La tempestad vino por causa de Jonás, la carga se perdió por causa de Jonás, la nave peligraba por causa de Jonás, la tripulación estaba en inminente peligro de perecer por causa de Jonás; es que donde quiera que haya un desobediente, lo que hay son problemas, toda clase de problemas. Con razón los marineros dijeron a Jonás: “¿Qué haremos contigo para que el mar se nos quiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más. Jonás les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietara; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.” (Jonás 1:11, 12). En esto habría que darle crédito a Jonás, que reconoció y confesó su culpa.
Es raro ver a alguien que reconozca y confiese su culpa, casi nadie se señala así mismo, y dice:“yo tengo la culpa”, casi todo el mundo señala a otro y dice: “él tiene la culpa”. Sin embargo es evidente que Jonás admitió su culpa de un modo superficial, presionado por las acusantes circunstancias, y que internamente él se mantenía en desobediencia de no ir a Nínive, pues, prefirió que lo lanzaran al mar y morir, y después de esa parcial ambición de culpabilidad, la tripulación quiso salvar a Jonás.
Pero aunque “aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos” (Jonás 1:13), y después de aquellos hombres clamar y de reconocer la soberanía y el poder de Dios diciendo: “Tú, Jehová, has hecho como has querido”(Jonás 1:14). “Tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor”(Jonás 1:15). Libre la nave del último bulto, el bulto del problema, Jonás el desobediente; se acabaron los problemas en la nave. Aunque perdieron la carga no perdieron la nave, ni perdieron sus vidas; es que donde quiera que haya un desobediente lo que hay son problemas. El obedecer a Dios cuesta caro, pero desobedecerle cuesta mucho más caro, tanto al desobediente como a los que le rodean.
Hay gente, incluyendo creyentes, que piensan que viajando, cambiando de ciudad, cambiando de vecindario, cambiando de casa, cambiando de iglesia, cambiando de esposa o esposo, creen que van a resolver sus problemas.
Bueno, es muy cierto que tiene que haber un cambio, pero es la persona misma la que tiene que cambiar. Tiene que cambiar de dirección, tiene que darle las espaldas al pecado, y darle el frente a Dios, esto se llama arrepentimiento. Tiene que cambiar internamente, lo cual solo Dios puede ver, esto se llama nuevo nacimiento. Tiene que cambiar externamente, lo cual el mundo puede ver, esto se llama conversión. Tiene que cambiar de vida, lo cual se produce por el cambio interno y el cambio externo, esto se llama santidad. Y todo esto lo hace Dios, en la vida de todo aquel que lo desea y acepta a Cristo como su Salvador personal.
Y Jonás, el problemático, cayó en el agua, y “Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches” (Jonás 1:17). Aquí los escépticos e incrédulos dicen que esto no puede ser, en primer lugar Dios hace milagros, en segundo lugar Cristo confirmó el caso de Jonás, en tercer lugar el caso de Jonás no ha sido único. Han circulado varios relatos de sucesos modernos semejantes al de Jonás, quizás el más importante se encuentra en el PRINCETON THEOLOGICALREVIEW (tomo 25, de 1927, página 636), donde se relata la experiencia de un hombre rescatado tres días después de ser tragado por un mamífero marítimo.
Ahora Jonás está en el vientre del pez, y sin duda el pez enseguida fue a iniciar el proceso de digestión, pero Dios no se lo permitió.Ahora tenía en su vientre un hombre que no podía digerir, paralizado el sistema digestivo, ¡qué problema! Tampoco podía comer nada más, porque ¿cómo comer y digerir lo últimamente comido sin digerir a Jonás?, y el pez tuvo un ayuno forzoso de tres días y tres noches. Ahora los problemas lo tiene el pez, por tener a Jonás adentro, es que donde quiera que haya un desobediente, lo que hay son problemas. Es que desobedecer a Dios cuesta caro, pero el desobedecerle cuesta mucho más caro al desobediente y a los que les rodean, incluyendo hasta los animales.
Amigo, y en estos tres días y desde el vientre del pez fue que, Jonás se arrepintió de su desobediencia, de su rebeldía, de su vanidad, de su falso patriotismo, de su deseo de venganza.Y“oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Invoque en mi angustia a Jehová y Él me oyó” (Jonás 2:1, 2). Y sigue una oración bellísima que concluye diciendo: “Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová”;y después de esta oración de verdadero arrepentimiento, confesión, y promesa firme de obedecer a Dios, “mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”(Jonás 2:9, 10). Se le acabaron los problemas al pez.
Y ahora por segunda vez, Dios le dice a Jonás: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré”(Jonás 3:2). Y esta vez tal vez con parte de las algas, que se enredaron en su cabeza, conforme él dice en su oración; y tal vez con los olores del vientre del pez, se levantó Jonás y fue a Nínive conforme a la Palabra de Jehová. “Y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive, creyeron a Dios, y proclamaron ayuno… Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive… E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no busquen cosa alguna; no se les dé alimento ni beban agua… clamen a Dios fuertemente; y conviértanse cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará el ardor de su ira, y no pereceremos? Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (Jonás 3:4-10).
Amados, todos los miembros de la tripulación que eran paganos, clamaron a Dios y fueron librados de la muerte. Todos los habitantes de Nínive, alrededor de medio millón, que eran paganos, clamaron a Dios y fueron librados de la destrucción y de la muerte.
Este mundo en que vivimos con su más de siete mil millones de seres humanos, es una gran Nínive, donde el pecado en todas sus manifestaciones abundan en todas las capas sociales y en todas las esferas de acción humanas, y por lo mismo está sentenciado por Dios a grandes juicios y calamidades. Toca pues a nosotros los cristianos, los que amamos al Señor, y amamos a las almas, proclamar a voz en cuello la gran salvación que Cristo ofrece para que las almas se tornen a Dios y se libren de los juicios venideros y de la perdición eterna en el lago de fuego y azufre.
No olvide que obedecer a Dios cuesta caro, pero desobedecerle cuesta mucho más caro. El juicio es inminente, salvase el que quiera en los brazos de Cristo. Hágalo en este instante. Amén.