Aquellos que no habitan al abrigo del Altísimo se entregan al alcoholismo, a la heroína, a toda clase de vicios y de excesos; y de ahí que cada día en el mundo 3 mil personas recurren al suicidio, y más de 450 millones de personas padecen de enfermedades y trastornos mentales.
El verdadero cristiano, en medio de las mayores adversidades, echa toda su ansiedad sobre el Señor, pues Él tiene cuidado de nosotros.
Dios cuida de sus hijos aun con los alimentos y el vestido. Dice el Señor: “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? …Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?” (Lc. 12:24-29).
Dios tiene un inmenso universo que cuidar. Se dice que nuestro sistema solar, que es como una pequeña isla en el vasto universo, tiene 12 mil millones de kilómetros de diámetro; que nuestra galaxia, llamada la Vía Láctea, y a la cual pertenece nuestro sistema solar, contiene alrededor de 400 mil millones de estrellas, las cuales son soles, cada sol o estrella con su familia de planetas; que la estrella más cercana a la Tierra está alrededor de 150 millones de kilómetros de distancia. Se estima que hay varios billones de galaxias como la Vía Láctea; esto equivaldría a decir que en el vasto universo hay 300.000.000.000.000.000.000.000 o sea 300 mil trillones de estrellas y soles. ¡Extraordinario!
Dios cuida y sustenta un universo tan inconcebiblemente vasto (He. 1:3; 11:3), y a la vez cuida y defiende a sus pequeñitos, a sus seguidores. Él dice: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Lc. 12:6-7); también dijo: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar” (Mr. 9:42). Dios por boca del profeta Zacarías, dijo: “Porque el que os toca, toca la niña de su ojo” (Zac. 2:8).
Amados, en la infinita capacidad, poder, amor, cuidado de Dios para nosotros, nada en nosotros pasa desapercibido para Él. El salmista dijo: “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Sal. 23:1). Y el apóstol Pablo afirmó: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta…” (Fil. 4:19).
Así fue que cuando surgió el altanero diablo, vino el humilde Cristo para molerle la cabeza. Y ahora por los méritos de Cristo para cada caída, puede haber levantamiento; para el pecado, también hay perdón. Cuando surge un Caín, también hay un Abel. Para cada diluvio, Dios provee un arca. Para cada tempestad, hay un arco iris. Cuando hay un rebelde Nimrod, también hay un obediente Abraham. Para cada cautiverio, hay liberación. Para cada Faraón, hay un Moisés. Para cada Mar Rojo, hay un camino abierto. Para cada desierto, hay un oasis. Para la sed y el hambre, hay provisión divina. En las tinieblas de mentira, más fulgura la verdad. Para cada río Jordán, hay un intrépido Josué. Para cada Jericó hay, una marcha de victoria. Cuando surgen madianitas, Dios levanta un Gedeón. Por cada descarriado Acab, Dios cuenta con un fogoso Elías. Para los taimados filisteos, siempre hay un valeroso Sansón. Por cada mañoso Amán, hay un vertical Mardoqueo. En cada horno de fuego, llega un visitante celestial. En cada foso de leones, hay una mano que cierra las bocas. Por cada Herodes adúltero, hay un Bautista que denuncia. Por cada Judas que vende, hay un Juan que ama. Por cada traidor, hay muchos fieles. Por cada obrero falso, hay muchos obreros sinceros. Por cada espina punzante, hay una flor fragante. Para cada terrón duro, hay una gota de lluvia. Para cada dolor, hay alivio. Para cada enfermedad, hay sanidad. Para cada lágrima, hay consuelo. Por cada demonio, hay muchos ángeles. Para cada cruz, hay una corona. Por todas las tumbas ocupadas, hay una tumba vacía.
“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros…” (Ro. 8:31-39). ¡Cuán agradecidos debemos estar del cuidado y la fidelidad de Dios hacia nosotros!
Vivimos en un mundo convulsionado, en todos los aspectos, pero Dios cuida de los suyos. Y cuando el azote del anticristo, de la gran tribulación y de los juicios de Dios sobre este mundo vayan a iniciarse, Dios ha prometido librar a los suyos de tales desastres, diciendo: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10). ¡Cuán agradecidos debemos estar por el cuidado de Dios hacia nosotros!