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03 de Diciembre del 2019

¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS!

Este fue el más dulce, glorioso y transcendental himno que jamás el mundo escuchó. Los ángeles entonaron sus melodiosas voces en una sinfonía de alabanzas a Dios por el glorioso nacimiento de Jesús.

  • ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS!

Por Rev. Luis M. Ortiz

Dios es glorificado en cada gota de rocío que humedece el césped en la mañana, en cada amanecer de cada nuevo día, en cada flor que luce su belleza y exhala su fragancia, en cada avecilla que eleva sus trinos al Creador, en cada rayo del astro rey que imparte vida, luz y calor.

Toda la creación alaba y glorifica a Dios como dice el Salmo 148, que nos declara que Dios es alabado y glorificado desde los cielos, en las alturas, por todos sus ángeles, todos sus ejércitos, por el sol y la luna, las lucientes estrellas, los cielos de los cielos, por las aguas que están sobre los cielos; desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad; los montes y todos los collados, el árbol de fruto y todos los cedros; la bestia y todo animal, reptiles y volátiles; los reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y todos los jueces de la tierra; los jóvenes y también las doncellas, los ancianos y los niños.

Pero nada trajo mayor gloria a Dios y mayor regocijo a toda la creación, que el nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento (la expansión) anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1). Aunque toda la creación se fusione en una gigantesca sinfonía de alabanza, jamás podrá igualar al gran cántico de la encarnación del Hijo de Dios. Jamás antes la multitud de las huestes celestiales habían cantado: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:14).

Hay más gloria y más melodía en el nacimiento virginal de Jesús que en el nacimiento de todo el vasto universo con todas sus galaxias, estrellas y soles. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” ( Jn. 1:14).

El apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo, en una magna y sublime exclamación dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Tim. 3:16). ¡Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne! Su concepción y nacimiento virginal, su vida, su ministerio, su doctrina, su sacrificio, su muerte, su expiación, su resurrección, sus apariciones, su ascensión, su segunda venida, todo está saturado de este gran misterio de la piedad.

Cada edad en el mundo ha tenido sus grandes personajes o protagonistas, pero Jesús es único en todas las edades. Dios por nosotros, Emanuel, el Verbo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo es Jesús, Redentor, Siervo, Dios y Hombre, divino y humano; su divinidad era real y verdadera, su humanidad era real y verdadera, ¿cómo puede ser esto? ¡Grande es el misterio de la piedad! A veces hay quienes quieren penetrar estos misterios divinos con las sandalias de la especulación y de las interpretaciones. No toca a nosotros ni tampoco podemos entenderlo todo, ni explicarlo todo.

Los más renombrados científicos no pueden entender ni explicar los misterios del mundo físico y material; tampoco los más versados teólogos pueden entender ni explicar estos grandes misterios de la piedad. El gran apóstol Pablo le fue revelado mucho acerca de estos misterios y tuvo que exclamar: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Ro. 11:33-34). ¡Grande es el misterio de la piedad!

Lo que realmente necesitamos no es conocer, analizar, descifrar, explicar el misterio de la piedad; lo que necesitamos es tener piedad, ser de una vida piadosa, de un carácter piadoso. Hay quienes tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella (2 Tim. 3:5) y “toman la piedad como fuente de ganancia” (1 Tim. 6:5). La exhortación bíblica es: “Ejercítate para la piedad… la piedad para todo aprovecha…”, “sigue la justicia, la piedad”, y enseña “la doctrina que es conforme a la piedad” (1 Tim. 4:7, 8; 6:11; 6:3). ¡Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne! Con sobrada razón los ángeles cantaron aquella mañana: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”

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