Después de unos momentos un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su afición a las bebidas embriagantes, pero que había sido salvo recientemente, aceptó la invitación, y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.
El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; pero el hombre continuó imperturbable pelando la naranja, al término de lo cual, se la comió. Cuando terminó de comérsela se volvió al conferencista y le preguntó:
– ¿Estaba dulce o agria?
– No me pregunte tonterías – respondió el orador con señales evidentes de enojo – ¿Cómo puedo saber el gusto si no la he probado?
El hombre convertido respondió entonces:
-Y ¿Cómo puede usted saber algo de Cristo si nunca lo ha probado?
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien”, Salmo 53:1.