Los investigadores de la Universidad de Notre Dame, EE.UU., analizaron durante diez semanas, los efectos de la honestidad en una persona. Cerca de 110 de ellas entre los 18 a 71 años fueron sometidos al análisis. Una mitad de ellos fueron instruidos para evitar las preguntas que podrían conducir a decir una mentira y la otra mitad tuvieron libertad para engañar.
Los pacientes eran examinados a través del polígrafo, llegando a la conclusión de que el grupo honesto tenía mejor salud que los mentirosos, presentando un promedio de cuatro veces menos quejas relacionadas con la salud mental y tres veces menos quejas de dolores físicos.
La psicóloga que dirigió el estudio, Anita Kelly, explicó que el objetivo de la investigación era saber si vivir honestamente puede mejorar la salud, ya que en los Estados Unidos el promedio que cada persona miente es 11 veces a más a la semana. “Decir la verdad mejora la calidad de las relaciones personales y estas, a su vez, mejoran la calidad de vida”, dijo Anita.
Sin embargo, las mentiras están relacionadas con la segregación de las hormonas causantes del estrés, el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Unos procesos que reducen los anticuerpos para combatir las infecciones en sangre y que, si se prolongan en el tiempo, acaban causando desde dolores de espalda y cabeza, hasta problemas menstruales en las mujeres e incluso infertilidad, agregó.