Literatura
06 de Diciembre del 2016
Los nombres de Cristo
El libro Los nombres de Cristo examina las muchas denominaciones que se han otorgado al Hijo de Dios en las Santas Escrituras. Con un lenguaje directo y sencillo, la obra fue escrita por los autores cristianos Thomas Corwin Horton y Charles Hurlburt.
Ampliados
No se puede vivir para Dios en estos días sin enfrentar terribles conflictos. Enemigos de dentro y de fuera asaltan constantemente a los santos. Principados y potestades son desplegados contra el hijo de Dios que busca servir a su Maestro. No tenemos en nosotros mismos las fuerzas para enfrentar estas huestes del maligno, pero Jehová, el poderoso en batalla, es nuestro Salvador, nuestro intercesor, nuestro hermano mayor, nuestro amigo fiel que nos acompaña constantemente.
Al Señor se le atribuye gloria porque es el creador de todas las cosas. Él hizo los mundos y dice: “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Poder sin límite y posesiones sin límite son suyas, y nosotros también le pertenecemos. Alabado sea Dios por esta gran revelación que tenemos de Cristo. Él nos compró con su preciosa sangre. Somos especiales para Él como la niña de sus ojos. Nunca nos dejará ni nos olvidará. Pertenecemos al que es “Heredero de todas las cosas”. Nuestras necesidades serán satisfechas porque somos herederos de Dios.
Que Dios es “gloria” –o “excelencia”– más allá de toda comprensión es algo que nadie pone en duda. ¿Pero miran nuestros corazones a Dios en humilde y verdadera adoración, y conocen y proclaman la verdad: “Tú eres mi gloria”? Nuestra seguridad descansa en el hecho de que Él nos posee. El gozo más profundo y santo nos viene solamente cuando con humildad decimos en la hora de la adoración secreta: “Tú eres mío”. Señor, mi gloria, sé mi escudo en este día. Mi cabeza se levantará a los cielos hacia tu majestad y la sostendrá en alto por causa de tu poderosa protección. Amén.
Libro que examina las muchas denominaciones dadas al Hijo de Dios en las Santas Escrituras, Los nombres de Cristo es un recurso sumamente valioso para entender mejor la gloria, la majestad y el poder del Salvador. Escrita por Thomas Corwin Horton y Charles Hurlburt, reconocidos autores evangélicos del siglo XX, esta obra, además, según su editor, James S. Bell, ayuda a contemplar a Jesucristo en todo su esplendor, franca llaneza y complejidad.
No se puede vivir para Dios en estos días sin enfrentar terribles conflictos. Enemigos de dentro y de fuera asaltan constantemente a los santos. Principados y potestades son desplegados contra el hijo de Dios que busca servir a su Maestro. No tenemos en nosotros mismos las fuerzas para enfrentar estas huestes del maligno, pero Jehová, el poderoso en batalla, es nuestro Salvador, nuestro intercesor, nuestro hermano mayor, nuestro amigo fiel que nos acompaña constantemente. Tengo que luchar si quiero ganar la batalla. Aumenta, Señor, mi valor y sálvame de este despliegue masivo de enemigos. Líbrame de todo mal y lléname de Santo Espíritu. Amén.
La luz maravillosa
Publicado en castellano en 1999 por la editorial Portavoz, el texto de Horton y Hurlburt no solo es una interpretación, muy bien estructurada y rigurosa, de los nombres de Cristo incluidos en la Biblia, sino también una guía de devociones que puede ser empleada a diario por los cristianos para intensificar su inclinación, amor y fidelidad al Creador. El libro provee, asimismo, un contexto para cada nombre que ilumina su significado en un pasaje dado.
Jesús era y es la “Luz de Israel”. Él es también la “Luz de la vida” y la “Luz de los hombres”, una “Luz para iluminar el mundo”. Pero la “Luz de Israel” era para abrasar y consumir cardos y espinos. Amado hijo de Dios, ¿está llevando las ramas inútiles, las cosas feas y desagradables de su vida ante la Luz de su presencia para que puedan ser consumidas? Un día el resplandor de su presencia destruirá al promotor y defensor del mal. ¿Someteremos nuestra vida a esa Luz maravillosa y le pediremos que consuma todo el mal que haya en nosotros? Señor, tu presencia es tanto luz como fuego dentro de nosotros. Que arda con mayor esplendor y pueda crear un claro reflejo de tu majestad. Amén.
El lirio de los valles, la estrella resplandeciente de la mañana, la rosa de Sarón, el autor y consumador de la fe, Jehová el Señor, amigo de pecadores, hijo del hombre, rey de reyes, la roca de Israel, luz de las naciones, el león de la tribu de Judá, hijo de Abraham, Emanuel, maestro bueno, el autor de la fe, nazareno y heredero de todo son algunas de las más de trescientas denominaciones bíblicas de Cristo explicadas con maestría por Horton y Hurlburt.
