“He estado en muchas partes desesperadas del mundo y normalmente hay sonrisas y risas entre los niños. A menudo no se dan cuenta de la gravedad de la situación en torno a ellos. Aquí, en Rumanía, me llamó la atención, los niños no sonríen y durante el tiempo que estuve aquí me di cuenta que no sabían sonreír. Ellos no tenían nada por qué sonreír”, comenta Hoy, de la Fundación Sonrisas.
Esto llevó a un único objetivo: Dar a los niños algo por qué sonreír.
“Nuestra misión fundamental es tan simple como eso”, dice Kevin.
Y la misión ahora conocida como la Fundación Sonrisas sigue creciendo. Hoy… Un trabajador social entrega alimentos a Adriana Adi.
Abandonada por su marido, Adriana y sus dos hijos ahora comparten una habitación en un proyecto de vivienda social.
Ochenta y siete familias viven en un edificio y hay una larga lista de familias sin casa, en espera de un espacio. El apartamento de una habitación de Adriana era la sala de lavandería antes que se mudara hace cuatro años.
Su hijo de 7 años admite tener pesadillas sobre perder a su mamá y quedar huérfano. Durante una visita los consejeros logran hacerlo sonreír.
“He trabajado durante año y medio con familias, con personas sin hogar. Testifico a gente que no sonríe, convirtiéndolas en gente que sonríe”, comenta Zaharia Marian de Fundación Sonrisas.
Tras 20 años, la fundación sonrisas ahora incluye un centro de misiones para traer equipos como el Centro para Estudios de Trauma de la Universidad Regent, en Estados Unidos.
Un equipo de tenis en silla de ruedas… Y una granja para alimentar personas necesitadas y financiar el ministerio.
Su mayor proyecto en un pueblo gitano hace reír a Lady Anna de 71 años, mientras ve a sus nietos jugar.
Impacto de positivismo
Kevin Hoy comenta que “en los últimos diez años, el crimen en la comunidad gitana ha caído 50 por ciento. Esa estadística es tomada como una oportunidad”.
Fundación Sonrisas comenzó a trabajar en el pueblo hace diez años, cuando Kevin conoció a Víctor el nieto Lady Anna.
El niño mendigaba en las calles, y Kevin lo invitó a cenar. “Durante dos horas aprendimos sobre su comunidad, su familia. Y terminó llevándonos donde su mamá, su papá y sus ocho hermanos y hermanas”.
“Nos sorprendió verlos en nuestra puerta. Yo estaba con uno de mis hijos en brazos. Y le pregunté a mi hijo, ¿quiénes son estas personas? Fue como si fueran amigos”, recuerda Ghiuri Rostas, padre de Víctor.
Víctor vive ahora con su propia hija… Y trabaja en la Fundación Sonrisas.
Él ha ayudado a proveer a su pueblo agua potable, una tienda, una iglesia y una escuela.
“A través de la educación, han logrado aprender sobre un Dios que los ama. Un Dios que tiene un plan y un propósito para sus vidas y ha sido emocionante compartir esa verdad”, dice Hoy.
Esa verdad supera años de noticias negativas, estereotipos, y racismo que muchos gitanos aún experimentan.
“Es una sensación increíble ver gente que solía estar desesperada por su vida y sin un futuro, girar y convertirse en personas que serán capaces de ayudar a los demás en la comunidad”, comenta Marian Zaharia.
Los niños del pueblo tileagd están difundiendo el mensaje…. Han formado un coro que viaja a través de Europa y América recaudando fondos para el trabajo de la fundación.
“El coro es un gran ejemplo que dada la oportunidad realmente han sobresalido más allá de sus sueños. Recuerdo hace diez años preguntarles cuáles eran sus sueños y ellos me preguntaban ¿qué es un sueño?”, explica Hoy.
Y si la risa es la mejor medicina… La sonrisa es perfecta para empezar la curación.