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En el colegio, algunos de sus compañeros católicos lo acusaban de ser uno de los asesinos de Cristo, su padre le explicó que el mundo los culpaba de su muerte. Rich conocía a sobrevivientes del Holocausto, le dolía saber del sufrimiento que vivió toda su nación y empezó a culpar a Cristo. Rechazaba a Jesús y a todo cristiano que venía a predicarle.
Ya de adulto, a Rich le sorprendió que su jefe siempre tuviera alegría y paz. “¿Cómo puedes estar siempre con paz?, ¿por qué eres tan diferente?”, le preguntó. “Por la Biblia. La leo todos los días. Jesús no solo es mi Salvador, es tu Mesías”, le dijo su jefe. Rich estaba furioso. “Si quieres conservar mi amistad, nunca más me vuelvas a hablar de él”, le dijo.
Una noche, la esposa de Rich llegó a casa, no dejaba de llorar. “Tienes que aceptar a Cristo, Él es el único camino para ir al Cielo”, expresó. Se había convertido. Pero él no quiso oírla y se enojó mucho. Semanas después, su único hijo enfermó, los médicos le detectaron un tumor en el brazo. “Tengo paz en medio de esto”, dijo su esposa.
Él no podía comprender cómo un cristiano podía tener tanta paz en medio del dolor. Así que desafió a Cristo, le dijo: “Si eres todo lo que mi esposa dice que eres, demuéstralo”. Al instante su esposa llamó por teléfono, entre lágrimas le dijo que los médicos ya no encontraban nada, el tumor se había ido, Dios obró el milagro a través de Jesucristo.
Después de esta gloriosa señal, Rich se convirtió a Cristo, hoy en día sirve a Dios con toda su familia. Ha podido experimentar en carne propia esa paz que solo Cristo puede dar. ¡Nuestro Dios no deja de hacer maravillas!