Un día, quiera Dios que sea pronto, sus pies se afirmarán sobre el Monte de los Olivos y toda la Tierra sabrá que Él es rey. ¿Puede acaso superar esa imagen la más aguda y veloz de las imaginaciones? Por encima de todas las contiendas de las naciones, todo el orgullo y rivalidad de los reyes, qué paz, qué gloria, qué maravillas jamás vistas se verán cuando Él, “el Rey de Reyes”, reine “sobre toda la Tierra”. ¿No le atrae eso poderosamente? ¿No le lleva el Espíritu a clamar con toda su alma: “Sí, ven, Señor Jesús”? Señor, incluso hoy sabemos que tú reinarás sobre toda la Tierra. Reina en los lugares más profundos de nuestro corazón para tu honra y gloria. Amén.
Para esto he nacido
Thomas Corwin Horton, quien falleció el 28 de febrero de 1932, sirvió a Dios mediante un prolífico trabajo intelectual que lo encumbró como uno de los escritores evangélicos más emblemáticos de su época. Ministro de Dios, Horton predicó la Palabra en Minneapolis, Saint Paul, Filadelfia y Dallas, y fue editor de la publicación cristiana The King's Business de 1920 a 1925. Del mismo modo, Thomas C. Horton fue el creador del Instituto Bíblico de Los Ángeles.
Nuestro Señor Jesucristo fue una señal clara para Israel. Las profecías habían declarado desde hacía mucho que Israel sería probado cuando apareciera el Mesías. Algunos le creerían y le seguirían; otros le rechazarían y le crucificarían. Cuando Pilato le preguntó a Cristo: “¿Eres tú rey?”, Él respondió: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo”. Pobre Pilato, tenía la evidencia delante de sí, pero no la aceptó. ¿Dónde está él? La señal también ha sido dada a nuestra Tierra. ¿Dónde están las multitudes? Las buenas noticias de Cristo serían proclamadas una y otra vez, pero muchos no las aceptarán. Señor, ten compasión de nuestro pueblo. Inspira en tus siervos a que sean valientes y veraces en hacer sonar la alarma. Mediante tu gracia llama a muchos a tu reino. Amén.
Misionero tenaz que dejó de existir en 1936, Charles Hurlburt llegó a presidir el Instituto Bíblico de Pennsylvania (hoy transformado en la Cairn University) y fue uno de los fundadores de la Africa Inland Mission, organización cristiana creada en 1895 con el objetivo de evangelizar a los pueblos del África y a los de las islas del océano Índico. De él se afirma que convenció al Gobierno belga para permitir que la Palabra se difundiera en el Congo.
Al Señor se le atribuye gloria porque es el creador de todas las cosas. Él hizo los mundos y dice: “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Poder sin límite y posesiones sin límite son suyas, y nosotros también le pertenecemos. Alabado sea Dios por esta gran revelación que tenemos de Cristo. Él nos compró con su preciosa sangre. Somos especiales para Él como la niña de sus ojos. Nunca nos dejará ni nos olvidará. Pertenecemos al que es “Heredero de todas las cosas”. Nuestras necesidades serán satisfechas porque somos herederos de Dios y coherederos junto con Jesucristo. Mantengamos nuestras cabezas en alto y nuestros ojos mirando hacia el cielo de donde Él vendrá. Bendito heredero de todo, tómanos bajo tus alas. Que seamos gloriosamente felices en comunión contigo. Amén.
Los nombres de Cristo, que junto con Los nombres de Dios y Los nombres del Espíritu Santo conforman una trilogía de gran impacto, contiene un índice con las referencias bíblicas usadas en el texto que permite un estudio más profundo de cada nombre incluido por Thomas Corwin Horton y Charles Hurlburt. Estructurados en orden bíblico, la obra hace un repaso de las huellas de Cristo desde la caída en Génesis hasta la ciudad celestial de Apocalipsis.
Este maravilloso sumo sacerdote, este Cordero de Dios sin mancha, cuando hubo terminado su ofrenda sacerdotal por el pecado, se sentó a la diestra de Dios en los cielos. Todavía le podemos ver, al Cristo eterno, con sus manos y pies heridos dando testimonio de su individualidad e inmutable personalidad. Un día Él descenderá de las alturas celestiales y todo ojo le verá. Su voz resonará como vos de arcángel. Él viene por ti y por mí. ¡Maravilla de las maravillas! Nuestra fe en su obra consumada en la cruz nos ha unido para siempre a Él. Señor, a ti que eres más alto que los cielos te damos gloria y alabanza, y esperamos con corazones gozosos tu venida. Amén.
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