Por Dr. David Jeremiah
Matrimonios que empezaron con doradas esperanzas y objetivos maravillosos y que, de alguna manera, con el paso del tiempo simplemente se deshacen. No sabemos exactamente lo que ha ocurrido, pero vemos que la relación se ha destrozado. ¿Por qué está sucediendo esto?
En Amós 3:3, leemos: “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”. ¿Puede haber armonía sin que haya un acuerdo? 1 Pedro 3:7, habla de las parejas casadas como siendo coherederas de la gracia de la vida, siendo uno en sus compromisos y pactos.
LA SELECCIÓN
En la Iglesia de hoy nos hemos vuelto descuidados en cuanto a seleccionar el compañero o compañera para la vida.
Los que leímos la Biblia sabemos de memoria todos los versículos que nos hablan de no unirnos en yugo desigual.
Estoy hablando a los jóvenes que están en el proceso de seleccionar compañero o compañera. La mayoría de las disoluciones de matrimonios empiezan mucho antes de que tenga lugar la ceremonia de bodas ante el altar. Empieza cuando somos descuidados en el proceso de seleccionar a la persona con la que vamos a pasar el resto de nuestras vidas.
Es difícil que dos personas con diferentes puntos de vista religiosos puedan llevarse bien por largo tiempo. Puede resultar por una temporada, pero cuando azoten la enfermedad, la tristeza, la adversidad, cada uno volverá a toda carrera a su fe en busca de ayuda, y la brecha entre los dos se agrandará.
Si no están juntos en su fe, resulta muy difícil para ese matrimonio permanecer unido. Luego, cuando nazcan los hijos, cada uno querrá que los niños sigan su creencia. Los matrimonios se destrozan en este tormentoso escollo. 2 Corintios 6:14, dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”. Si no seleccionamos para casarnos a una persona que tenga intereses espirituales comunes con nosotros, todo será una lucha desde el mismo comienzo. Luego, nos preguntamos: ¿por qué el matrimonio está en problemas?
No siempre tiene que ser así. En cierta ocasión recibí una tarjeta de un hombre que solía asistir a nuestra iglesia, pero que se mudó a otro estado. Él empezó a asistir para acompañar a su esposa; ella era creyente, pero él no; ella oraba por él todos los días. Me pidió que orara por él, lo hice; es más, lo invité un par de veces a almorzar y le hablé del Señor. Él tenía suegros consagrados que también asistían a nuestra iglesia, ellos oraban por él. Nunca olvidaré el día en que extendí la invitación y él pasó al altar para entregarle su corazón a Cristo. Me escribió desde la ciudad en que estaba viviendo para contarme cuán diferentes eran las cosas en su matrimonio ahora que Cristo estaba en su corazón.
PERFIL MARITAL
El matrimonio está en problemas hoy, las estadísticas de divorcio alcanzan cifras alarmantes. En los periódicos y revistas orientadas a la familia se publica artículo tras artículo de consejos sobre ¿cómo aumentar la bendición matrimonial?, ¿cómo manejar el conflicto?, ¿cómo lograr comunicación abierta?, ¿cómo expresar con honestidad las emociones?, ¿cómo prevenir que los hijos arruinen su matrimonio?, ¿cómo lograr una vida sexual mutuamente satisfactoria? Estos son apenas unos cuantos de los temas que cubren los publicadores, tanto creyentes como seculares.
A pesar de la aparentemente iluminada cantidad de literatura de ¿cómo hacerlo?, el matrimonio está en problemas hoy porque la sociedad y la Iglesia tienen una noción defectuosa de este, un mito deificado de esta institución humana deliciosa, pero, sin embargo, defectuosa. ¿Cuál es el resultado? Todo matrimonio enfrenta conflicto, malos entendidos, fantasías destrozadas y egos lastimados. Cualquier matrimonio real, medido con la vara de medir defectuosa de total alegría se quedará corto si se espera que la relación matrimonial le otorgue a cada uno la alegría total, y como no lo lograrán, sus vidas entonces se destrozan.
