La Biblia es la Palabra de Dios, y Dios no puede equivocarse; por lo tanto, la Biblia no puede equivocarse.
Dios no puede equivocarse
Las escrituras declaran enfáticamente que “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). Pablo habla del “Dios, que no miente” (Tito 1:2). El es un Dios que, aunque nosotros seamos infieles, “Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13). Dios es la verdad (Juan 14:6) y también su Palabra es la verdad. Jesús dijo al Padre: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:17). El salmista exclamó: “La suma de tu Palabra es verdad” (Salmos 119:160).
La Biblia es la Palabra de Dios
Jesús se refirió al Antiguo Testamento como la “Palabra de Dios” que “no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). Dijo: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18). Pablo agregó: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Salió “de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Aunque fueron humanos quienes registraron los mensajes “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
Jesús dijo a los líderes religiosos de su tiempo: “invalidando la Palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido” (Marcos 7:13). Jesús centró su atención en la Palabra de Dios escrita al afirmar una y otra vez: “Escrito está…..Escrito está….. (Mateo 4:4, 7, 10). Esta frase aparece más de noventa veces en el Nuevo Testamento. Es un fuerte indicador de la autoridad divina de la Palabra de Dios escrita. Enfatizando la naturaleza infalible de la verdad de Dios, el apóstol Pablo se refirió a las Escrituras como “la Palabra de Dios” (Romanos 9:6).
Conclusión lógica: la Biblia no puede equivocarse
Sí, Dios ha hablado, y no ha tartamudeado. El Dios de la verdad nos ha dado la Palabra de Verdad, y ésta no contiene ninguna mentira. La Biblia es la Palabra infalible de Dios.
¿Qué pasa con la ciencia y la historia?
Algunos han sugerido que la Escritura siempre es confiable en asuntos espirituales y morales, pero que no siempre es correcta en asuntos históricos. Sin embargo, los primeros frecuentemente están intercalados con lo histórico y lo científico. Un cuidadoso examen de la Escritura revela que las verdades científicas (hechos) con frecuencia son inseparables de las espirituales. Por ejemplo, no se puede separar la resurrección de Cristo, una verdad espiritual, del hecho de que su cuerpo abandonó la tumba y más tarde apareció físicamente (Mateo 28:6; 1 Corintios 15:13-19). Así mismo, si Jesús no nació de una virgen biológica, no es diferente del resto de la raza humana sobre quien yace el estigma del pecado de Adán (Romanos 5:12). Además, la muerte de Cristo por nuestros pecados no puede separarse de su literal derramamiento de sangre en la cruz, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
La existencia y caída de Adán no pueden ser un mito. Si no hubo un Adán ni una caída reales, entonces la enseñanza espiritual sobre el pecado heredado y la muerte física es un error (Romanos 5:12). La realidad histórica y la doctrina teológica permanecen de pie o caen juntas. Así mismo, la enseñanza moral de Jesús acerca del matrimonio se basó en la unión de un Adán real con una Eva real (Mateo 19:4-5). En cada uno de estos casos la enseñanza moral o teológica pierde significado si se separa del hecho histórico. Si uno niega la literalidad espacial y temporal del suceso, no hay bases para creer la doctrina construida sobre la Escritura.
A menudo Jesús comparó realidades espirituales con sucesos del Antiguo Testamento, como su muerte y resurrección con Jonás y el gran pez (Mateo 12:40); o su segunda venida con los días de Noé (Mateo 24:37-39). Tanto la ocasión como la forma de esa comparación dejan claro que Jesús estaba afirmando la historicidad de esos sucesos del Antiguo Testamento. De hecho, Jesús aseguró a Nicodemo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12). En resumen, si la Biblia no habla con la verdad acerca del mundo físico, entonces no se puede confiar en ella cuando habla del mundo espiritual. Los dos están íntimamente relacionados.
¿Qué es “verdad” y “error”?
Como la Biblia es enteramente verdad, es necesario especificar con mayor claridad qué queremos decir con “verdad” y qué constituiría un “error”. Por verdad entendemos lo que corresponde a la realidad. Luego, un error es lo que no corresponde a la realidad. La verdad es decir las cosas como son. El error es lo contrario. Por lo tanto, nada erróneo puede ser verdadero, aunque el autor haya tenido la intención de contar la verdad al decir algo erróneo. Un error es un error, no sólo una desorientación. De no ser así, toda expresión sincera sería verdadera, aunque fuera una burda equivocación. Así mismo, algo no es verdad sólo porque logra un propósito, ya que muchas mentiras triunfan.
Claramente, la Biblia se refiere a la verdad como aquello que corresponde a la realidad y al error como lo que no corresponde a la realidad. Esto es evidente a partir del hecho de que la palabra “error” se utiliza para faltas aunque no sean intencionales (Levítico 4:2). En todo su texto, la Biblia implica una visión de correspondencia con la realidad. Por ejemplo, cuando los diez Mandamientos ordenan “No hablarás… falso testimonio” (Éxodo 20:16), se implica que no está bien interpretar mal los hechos. Así mismo, se utiliza una visión de correspondencia con la realidad cuando los judíos hablan de Pablo al gobernador: “Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos” (Hechos 24:8). Estando en eso él dice: “Como tú puedes cerciorarte” de los hechos (Hechos 24:11).
¿Puede el carácter humano de la Biblia afectar su veracidad?
La Biblia puede ser la Palabra inspirada por Dios en un sentido, pero también es palabra humana. Sus autores fueron humanos y “errar es humano”. Por lo tanto, debemos esperar que haya algunos errores en la Biblia. Así va el argumento. En pocas palabras, la clara y sencilla verdad de Dios ha sido oscurecida por la mentira de Satanás, el maestro de la mentira (ver Juan 8:44).
Analicemos con razonamientos lo que está mal. Una sencilla analogía puede ayudarnos. Consideremos un razonamiento paralelo e igualmente defectuoso: 1) Jesús fue humano, 2) los seres humanos pecan, 3) por lo tanto, Jesús pecó. Cualquier estudiante de Biblia puede ver rápidamente que esta conclusión es errónea. Jesús nunca pecó (Hebreos 4:15; 2 Corintios 5:21). Jesús fue un “cordero sin mancha y sin defecto” (1 Pedro 1:19). Como Juan dijo acerca de Jesús: “Él es puro” y “justo” (1 Juan 3:3, 2:1). Entonces, si Jesús nunca pecó, ¿cuál es el defecto del argumento ‘Jesús fue humano, los humanos pecan, por lo tanto Jesús pecó’? ¿Dónde se pierde la lógica?
El error está en asumir que Jesús fue como cualquier otro humano. Por supuesto los simples seres humanos pecan, pero Jesús no fue un simple ser humano. Fue un humano perfecto. De hecho, Jesús no sólo era humano, también era Dios. Así mismo, la Biblia no es un simple libro humano, también es Palabra de Dios. Como Jesús, la Biblia es divina y humana. Y así como Jesús fue humano pero no pecó, la Biblia es un libro humano pero no yerra. Tanto la Palabra Viva de Dios (Cristo) como su Palabra escrita (la Escritura) son humanos pero no yerran. Son divinos y no pueden equivocarse. No puede haber más error en la Palabra escrita de Dios (la Escritura) que pecado en la Palabra Viva de Dios. Dios no puede errar, punto.