Música
02 de Junio del 2015
Fuente de la vida eterna
Cántico creado en 1757 por el creyente Robert Robinson, habla de la gracia de Dios. Basado en 1 Samuel 7:12, su mensaje enterneció y alentó el corazón de muchos cristianos en diversas partes del mundo.
El himno “Fuente de la vida eterna”, escrito por el autor inglés Robert Robinson en 1757, es uno de los cánticos cristianos más admirados a nivel mundial. Aunque su mensaje espiritual ha enternecido y alentado el corazón de muchos evangélicos que han entonado sus melodiosas palabras dándoles significado, la belleza de esta canción resalta aún más cuando se descubre la cadena de acontecimientos asociados con sus orígenes y se explora la trascendencia que ha logrado a lo largo de sus 258 años de historia.
Robinson nació el 27 de septiembre de 1735, en la ciudad británica de Swaffham, en el seno de un hogar cristiano pobre. Como cualquier familia, sus padres tuvieron elevadas aspiraciones para su hijo. La esperanza de su madre Mary Wilkin era que un día pudiese convertirse en pastor y predicar la Palabra de Dios. Sin embargo, esa posibilidad pareció desvanecerse en 1740 cuando su padre murió inesperadamente. Entonces, con poco dinero para sobrevivir, Wilkin ya no contó con las imprescindibles reservas para que Robert fuese al colegio.
Tras la muerte de su padre Michael Robinson, Robert vaciló respecto a su fe en Jesucristo. Luego, el vacío que había dejado su progenitor lo arrastró a una serie de desencuentros que lo colocaron lejos del cristianismo. Empero, a la edad de catorce años, tras recibir apoyo financiero por parte de un familiar, se marchó a la ciudad de Londres donde fue empleado como aprendiz por el barbero Joseph Anderson. Fue en ese momento que evidenció un profundo interés por la lectura y, tras escudriñar las Escrituras, volvió a confiar en el Señor.
En 1752, tres años después de llegar a la capital de Inglaterra, Robert Robinson acudió sin mayores expectativas a una reunión de reavivamiento espiritual convocada por un concilio local. Sin embargo, el Espíritu Santo usó la incisiva predicación de George Whitefield para cambiar por entero la dirección de su vida. Al respecto, anotó en su diario lo siguiente: “nacido de nuevo el 24 de mayo de por la poderosa evangelización de George Whitefield”. Después, a lo largo de tres años y siete meses, reafirmaría su confianza en el Creador.
Luego de entregar su vida al Todopoderoso, suceso acontecido el 10 de Diciembre de 1755, Robinson se dedicó a la labor pastoral y de inmediato empezó a compartir las buenas nuevas del Altísimo. Fue en esas circunstancias, mientras preparaba un sermón, que Robinson escribió el himno “Fuente de la vida eterna” en 1757. El cántico habla de la gracia de Dios, y está basado en 1 Samuel 7:12, en dónde el profeta Samuel levanta un monumento para marcar el lugar hasta dónde Jehová les ayudó a perseguir a los filisteos, y llamó a aquel lugar Ebenezer, que literalmente se traduce como “piedra de ayuda”.
Escritor prolífico, Robert Robinson tuvo una larga trayectoria como misionero cristiano. En sus más de treinta y cuatro años al servicio del Salvador lideró una iglesia en Cambridge que llegó a congregar a más de mil seguidores de Jesucristo. El 9 de junio de 1790 el Señor llamó a su encuentro a este dedicado siervo que dejó un sinfín de alabanzas entre las que se destacó el himno “Fuente de la vida eterna”.
Fuente de la vida eterna
1
Fuente de la vida eterna
y de toda bendición;
ensalzar tu gracia tierna
debe cada corazón;
tu piedad inagotable,
abundante en perdonar;
único ser adorable,
gloria a ti debemos dar.
2
De los cánticos celestes
te quisiéramos cantar,
entonados por las huestes
que lograste rescatar;
almas que a buscar viniste,
porque les tuviste amor;
de ellas te compadeciste
con tiernísimo favor.
3
Toma nuestros corazones,
llénalos de tu verdad;
de tu Espíritu los dones,
y de toda santidad.
Guíanos en obediencia,
humildad, amor y fe;
Nos ampare tu clemencia;
Salvador, propicio se.
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