En Marcos 12, Jesús discutió con los saduceos sobre una ley del Antiguo Testamento que dice que si un hombre muere y no ha tenido hijos con su esposa, su hermano debe tomar a la mujer y tener hijos con ella para que el muerto pueda tener descendencia. Los saduceos fueron a ver a Jesús y le contaron una estrafalaria historia de una mujer cuyo esposo murió sin hijos, así que la tomó el hermano del muerto y luego se murió, fueron siete hermanos y la mujer se casó con los siete y todos murieron. Los saduceos le dijeron a Jesús: “En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?” (v. 23), y pensaban que lo habían acorralado. Jesús les dijo: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento” (vv. 24-25).
El matrimonio no es una institución perfecta. Muchas parejas, especialmente entre creyentes, entran en el matrimonio pensando que el matrimonio suplirá todas sus necesidades; cuando se percatan de que el matrimonio no suple ni suplirá esas necesidades o descubren que hay alguna falla en la relación personal o que sus fantasías no se realizan, se desilusionan, se enfurecen contra Dios, piensan ¿qué anda mal en mí, a lo mejor no tengo el cónyuge debido?
Si usted está casado o casada, lo ha hecho con la compañera o compañero precisos, no puede debatir eso, el matrimonio no es perfecto. No estoy denigrando el matrimonio; a mi modo de ver es lo mejor que tenemos aquí abajo en esta tierra, pienso que el matrimonio es lo más cercano que jamás conoceremos en esta tierra al gozo que Dios tiene planeado para nosotros en el cielo. No es accidente que Pablo use el matrimonio para ilustrar la relación entre Cristo y Su Iglesia. Lo hace a propósito, porque es lo único que nos ayuda a captar la idea. El matrimonio es increíble, pero no es la relación final.
Cuando tratamos de hallar el gozo último en alguna otra cosa que no sea Jesucristo, siempre nos desilusionaremos. Hay muchas parejas creyentes en nuestras iglesias que pensaban que el matrimonio iba a poner punto final a todas sus necesidades, que iba a suplir todas sus carencias y que iban a quedar totalmente satisfechos; cuando esto no sucede se desilusionan porque se dejaron seducir por el mito de la perfección del matrimonio.
El matrimonio puede ser maravilloso, pero somos seres humanos falibles, siempre tendremos imperfecciones. Si su norma es la bendición perfecta que ve en las películas románticas y lee en las novelas actuales, se predispone a una gran decepción. Es una de las razones por las que muchos matrimonios creyentes acaban dándose por vencidos demasiado temprano en el proceso.
ARRASTRE GRAVITACIONAL
El matrimonio no mejora porque sí; muchos piensan que si se casan, tan pronto como termina la ceremonia automáticamente se eleva al gozo indecible de un matrimonio maravilloso. Es exactamente lo opuesto. Seamos realistas en esto, desde el momento en que usted dice: “Sí, acepto”, el arrastre gravitacional empieza en su matrimonio, sucede en la luna de miel. Usted ve por primera vez en su vida cómo es la persona a la que se ha unido por el resto de su vida. El arrastre gravitacional empieza a carcomer la relación; si ustedes no entienden esto como pareja, ya han empezado el proceso de fracasar; si tienen la idea de que el matrimonio es una cosa mística, mágica, que usted dice o hace, y desde entonces todo marcha en forma maravillosa, eso no sucederá a menos que se esfuerce arduamente por lograrlo.
Por eso, cuando leemos en la Biblia pasajes sobre el matrimonio, no leemos palabras de estímulo o de bendición, lo que vemos son mandamientos de Dios. En Efesios 5:22, 25, leemos: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos… […] Maridos, amad a vuestras mujeres…”. Estas no son opciones, no son sugerencias, son mandamientos. Colosenses 3:18-19, leemos: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos… Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. En 1 Pedro 3, leemos: “Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente…” (v. 7), “vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos…” (v. 1). Lea lo que Dios dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas… Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil… vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos…” (Colosenses 3:19; 1 Pedro 3:7, 1). Ámense el uno al otro como se supone que deben amarse.
