la mente del pueblo, informado de lo que la Ley decía; los profetas edificaban sobre dicha información y se dirigían al corazón del pueblo, urgiéndole a obedecer lo que se les había enseñado. Impreso en español en 1983, el estudio está fraccionado en dos secciones. En la primera parte, el autor aborda tópicos comunes del movimiento profético en general. En la segunda, analiza a los profetas en su aspecto personal. En ese sentido, hay que indicar que este apartado evidencia los esfuerzos de los siervos del Creador cuyo ministerio estuvo centrado en impedir el avance de la idolatría y en combatir los pecados.
La Biblia atribuye a Elías un lugar único en tres aspectos. El primero, ser una de las dos personas que no tuvieron que pasar por la muerte. La otra fue Enoc, de quien se dice: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24). También a Elías le honró Dios, proveyendo para él un carro de fuego, de modo que “Elías subió al cielo en un torbellino” (2 Reyes 2:11). El segundo, ser una de las dos personas que Dios permitió que se apareciesen junto a Jesús en el Monte de la Transfiguración, en presencia de tres de los discípulos (Mateo 17:1-13; Marcos 9:2-13; Lucas 9:28-36). El tercero, que, cuando Jesús preguntó a los discípulos qué opinaba la gente acerca de él mismo, una de las respuestas fue “Elías” (Mateo 16:14), lo cual demuestra el alto concepto que el pueblo tenía de Elías.
Compendio que proporciona respuestas que consolidan la confianza en las Escrituras, el manual suministra a los creyentes las herramientas necesarias para enfrentar a los críticos y no desmoronarse frente a sus argumentaciones. Fundamentado en la Palabra inspirada por el Altísimo, es asimismo el texto más relevante de Wood, teólogo nacido en Estados Unidos en 1918, quien predicó y enseñó la sana doctrina con gran convicción.
DEFENSOR DE LA PALABRA
Nuestra atención se vuelve ahora al reino del norte y al profeta Eliseo, que siguió a Elías. El ministerio de Eliseo comenzó al ser arrebatado Elías, en los primeros tiempos del reinado de Joram. Este era el segundo hijo de Acab y había sucedido en el trono a su hermano Ocozías, el primogénito, quien sólo había reinado dos años. La Biblia nos presenta la vida de Eliseo en forma de dieciocho breves relatos, y todos ellos, excepto dos, están enmarcados en el reinado de Joram, quien reinó doce años (2 Reyes 3:1).
Los dos relatos que no pertenecen al reinado de Joram conciernen al reinado de Joás. Hubo otros dos reyes en ese intervalo, Jehúy Joacaz, pero nada se nos dice de Eliseo durante el reinado de ambos. Hombre de fe que impulsó a miles de fieles a estudiar y escudriñar la Biblia, León Wood, fallecido en 1977, dejó una serie de enseñanzas por medio de sus escritos que han sido de gran utilidad para la comunidad cristiana del mundo entero. Formado en el Seminario Teológico de Calvin y en la Universidad de Nueva York, se desempeñó como profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Bautista de Grand Rapids de 1945 a 1975. La fecha general de Jonás puede fijarse mediante una referencia que se hace de él en 2 Reyes 14:25, donde, hablando de Jeroboam II, se dice: “Él restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás, hijo de Amitai, profeta que fue de Gathefer”. Así que Jonás vivió durante el reinado de Jeroboam II y estaba desempeñando su ministerio en una fecha lo suficientemente temprana como para predecir al rey que había de conquistar ciertas áreas al norte de Israel.
Defensor de la validez de las Sagradas Escrituras y de supremacía del Señor, Wood legó con Los profetas de Israel un trabajo que contribuye a obtener una comprensión cabal de la profecía israelí. Además de los profetas escritores representados en el canon, el autor estadounidense habla en su investigación de los profetas que no escribieron, tanto de la época anterior a la monarquía como de la época monárquica de Israel. El primer profeta del exilio fue Daniel, quien fue llevado cautivo en el primer grupo de deportados, el 605 a. C., que sería, poco más o menos, el tiempo en que Habacuc escribió su profecía.
El segundo fue Ezequiel, que fue llevado prisionero en la segunda fase del cautiverio, el 597 a. C., cuando es posible que todavía viviese Habacuc, y mientras Jeremías continuaba en su vigoroso ministerio. De los dos, Daniel no era profeta en el sentido de dedicarse profesionalmente a este ministerio, pues su labor en Babilonia fue la de un jefe administrativo en el palacio real, más que la de un predicador entre el pueblo.
Sin embargo, se le clasifica entre los profetas, a causa de las notables predicciones que Dios le comunicó en visiones, y del libro profético que escribió. Como contraste, Ezequiel fue enteramente un profeta y predicó entre el pueblo, sirviendo especialmente como pastor de los cautivos en el país extranjero.