Nellie Ramos Calderón escuchó la ovación apasionada del público masculino, que rugía como un león, y no tuvo más alternativa que hacer una reverencia con la gracia de una gacela. Su figura voluptuosa, de dieciséis primaverales años, titilaba igual que una estrella fugaz en el centro de la escena artística de la isla del encanto, Puerto Rico. Su belleza, expuesta sin reservas a través de minúsculos atuendos, despertaba tanta pasión y desenfreno que ella se creía una princesa de la edad media en plena década de los años sesenta.
Sentada en la oficina central del Movimiento Misionero Mundial de la ciudad de Trujillo Alto, Nellie recuerda hoy aquella etapa de conductas mundanas y afirma con pena que en ese tiempo “existía embriagada por el éxito y completamente alejada de Dios. Me dedicaba al canto y el vedetismo, y me moría por recibir elogios y halagos, y andaba por un camino equivocado”. En la actualidad, completamente alejada de los brillos y las plumas, asevera que hace más de treinta años encontró en Dios a un amigo que le transformó la existencia y la reubicó en los escenarios de la vida para predicar Su Palabra.
ALOCADA EXISTENCIA
Precoz, decidida y provocativa, Nellie, nacida el primero de septiembre de 1950, incursionó en el mundo del arte con tan solo tres años de edad. Provista de talentos naturales, como un diamante en bruto, saltó de la sala de su hogar a los programas infantiles de la radio y la televisión puertorriqueñas gracias a su desenvoltura para cantar y bailar con la veteranía de un adulto. Al respecto, aclara que: “nunca acudí a una escuela de arte. Me formé sola en mi casa. A la gente le llamaba mucho la atención que una nena cantara tan bien. Fue así que gracias a mis cualidades innatas me presenté en radio El Mundo y los canales Univisión, Televicentro y Telemundo”.
Nellie, la menor de los trece hijos que tuvieron Nicolasa Calderón y Santana Ramos, no tardó en destacar en la farándula isleña y, cuatro años más tarde, participó en una telenovela de gran éxito en Puerto Rico. Mientras crecía dentro del ámbito de los espectáculos, igual que una flor en medio del pantano, se volvió la estrella de su escuela y participó en cuanta actuación estudiantil se realizaba. Sin embargo, su incursión definitiva en el ambiente artístico sucedió a los 14 años cuando le dieron el papel principal de la película “Un milagro de la Virgen”. Allí selló su posicionamiento triunfal en ese entorno que tanto cariño le despertaba.
Luego de esa aparición cinematográfica se erigió en un personaje central de los shows y fiestas más afamados del archipiélago centroamericano y consiguió el reconocimiento de un público cada vez más amplio. Las presentaciones, al lado de la famosa vedette Iris Chacón y otras figuras artísticas de Puerto Rico, se sucedían y su popularidad le valió que sus seguidores la conocieran como “Vitamina” Ramos o el “Pollito del Solar”. Es más, consiguió entrar en la mayoría de hogares puertorriqueños cuando su imagen apareció en el programa de variedades “Rendevous nocturno”, el más estelar de la pantalla chica boricua, que se transmitía por Wapa TV.
Fiel seguidora de Jesucristo, Nellie actualmente reflexiona sobre esa etapa y no tiene miedo de desmenuzarla con rigor como si tratara de un filete para cortar. Con un acento típico del Caribe, recuerda el ayer con malestar porque en aquellos días la soberbia y el orgullo eran parte principal de su personalidad. En sus palabras no hay espacio para la indulgencia ni la lástima. Su visión de su pasado es severa y por ello expresa que: “me creía una diva porque había ganado muchos concursos de vedettes y siempre salía en la tele o los diarios. Nunca me percaté que todo eso era efímero y vacío y que no me llevaba a ningún lado”.
ADIÓS VEDETISMO
Después de estrenar su primera producción discográfica, titulada “Todo en la vida pasará”, Ramos experimentó en 1968 un giro de 360 grados en su vida. En una de sus innumerables actuaciones conoció al actor Joaquín Ross y se enamoró de él perdidamente. A la velocidad de un rayo, como un avión supersónico surcando los aires, Nellie colgó de inmediato el traje de vedette y mandó a mejor vida su carrera artística. Sin embargo, su unión con el galán Ross se quebró a los pocos años y sólo le dejó dos hijos llamados Joaquín y Pablo. Luego intentó sin fortuna volver a los escenarios y debió incursionar en la cosmetología.
Refugiada en la venta de cosméticos de marcas mundialmente conocidas, Nellie vivió a lo largo de los años setenta una época más serena dedicada a sus hijos y dominada por el recuerdo permanente de su paso por los escenarios puertorriqueños. Empero, en los inicios de la década del ochenta, cuando el infortunio tocó su puerta, se enfrentó al desempleo y sus días se tornaron grises y opacos. Y fue tal el embate de la desocupación que, cual juego de dominó, su desventura se completó con un intento fallido de suicidio. En ese instante fue que el Todopoderoso, como un compañero ideal, apareció en su vida para rescatarla y recuperarla.
Nellie trae al presente su conversión al cristianismo y brinda detalles de su encuentro con el Creador. Como una niña feliz después de aprobar un examen difícil, cuenta con alegría la forma en que Jesucristo la visitó en enero de 1982 y dice: “cuando intenté matarme tomando un cóctel de pastillas miré un resplandor intenso sobre mí. Entonces caí sobre un mueble y me quedé dormida. Al despertarme escuché a un hombre que invitaba a ir a la Iglesia evangélica en San Juan y una fuerza poderosa me llevó hasta allí. Al llegar me convertí en público y recibí el apoyo de los hermanos”.
Desde entonces, se fundió con Jesús y empezó a amarlo y servirle con todas sus fuerzas. Su fe día a día, igual que un bebe en pleno desarrollo, se fue fortaleciendo y poco a poco la fue reubicando de nuevo al frente de multitudes pero esta vez para cantar y glorificar el poder restaurador del Altísimo. Inclusive su entrega a Dios le valió para conocer a un hombre de fe llamado José Hernández con el que contrajo matrimonio el 18 de diciembre de 1989. Junto a él, quien falleció en 1995, formó un dúo musical evangélico que llevó el mensaje del Señor por diversos escenarios de América y los Estados Unidos durante el primer quinquenio de los años noventa.
Hoy, con dos producciones musicales dedicadas a Dios -“Visita mi huerto” y “Te adoro”- Nellie Ramos Calderón es una componente más de la inmensa multitud de personas que alaban a Cristo alrededor del planeta. Segura, firme y consecuente con los Santos Evangelios, tiene en el Creador a su único guía y maestro. Atrás quedaron para ella los días en que existía al compás de una vida irresoluta y perfilada por la voluptuosidad y la frivolidad. Con serenidad, y sin mayores pretensiones que proclamar su espiritualidad, a diario fomenta la obediencia y fidelidad en Jesucristo y no se cansa de repetir que Él es la “fuerza que el mundo necesita”.