Esto no es una opción, es un mandamiento. Hicieron una encuesta en cierto año y contaron los encuentros sexuales por televisión, el 80% de los encuentros sexuales presentados en programas de televisión tuvieron lugar fuera del matrimonio. La revista News & World Report publicó los resultados de una encuesta verdaderamente científica en toda la nación que supuestamente revela lo que sucede en los dormitorios de este país
El artículo titulado “El sexo en los Estados Unidos”, preparado por catedráticos del Centro de Investigación de la Opinión Nacional de la Universidad de Chicago, se basó en cuestionarios de 210 páginas de preguntas que se enviaron a cerca de 3500 estadounidenses, y lo que se encontró fue un cuadro que es reconfortante en cuanto a que el romance todavía existe en las relaciones estables. Lo que más me llamó la atención fue que en el mismo año, el 94% de las personas casadas fueron fieles. Ahora, ponga juntas estas dos estadísticas, el 80% de encuentros sexuales en televisión muestran límites maritales inexistentes y personas que cohabitan sexualmente con el primero que encuentran. Pero la realidad es que el 94% de estadounidenses, por paganos que pensemos que puedan ser, fueron fieles a su cónyuge en ese mismo año.
Los medios de comunicación distorsionan tanto lo que sucede, incluso en nuestra sociedad decadente, que pensamos que todos lo hacen, que ese es el estilo de vida actual, pero la verdad es que eso no es verdad. Por eso, Pablo dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios… No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:1-2). Me alegra decir que la encuesta mencionada tuvo un margen de error del 4% al 5 % y que en el año en que la hicieron solo el 6% de los casados traicionó a su cónyuge. Día y noche dejamos que los ‘gurús de la cultura’ nos recalquen ‘noticias’ y ‘modas’ para embutirnos en el molde del mundo. ¿Cómo puede una mujer dulce y santa que se ha criado en un hogar creyente siquiera pensar en irse a la cama con algún hombre que no sea su esposo? Lo ha visto demasiadas veces durante las telenovelas diarias que tal parece que es lo que se debe hacer. ¡Mensajes como este debilitan y dañan los matrimonios!
ELOGIO PERSONAL
Vivimos y prosperamos como pareja de acuerdo con el elogio personal que recibimos del otro. Como creyentes, muchas veces lo negamos porque tenemos un falso sentido de humildad, tenemos una idea falsa de que no es importante que cultivemos nuestro matrimonio, pero es la fibra vital de lo que somos. Howard Hendrick fue en un tiempo capellán del equipo de fútbol americano Vaqueros de Dallas.
En el equipo había un defensa llamado John Nailah, un gigantón que acababa de entregarse a Cristo y atravesaba dificultades en su matrimonio; no tenía ni idea de esto del elogio personal. Un día, el profesor Hendrick habló con los dos y le preguntó a Nailah si alguna vez le había dicho a su esposa que la quería, él contestó: “Se lo dije cuando nos casamos y ella sabe que eso sigue vigente hasta el día que le diga lo contrario”.
Nadie edificará un matrimonio fuerte a menos que comprenda la importancia del elogio y la afirmación personal. Una persona se ha comprometido por toda la vida con su pareja. La línea vital de esa relación es darse cuenta cada vez más de lo que está pasando en la vida del otro y mostrar que le interesa lo suficiente como para escribirle una nota, decirle una palabra, para continuar cultivando esa relación con elogio positivo y personal.
Si han estado sintiendo la fuerza de gravedad arrastrando hacia abajo su matrimonio, comprendan que ambos deben resistir, su matrimonio no va a ser mejor a menos que se esfuercen por mejorarlo. Si usted está siendo arrastrado por la presión de la cultura y ha estado ahogándose en ella, ¡apague el televisor!, reemplace la pantalla con algunos buenos libros o cintas grabadas sobre el matrimonio.
Si usted ha estado negándole a su cónyuge el elogio personal, debería copiar lo que Charles Sherfy recomienda: hacer un pacto de dádivas, un elogio todos los días y un nuevo elogio cada semana, así puede edificar un matrimonio que dura y dura y dura.